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Trigo: ¿por qué lo sembrarías? Porque no
21 de junio de 2007
Cuando las estrategias ya están tomadas para ejecutar la campaña agrícola 2007/2008 en nuestro país, todavía hay encuestas que no cierran, porque los analistas subestimaron a los productores.
Cuando estaba comenzando el otoño, todos los pronósticos anticipaban una caída en el área sembrada de trigo de al menos un 20 por ciento, sustentado en que los costos de los insumos se incrementaron y que el ancla que el Gobierno pretende ponerle al precio aleja al agricultor de su intención de siembra.
Estamos por comenzar el invierno y en plena siembra del cereal fino, los números dicen otra cosa. Ya se dice que la reducción de la superficie será del 5 %, según datos de analistas privados, y se cree, inclusive que se llegará cómodamente a repetir el número del año pasado: 5,5 millones de hectáreas con trigo.
Qué se revirtió en dos meses para que los anticipos pesimistas se vuelvan en resultados positivos. Cambió poco.
Hoy, a cualquier productor que este a punto de sembrar o lo haya hecho lo único que le preocupa es la intervención en el mercado que controla el valor del cereal, cada vez más firme en el mundo por una demanda fuerte y una reducción del stock. Mientras que el mundo llega a pagar 150 dólares la tonelada, aquí se pretende seguir sosteniéndola en 120 ó 130.
Existen reuniones permanente para solucionar este nubarrón que tiene en alerta a los trigueros y eso alienta una esperanzas. De todos modos, con la materia prima en la mano cada productor puede negociar con su comprador el precio y finalmente acercarse lo más posible a los valores internacional que están, por lo menos, un 25 por ciento por encima de lo que se paga el trigo aquí.
Otro factor de riesgo es el climático, con una incipiente Corriente de la Niña que trae sequía hasta la próxima primavera, pero que no afectaría en gran medida al trigo, sino más bien a los granos gruesos que se implantan en primavera y que podrían encontrarse con poca humedad en los suelos en ese momento.
Y el temor político está atenuado en un año electoral, en el que el Gobierno no se va a atrever a tomar medidas de alto impacto económico pero de fuerte imagen negativa, como aumento de impuestos, en un contexto de precios firmes y rentables.
Entonces, con los argumentos a la vista, si le preguntamos a un agricultor que tiene el trigo entre ceja y ceja, ¿porqué sembrarías trigo? La respuesta vuelve como un bumerang: “Porqué no”.
Este año se sumó un elemento adicional a la campaña: la falta de gasoil. Pero pasó lo mismo el año pasado y no bajó el área sembrada, por lo que la escasez de gasoil no afectará esta siembra. Más bien, los productores esperan que no se repita lo que sucedió el año pasado, que tras los problemas con el combustible en junio, se repitieron en la primavera y allí sí el impacto se hace sentir.
La cosecha de trigo vale unos 20.000 millones de dólares. Esta cifra no es menor cuándo se sabe que el trigo forma parte de una decisión estratégica no sólo desde el punto de vista productivo, por la valiosa rotación de cultivos, sino como un generador de recursos en un momento clave del año: hacia diciembre, cuando hay que pagar la siembra de granos gruesos y gastos adicionales, que siempre el trigo ayuda a cumplir con los compromisos.
Las diferencias en la producción hoy se establecen con la tecnología. Y el criterio para decidir cuánto se vuelca de tecnología en un campo está íntimamente ligado con el valor agregado que ofrece el producto. Inoculantes, potenciadores, agroquímicos o herramientas de precisión son algunas de las nuevas oportunidades que tiene este milenario cereal fino para mejorar su rendimiento. Y cada día se los utiliza más.