El fútbol suele dar alegrías y tristezas, pero también hay que reconocerlo es abordado por las pasiones más terribles que tiene todo ser humano, el que lleva a idolatrar a una persona, como a defenestrarlo en un abrir y cerrar de ojos.

Algo así sintió el técnico de River, Diego Simeone, en su vuelta a La Plata, cuando toda la parcialidad de Estudiantes lo abucheó, silbó, insultó y adjetivó de mil formas, recordando a su madre, su esposa y todo el árbol genealógico.

El hincha no conoce de dinero, sino de sentimientos y lealtades, por eso no perdona a Simeone que haya elegido ir a River y no quedarse en Estudiantes, más allá que el "Cholo" le entregó un campeonato luego de 23 años, en una épica final ante el Boca de Ricardo La Volpe.

De amores y odios suele ser la relación que tiene la hinchada de Racing con su propio equipo, peleándole al fantasma del descenso y plagado de jóvenes y algunos jugadores que -como Adrián Bastía- son el timón de un barco que naufraga sin demasiado rumbo.

Los hinchas se la agarran también con la empresa gerenciadora -Blanquiceleste SA-, que si bien con otro presidente, les dio el título en el 2001, tras más de 35 años.

Las idas y vueltas de la vida ponen a los equipos en lugares en donde deben demostrar cosas a cada instante.

Pasó con Boca ante Independiente, en donde la falta de Martín Palermo no se sintió como en otras ocasiones, porque Juan Román Riquelme otra vez fue el conductor y llevó al equipo a -estando con un hombre menos durante casi una hora- conseguir un empate (1-1) de local, pero muy cerca de la victoria.

La revancha se la tomó Arsenal, luego de ser vapuleado en Brasil por el Fluminens por 6-0 en la Copa, le empató agónicamente a Gimnasia de Jujuy, con nueve hombres, y encima 3-3.

Allá anda también el San Lorenzo de Ramón Díaz, que de a poco se recompone, con resultados, no jugando bien y perdiendo soldados por lesiones y suspensiones. Otro equipo que intentará su proeza americana, pero al cual el crédito se le reduce cada vez más.