Se le escaparon dos puntos esta noche a Central en el Gigante de Arroyito. Es que el Canalla jugó un buen primer tiempo frente a Atlético Tucumán, un rival directo en la lucha por mejorar el promedio, aunque sólo sacó la mínima diferencia. Y, cuando se esperaba que saliera a liquidar el pleito ante su gente, buscó bajarle anticipadamente la persiana al trámite y lo pagó muy caro: con un empate 1-1 que dejó conforme al Decano, fabricado con voluntad.

El conjunto de Ariel Cuffaro Russo aprovechó en la etapa inicial el empuje y la asociación entre Jonathan Gómez y Jesús Méndez y la explosión arriba de Adrián De León, quien formó parte del equipo a último momento, para crear las mejores situaciones y amenazar a su adversario.

En el inicio, Germán Castillejos puso a trabajar a Lucas Ischuk, y a los siete, tras un córner desde la izquierda de Gervasio Núñez, Guillermo Burdisso cabeceó a su antojo por el segundo palo para colocar la pelota en la red a la izquierda del arquero.

Sin embargo, y pese a que vislumbraba un mayor potencial, el gol calmó los ánimos canallas por un rato en el que los tucumanos sólo tuvieron el balón sin llegar a generar claro peligro, excepto por un tanto que les fue bien anulado por una posición prohibida de Matías Villavicencio. Después, el local volvió a tomar las riendas y De León se lo perdió tres veces por la tarea de Ischuk, con dos disparos y un cabezazo. También Méndez estuvo cerca con un tiro libre que estrelló en el ángulo.

El momento de mayor preocupación rosarina del período llegó por una acción alejada del juego. Jorge Broun intentó salir exigido de su área para despejar, pisó mal y se fue lesionado en su rodilla derecha para que lo reemplazara Hernán Galíndez. Luego se confirmaría lo más temido: la lesión se trata de una rotura del ligamento cruzado anterior y tendrá como mínimo para seis meses de recuperación.

Volviendo al encuentro, cerca del descanso, Sebastián Longo tuvo la más clara de la visita al llevarse por delante la pelota para enviarla por sobre el horizontal.

Ya en el inicio del complemento la sensación fue que la actitud de Central no era precisamente la de buscar un nuevo golpe que comenzara a definir esta historia. Por el contrario, su postura estaba más cerca de intentar controlar el mediocampo y apostar a que corrieran los minutos. Ya no se generaban sociedades interesantes en los tres cuartos y la única situación de peligro fue una incursión por derecha de De León que culminó en un ¿centro? que casi se mete por el segundo palo.

Del otro lado, Atlético apenas si podía pisar el área rival, aunque por lo menos ya no la pasaba mal. El ingreso de Raúl Saavedra había colaborado con el corte de los tibios circuitos rosarinos y la impresión era que nada estaba dicho. Y así fue, porque a los 32 otro ingresado y acierto de Osvaldo Sosa, Fabio Escobar, recibió un rebote, se acomodó y clavó un remate desde media distancia a la derecha de la estirada de Galíndez.

Entonces, aunque tarde, el Decano notó que podía sacarle jugo al desconcierto local. Y Galíndez debió lucirse frente a otro proveniente del banco, Claudio Sarría, y frente a un cabezazo de Juan Pablo Pereyra, quien también se lo perdió en tiempo adicionado con un testazo alto.

De forma cruda, Central había aprendido lo caro que puede costar dormirse en una aparente tranquilidad, además de quedarse con un amargo sabor por la forma en que se le escurrió un triunfo. Atlético, por el contrario, quedaba conforme por la relación resultado-escenario y se llevaba un merecido premio a no haber claudicado.