El stock de pisos sin vender en el mercado inmobiliario es uno de los lastres que ha paralizado la actividad en este sector. A esto se suma la incapacidad adquisitiva para comprar una vivienda de una gran parte de los potenciales compradores, causada en parte por la alta tasa de paro de la población que empeora la situación, así como las exigencias excesivas actuales para conceder hipotecas de los bancos.

Por otra parte, también ha contribuido a crear este stock la pésima localización de algunas promociones construidas durante la euforia del ‘ladrillo’, en muchos casos en un entorno desurbanizado, como puede ser el triste paisaje de la ciudad fantasma de Seseña -con más de 13.500 apartamentos construidos y menos de 3.000 vendidos-. Ese ejemplo es solo una parte que conforma el total de 700.000 inmuebles vacíos en excedente que hay en el parque español de viviendas, como calculan desde Analistas Financieros Internacionales (AFI) que había el pasado mes de junio.

Ante la inmovilidad del sector, muchas voces sugieren derribar todos estos pisos invendibles para aprovechar los terrenos para otros fines. Siguiendo el ejemplo de Irlanda donde la NAMA, la agencia de activos financieros tóxicos de Irlanda (el ‘banco malo’ irlandés), se está considerando la opción de demoler estos inmuebles nuevos o a medio construir para dedicar este suelo a otros usos, como el agrícola.

“Hay pisos invendibles por todos lados, incluso en el propio Madrid, no hay más que ver la cantidad de edificios vacíos que hay cerca de la T4”, afirma el experto en el mercado inmobiliario, Borja Mateo, “he estado este fin de semana en el Retiro y he visto pisos y locales comerciales vacíos y los alquileres no han bajado. Los que han negado la ‘burbuja’ y dicen que ya ha pasado… es todo mentira. Ellos tienen que vender pisos y actualmente son vendedores de humo”.

Muchos importantes bancos en Estados Unidos también han optado por tirar abajo estos pisos que han quedado deshabitados, abandonados o en riesgo de languidecer de forma indefinida. De hecho, en muchas ocasiones el coste de la demolición es inferior al que supone el coste de su mantenimiento, las tasas de impuestos y los costes de seguridad que acompaña la conservación de estas casas.

“Hay veces que no hay solución. Si me regalan una vivienda que me va costar dinero, no la quiero. Por muy barato que sea, si está en un sitio donde no hay nadie y no la puedo alquilar, ¿para qué la quiero?”, reflexiona Óscar Gorgues, director general de la consultora inmobiliaria Forcadell.

“Por mucho que se rebajen los precios, no hay demanda si las viviendas están tan mal construidas. Alguien la ‘pifió’ al llevar a cabo este tipo de promociones. Hay pueblos que han quedado abandonados en la montaña porque la gente no quiere vivir allá. Además, si no hay crédito, tampoco ayuda. La solución, -si hubiera alguna-, seguro que hay personas más listas que ya la habrían encontrado”, añade.

La creación de filiales de ‘bancos malos’ que acojan los activos inmobiliarios tóxicos más difíciles de vender, y otra de ‘bancos buenos’ para acoger nueva financiación de la banca extranjera es una de salidas más señaladas por los más experimentados economistas.