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¿Podrá Cristina llevar el país al desarrollo?
8 de diciembre de 2007
Con la asunción de Cristina Fernández como presidenta en la Argentina, se multiplican las expectativas sobre lo que podrá lograr el país durante su gestión.
La fogosa líder política llega con buenos augurios, ya que la economía está en marcha y tanto empresarios como sindicalistas quieren acompañar a su gobierno, en un consenso político y económico prácticamente inédito en la convulsionada historia del país.
Luego de estar mirando el abismo a fines de 2001, la Argentina fue capaz de resucitar y lograr un crecimiento sin precedentes, que superó el 40 por ciento a lo largo de los cuatros años y medio de gestión de Néstor Kirchner, y traducir en parte esa mejora en una fuerte reducción de la pobreza y el desempleo.
Buena parte de ese crecimiento se explicó por el "efecto rebote" de haber llegado tan abajo en materia de producción y empleo, pero hay señales de que el proceso tiene oportunidad de continuar, tal vez a menor ritmo, si la conducción política no
equivoca el camino y es capaz de construir un "puente de plata" al desarrollo.
El contexto internacional es favorable al país, porque la demanda de commodities agrarios se mantendrá en los próximos años, y las turbulencias financieras que vienen de la alicaída economía norteamericana seguirían sin impactar fuerte aquí si el país es capaz de robustecer su situación fiscal para depender cada vez
menos del crédito externo.
El "modelo productivo", con el cual se identifica esta administración, parece haber ganado consenso entre los principales actores económicos, tal vez porque esta vez no llegó tan contaminado por la prebenda de décadas pasadas, donde los préstamos de la banca pública se dilapidaban en proyectos industriales nunca concretados.
Sólo la eterna y mezquina tendencia argentina al "suicidio colectivo" abre interrogantes sobre el futuro, porque existen dudas sobre si Cristina será capaz de construir un gobierno amplio que permita contener a todos los actores económicos, no sólo los industriales, sino también el mundo de las finanzas, el campo, los
servicios y las fuerzas del trabajo de distinto signo.
También existen interrogantes sobre si existirá colaboración y complementación entre el Gobierno nacional y la administración de Mauricio Macri en la ciudad de Buenos Aires, caja de resonancia política y económica del país, donde está asentada buena parte de la fuerza en materia de comercio y servicios, especialmente financieros.
El crecimiento está, falta el desarrollo
Argentina sueña con ser un país desarrollado desde hace décadas, pero ese anhelo quedó trunco, entre otras razones, porque nunca fue capaz de poner en marcha una "política de Estado" que trascendiera los gobiernos y condujera al país hacia un camino mejor.
Brasil, con sus más y sus menos, y minado por la pobreza, viene manteniendo un rumbo desde hace décadas, que le permitió convertirse en un imán para algunas inversiones y consolidar su rol de país camino a una fuerte industrialización.
La Argentina, en cambio, pasó del descalabro que dejó la dictadura en los 80 y no supo dominar Raúl Alfonsín, al modelo neoliberal aplaudido desde los grandes centros financieros internacionales y sectores locales hartos de un país donde no se
sabía cuánto iban a costar las cosas al otro día, y que impedía planificar cualquier proyecto.
No haber cambiado a tiempo ese modelo de convertibilidad que permitió controlar la inflación, llevó al país al endeudamiento y a un nuevo fracaso, y obligó a emprender, otra vez, un cambio de rumbo, que apareció liderando Kirchner, pero que tuvo sus antecedentes en Eduardo Duhalde y los sectores industriales que le
dieron respaldo para llegar al poder.
Desde este lunes, Cristina deberá demostrar capacidad para sostener esta tendencia de crecimiento, pero también delinear los próximos capítulos de esta nueva "política de Estado" que aún parece no haber terminado de tomar forma.
Los desafíos
El primer desafío que afrontará la presidenta electa será perforar el núcleo de pobreza y marginalidad que atraviesa gran parte de la geografía argentina, y tiene su cara más cruel en barriadas del conurbano bonaerense y en vastas zonas del norte del país.
El modelo económico fue incapaz hasta ahora de alentar la reconversión de una fuerza laboral obligada a bajar los brazos en los 90, por un esquema que no contemplaba a millones de argentinos, y que recibió el tiro de gracia por la impericia de la
Alianza, que terminó de derrumbarlos en el 2001.
Los planes sociales, ese "bombero" que contribuyó a evitar que el país marchara a la disolución, amaga con perpetuarse como política porque hay cientos de miles de argentinos sin chances, ni formación, ni contactos, ni tampoco esperanzas, de poder
reinsertarse laboralmente.
Aún peor, si el crecimiento no es capaz de traducirse en mayor empleo, la Argentina corre el riesgo de hipotecar el futuro.
Es que el desempleo entre los jóvenes llega al 24 por ciento, tres veces más que en el resto de la sociedad, en un fenómeno que se da no sólo en la Argentina, sino también en países como Francia, Italia o Bélgica.
En cambio, naciones como Dinamarca, Holanda, Australia o Nueva Zelanda fueron capaces de "ver" el problema e implementar políticas activas exitosas para resolverlo.
El ministro de Economía, Martín Lousteau, es un admirador del modelo económico australiano, donde un Estado activo no anula, sino que alienta y respalda las iniciativas del sector privado.
Tal vez en ese modelo se inspire buena parte de la primera etapa de una gestión de Cristina que promete dar un "mayor dinamismo" a las relaciones económicas internacionales, según explicó Eduardo Sigal, subsecretario de Relaciones Económicas y Mercosur.
Como parte de esa complementación entre la Nación y las administraciones provinciales, será clave el rol de colaboración que asuma Cristina con Daniel Scioli, quien tendrá una verdadera "papa caliente" en la provincia de Buenos Aires, donde el oficialismo obtuvo casi la mitad de los votos.
Daniel Arroyo, flamante ministro de Desarrollo Social bonaerense, describió la situación provincial y dijo que un tercio de las 14 millones de personas que viven allí es pobre, 9 millones de los cuales están en lo que denominan "situación de
vulnerabilidad" y deben atenderse en forma urgente.
Ante semejante cuadro, las primeras medidas en materia económica de Cristina deberían traer certezas de que será capaz de continuar y profundizar la tarea realizada por su esposo, para que la expectativa favorable despertada en amplios sectores pobres de la población no quede defraudada rápidamente.