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Diez consejos para que los niños beban más agua
Los primeros años de vida son una etapa inmejorable para afianzar hábitos que perduren en la edad adulta y contribuyan a reducir los índices de sobrepeso, obesidad y enfermedades crónicas asociadas con estos cuadros
16 de julio de 2015
Hoy es frecuente que las plazas no cuenten con bebederos higiénicos o que en las escuelas las canillas estén en mal estado o en lugares poco accesibles, circunstancias que impiden que los niños vean al consumo de agua como un hecho cotidiano, cercano, frecuente y saludable.

Desde el CESNI remarcan que la infancia es una etapa ideal para generar y consolidar hábitos acerca de cómo y con qué nos hidratamos. Sostienen que mantener un correcto estado de hidratación surge más como resultado de un hábito aprendido, que como una conducta refleja ante las señales de sed.

Importantes referentes de salud infantil del país se reunieron para abordar la problemática de la hidratación saludable en la infancia y el CESNI acaba de publicar un libro con las conclusiones más relevantes de todo lo discutido en ese encuentro, para comenzar a sentar las bases para una ingesta de líquidos más saludable desde temprana edad.

“Si nos preguntaran qué nutrientes son importantes para la vida, recitaríamos una larga lista en la que seguramente se mencione a la energía, las proteínas, las grasas y algunas vitaminas. Pero es altamente factible que el agua no surja entre las primeras opciones”, reconoció el Dr. Esteban Carmuega, médico pediatra, Director de CESNI.

Y agregó: “resulta paradójico que el nutriente que conforma más de la mitad de la masa de nuestro organismo y que es imprescindible para la vida no sea claramente reconocido como la principal necesidad de nuestra alimentación”.

Para ofrecer indicaciones claras sobre cómo mejorar el perfil de ingesta de líquidos, y sobre la base del libro que acaba de publicar CESNI, desde la institución elaboraron un decálogo de recomendaciones para una hidratación saludable desde la infancia:

1) Comenzar el día con un vaso de agua: agregar un vaso de agua al desayuno es una buena práctica para comenzar el día bien hidratado.

2) No esperar a que el niño tenga sed: en la escuela y en casa debemos asegurarnos de que el niño beba suficiente agua a lo largo del día.

3) Poner siempre una jarra de agua en la mesa: enseñar a los niños a preferir el agua, sobre todo al comer.

4) Como adulto, dar el ejemplo: no se olvide de la importancia de la imitación.

5) Prevenir la deshidratación en el deporte: beber agua antes, durante y después de hacer deportes es importante para tener un buen rendimiento.

6) Facilitar el acceso al agua en la escuela: un libre acceso al agua puede tener efectos positivos en el rendimiento cognitivo de los niños y su estado de vitalidad.

7) Mantener una fuente de agua cerca cuando están activos: (plazas, juegos, cumpleaños), en épocas de calor o cuando se encuentran en ambientes climatizados, recordar que la calefacción y el aire acondicionado aumentan las perdidas insensibles de agua corporal.

8) Prevenir las caries: tomar agua ayuda a prevenir las caries porque esta bebida no ataca la estructura del esmalte dental.

9) Recordar que siempre el agua es la mejor opción: se recomienda limitar el consumo de bebidas azucaradas y no endulzar en exceso las infusiones.

10) Mirar el color de la orina: es un test simple de realizar; si el color es claro y transparente el niño está bien hidratado.

Hidratación y obesidad: el aporte calórico de las bebidas

“Perdemos agua. Por lo tanto, deberíamos reponer esa pérdida con agua”, afirmó el Dr. Carmuega. Sin embargo, agregó, “más de la mitad de nuestra ingesta diaria de líquidos corresponde a bebidas e infusiones con azúcar. El estudio poblacional realizado por CESNI, denominado HidratAR, demostró que sólo un 20% del volumen de líquidos ingeridos es agua y que la tendencia a escoger bebidas azucaradas es mayor en niños y adolescentes. La ingesta adicional de azúcar aportada por bebidas e infusiones es de 300 calorías al día”.

A nivel global, existen 42 millones de niños menores de 5 años que presentan sobrepeso u obesidad. La Encuesta Alimentaria y Nutricional de la Ciudad de Buenos Aires (2012) arrojó que tiene sobrepeso y obesidad el 40% de los niños en edad escolar. En un seguimiento a niños en preescolar en Canadá, se vio que quienes consumieron bebidas azucaradas entre comidas a los dos a tres años de edad, triplicaron el riesgo de estar obesos al ingreso escolar.

“Esta investigación cobra particular relevancia cuando el estudio HidratAR mostró que el 63% de los niños tiene a lo largo de la semana un patrón de ingesta de bebidas e infusiones con azúcar exclusivamente”, completó la Lic. María Eliza Zapata, Investigadora Adjunta de CESNI.

No se trata de prohibir alimentos, enfatizó Zapata, “sino de promover reemplazos más saludables. En este sentido, reservar el consumo de bebidas azucaradas para ocasiones especiales, llevar la jarra de agua a la mesa, contar con agua fresca en la casa, propiciar el consumo de agua al salir del hogar, antes y después del ejercicio o juego, al despertarse y antes de dormir, pueden ser estrategias útiles para cambiar el patrón de consumo”.

Tal como refirió la Dra. Rosa Labanca, médica especialista en Nutrición, miembro de la Comisión Directiva de la Sociedad Argentina de Obesidad y Trastornos Alimentarios y Trastornos Alimentarios (SAOTA), “el papel de los padres para ofrecer y hacer disponible el agua es clave, así como también es fundamental la accesibilidad en el ámbito educativo y en los espacios públicos. Ofrecer a los niños agua, ponerla a su disposición en lugares de juego, anticipar en los días de calor o en ambientes muy secos su ingesta, no sólo es contribuir a una mejor hidratación, sino que constituye un aprendizaje que se afianza como hábito”.

Por su parte, Romina Sayar, Vicepresidente de la Asociación Argentina de Nutricionistas (AADYND), sostuvo que desde las asociaciones de profesionales y organizaciones de la sociedad civil, “se puede solicitar a la industria la disminución progresiva del tenor de azúcares en sus productos, especialmente en las bebidas, y propiciar el reemplazo por mezclas edulcorantes. Las bebidas con menor concentración de azúcar pueden ser un primer paso hacia una hidratación más saludable”.

Deshidratación leve y capacidad cognitiva

Una deshidratación del 2% –que en un niño de 8 años puede representar un balance negativo de medio litro de agua– disminuye las tareas relacionadas con la atención, la memoria inmediata y su estado de ánimo. Un estudio reciente sobre indicadores urinarios en población escolar de EE.UU. demostró que el 84% de los niños llegaban en estado de sub-hidratación a la escuela, y que las respuestas cognitivas mejoraban en los niños que incrementaban su ingesta de agua durante la jornada escolar.

Otra investigación analizó la respuesta de niños entre 10 y 12 años durante una deshidratación voluntaria en el colegio. Se concluyó que el rendimiento en las pruebas de memoria inmediata era mejor en el grupo hidratado. Por su parte, en otro estudio lograron aumentar el consumo de agua durante 5,30 horas en un grupo de estudiantes de 9 a 11 años y demostraron un efecto benéfico en la memoria a corto plazo y en los niveles de vitalidad con respecto al grupo que no había recibido agua suplementaria.

Por lo tanto, tal como hizo hincapié el Dr. Hernán Rowensztein, Jefe de Clínica Pediátrica, Hospital ‘J. P. Garrahan’, “se vuelve imperativo que durante la jornada escolar el niño acceda a fuentes de agua, para garantizar su óptimo rendimiento cognitivo y que se privilegie el agua por sobre otras bebidas”.

“Los niños no son adultos pequeños, por lo tanto sus condiciones particulares hacen que tengamos que ajustar los requerimientos hídricos. Los niños, hasta alcanzar cierta edad, depen­den de los adultos para satisfacer su sed, y –por lo tanto– una interpretación correcta de sus necesidades es fundamental para mantener una adecuada hidratación. Por otro lado, en situaciones especiales como exceso de calor, enfermedades (diarreas, fiebre) e inclusive en la práctica deportiva, se deben ajustar sus necesidad de líquidos, recordando que los niños son más propen­sos a deshidratarse que los adultos”, agregó el Dr. Rowensztein.

Agua y prevención de caries

Otro de los motivos por los cuales el agua es la bebida más recomendable tiene que ver con el cuidado de la salud dental. Los principales componentes de la saliva son predominantemente agua (94%), calcio y fosfato; los tres par­ticipan en el mantenimiento del mineral del esmalte de los dientes, protegiéndolos.

“A diferencia del agua, las bebidas inducen la fluctuación del pH y las gaseosas, en particular, por su baja acidez, inducen la erosión progresiva del esmalte de los dientes”, sostuvieron la Odontóloga Macarena Gonzales Chaves y la Doctora en Química Susana Zeni, miembros de la cátedra de Bioquímica General y Bucal de la Facultad de Odontología de la Universidad de Buenos Aires. Además las bacterias cariogénicas presentes en la boca fermentan los azúcares simples generando determinados ácidos que disminuyen el pH, lo que permite el ataque bacteriano y la generación de caries.

Las bebidas gaseosas azu­caradas normalmente contienen sacarosa o jarabe de maíz alto en fructosa, además de ácidos que contribuyen a la erosión del esmalte dental; el azúcar agregado en presencia de bacterias cariogénicas produce adicionalmente más ácidos, aumentando la solubilidad de los tejidos duros del diente y favoreciendo al desarrollo de caries.

Gonzales Chaves y Zeni aclararon que en niños y adolescentes “la estructura del esmalte dental se encuentra en proceso de maduración y será más susceptible frente al ataque ácido de los alimentos y bebidas consumidas. Eligiendo beber agua, se está limpiando la boca de bacterias cariogénicas y se previene el daño al esmalte que ocasionarían bebidas de otro tipo”.

Libro del CESNI: ‘Hidratación Saludable en la Infancia’

Este libro surge de un taller que convocó en abril de 2014 a un grupo selecto de profesionales de amplia experiencia para debatir sobre hidratación saludable. Cada uno, referente en su disciplina, abrió su mente a un diálogo fértil y participativo para generar ideas y reflexiones profundas.

La fisiología y balance de agua, los hábitos de consumo, las iniciativas y políticas públicas relacionadas con la promoción de hábitos saludables, la seguridad de los edulcorantes, el eventual papel del sodio en el agua, así como las modificaciones fisiológicas a lo largo del ciclo vital y nuevas evidencias sobre el impacto de la sub-hidratación. Estos son algunos de los aspectos que han sido abordados durante el taller hasta verse plasmados en este libro que acaba de ser lanzado.

Participaron de la iniciativa: Dr. Esteban Carmuega, Liliana Jiménez, RDN, PhD, Dra. Rosa Labanca, Lic. Mónica López, Dr. Hernán Rowensztein, Dr. Juan Carlos Vasallo, Lic. Romina Sayar, Lic. Mg. María Elisa Zapata, Dra. Macarena M.S. Gonzales Chaves y Dra. Susana N. Zeni, Lic. Sergio Britos, Dr. Luis Pompozzi. La edición de los capítulos estuvo a cargo del Sr. Alejandro Ferrari.