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Una impronta política por ahora sin sucesor
27 de octubre de 2010
Concentró el poder político del peronismo en el último lustro. Quienes lo desafiaron debieron buscar abrigo lejos de la estructura del PJ. No dejó espacios para disensos e hizo de su despacho en la Casa Rosada, primero, y en la residencia de Olivos, luego, el epicentro de la discusión del poder territorial. Hasta allí debieron peregrinar intendentes, diputados, senadores, gobernadores.
Néstor Kirchner no se inmutó ante los ataques a sus aliados más polémicos: el ministro de Planificación, Julio De Vido, quien maneja las multimillonarias obras públicas; Guillermo Moreno y las discutidas cifras del Indec y los esforzados acuerdos de precios; el dirigente Luis D´Elía y su alianza de acero con Hugo Moyano, líder de la CGT, a quien ungió como presidente del Partido Justicialista bonaerense.
En sus cuatro años de Presidencia conformó un espacio de estricto alineamiento y los disensos se resolvieron con despidos. Cuando se desprendió de su ministro de Economía, Roberto Lavagna, tomó el control de la economía sin más disimulos. Cuando Alberto Fernández dejó la Jefatura de Gabinete -ya en la Presidencia de su esposa, Cristina Fernández- tomó las riendas totales de la política oficialista. Asumió como presidente del Partido Justicialista desechando así cualquier especulación de regreso hacia la transversalidad inicial de su gobierno o una nueva alianza con sectores del radicalismo, como cuando llevó a Julio Cobos a la fórmula con Cristina, a quien luego tildaría varias veces de desleal y traidor.
Forjó alianzas con los presidentes populares y con presidentes discutidos: sus acuerdos con Hugo Chávez, el presidente de Venezuela, fueron motivo de fuertes debates políticos. Su relación con Lula Da Silva fue tirante al calor de los vaivenes de la economía productiva y la potencia industrial del país vecino. Se sintió cómodo con Pepe Mujica, y a pesar de su desdén por la política formal, fue ungido presidente de la Unasur.
Dividió la política en propios y ajenos. Un clásico de sus años de poder a la luz o a la sombra fue demarcar la cancha: con los sindicalistas, con los medios, con los dirigentes políticos, a todos ubicó en uno u otro casillero. Dejó el poder con alta consideración en manos de su esposa y sucesora, Cristina Fernández, electa en una sola vuelta. Soportó con poca paciencia la derrota electoral de 2009, que fue el pie para el crecimiento de los espacios de oposición, después de la batalla contra el campo por las retenciones móviles.
El Congreso fue su ultimo destino pero no su ultimo lugar. A pesar de los problemas de salud que empezaron a ser evidentes se dedicó a preparar el terreno para su candidatura presidencial y organizar la política en la provincia de Buenos Aires, donde siempre contó con la fidelidad del gobernador Daniel Scioli a pesar de las tentaciones a las que fue sometido por peronismos de diferentes vertientes. ¿Será una variante para el futuro electoral inmediato?
Néstor Kirchner dejó su impronta en la construcción política personalista, concentrada, con ejes marcados en derechos humanos, sociales y de economía de grandes ejes heterodoxos. Escribió la historia de una gestión que continuó su esposa con pocos cambios. Ahora otros escribirán el capítulo partidario en un justicialismo desmembrado, con más aspirantes presidenciales que líderes políticos.