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"División Miami": veinte años es mucho
6 de septiembre de 2006
"División Miami", la serie policial que en la década del 80 cambió con aciertos y errores la narrativa de la televisión norteamericana, es ya a veinte años de su lanzamiento un programa de culto. Por decirlo de otro modo: ya nadie se acerca inocentemente aquellos capítulos que protagonizaban Don Johnson y Phillip Michael Thomas.
Muchos de sus cultores lo ven como una curiosidad, como una suerte de souvenir de otros tiempos, como una atracción en los estantes de la "memorabilia" de aquella década difícil. Otros, los verdaderos fanáticos, lo miran con nostalgia, convencidos de que fue uno de los únicos productos realmente originales de la televisión de los Estados Unidos de la historia reciente.
No es poco. La mayor parte de las propuestas televisivas de hace veinte años han sido lisa y llanamente olvidados. Y es que "División Miami" era, por un lado, una serie que en Argentina se consumía ávidamente y que desplazó en su momento de las preferencias a las piruetas defectuosas de "Brigada A" y a la sobriedad británica de "Los profesionales". Pero, por otra parte, las aventuras de los detectives de drogas Sonny Crockett y Rico Tubbs trascendieron los límites de la pantalla. Fueron, casi sin proponérselo, un fenómeno cultural.
Sus méritos, para extender sus límites tan lejos de la ficción eran dos. Lo primero que hizo su productor, Michael Mann, fue animarse a hacer lo que nadie hacía en la televisión de los Estados Unidos. Algo sencillo y que hoy a nadie sorprende, pero que en su momento fue revolucionario: plantear resoluciones desgraciadas. Basta de finales felices. Aquí la buena gente moría (con excepción de los protagonistas, claro) y los narcotraficantes salían en libertad.
Pero, más importante aún, lo que logró "División Miami" fue imponer un estilo, una estética, un modelo cultural. Esto fue notorio, más allá de las opiniones de cada uno sobre ese estilo que proponían Mann y su equipo allá por mediados de los 80.
Ahora el propio Michael Mann se anima a la versión cinematográfica y se pone detrás de las cámaras. Por supuesto, durante todos estos años fue acumulando experiencia y reconocimiento. Sus anteriores películas tuvieron por lo general una buena recepción: "El último de los mohicanos" (1992), "Fuego contra fuego" (1995), "Alí" (2001) y la más reciente "Colateral" (2004) le han allanado el camino para convertirse en uno de los directores más solicitados de Hollywood.
Pero ahora debía manejar sus propios demonios. Resucitar a Sonny, a Rico y lograr una película que estuviera a la altura de la leyenda. Y lo que logró fue otra cosa. Lo que quiso, de hecho, fue apuntar a otro lado. Nada de nostalgia, nada de homenajes. La única excepción fue quizás el ofrecimiento que le hizo a Edward James Olmos para que volviese a poner en la piel del teniente Castillo y que el actor, ahora metido de lleno en su papel de "Battlestar Galactica", rechazó amablemente.
Lo único que se conserva de la serie original son los personajes protagónicos y el conflicto central. Es decir, dos policías de Miami abocados al combate del narcotráfico. Pero la estética es otra y apenas si está sutilmente referida en alguna elección de vestuario. Sonny Crockett ya no es el galan simpático que solía interpretar Don Johnson, sino un policía endurecido a cargo de Colin Farrell. La corrección del Rico Tubbs de Thomas, su apego a las normas, también queda aquí diluida en la encarnación de Jaime Foxx, también más cercano a la parquedad que al carisma.
De hecho, los personajes de Foxx y Farrell son tan similares que suelen hablar a coro. Como si uno comenzara la frase y el otro la terminase. Quizás son composiciones más realistas, pero menos carismáticas.
La trama sí, en cambio, es deudora de la serie original. De hecho, Mann ha declarado que está basada en el primer capítulo de "División Miami", estrenado en 1984. Se trata, en este caso, de que Crockett y Tubbs tomen a su cargo una operación que fue iniciada por el FBI y que imprevistamente derivó en la muerte de un informante. La misión, ahora, será infiltrarse en un cartel colombiano del narcotráfico, comandado por el mafioso Arcángel de Jesús Montoya, en la piel del español Luis Tosar, en la que es quizás la actuación más destacada de todo el filme.
Los múltiples problemas de los detectives se agravarán cuando Crockett empiece a entusiasmarse con la idea de seducir a Isabella, una narcotraficante chino-cubana interpretada por la estrella oriental Li Gong, que además de autodefinirse como "una mujer de negocios" es amante del capo del narcotráfico.
A partir de entonces, lo esperable. Drogas, intrigas, acción, explosiones. Una película sólida, áspera, donde nada está decididamente mal, pero que de todos modos no logra transmitir el carisma original de aquella serie histórica. Y quizás no sea culpa de Mann. Quizás sea que hay ciertas series televisivas que llevan tanta carga simbólica encima no se pueden se transcriptas al cine sin perder algo en el camino.
"División Miami", este filme, es un trabajo que supera con creces a la mayor parte de las películas de acción que Hollywood fabrica como embutidos. Pero nunca será un fenómeno cultural. Hoy aún recordamos los trajes blancos de Don Johnson. En veinte años, quizás no recordemos nada de esta propuesta.