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Crecimiento "mata" inflación
3 de enero de 2008
No es la última máxima de Maradona, aunque sí está inspirada en el dicho que hace un tiempo popularizó el ex futbolista. En realidad es una de las frases de café preferidas de un importante economista, que acompañó la gestión de Miguel Peirano al frente del Ministerio de Economía.
Por cierto que el fantasma de la inflación existe y es motivo de incógnita y preocupación entre economistas y empresarios, comulguen o no con el modelo. También aparece fuera de discusión la cuestión del crecimiento, en la que los matices pasan por asignarle mayor o menor incidencia a los precios internacionales de los commodities.
Más allá de la euforia del consumo, en algunos sectores, que por momentos ayuda a disimular la inflación (de hecho suben los precios y la demanda no se detiene), lo cierto es que, como dice una parte de la literatura económica, no hay como aumentar la oferta de bienes para desalentar las presiones inflacionarias.
Desde los sectores productivos se descuenta la continuidad del crecimiento industrial, pero advierten sobre las dificultades para financiar la inversión, al tiempo que renuevan las voces de alerta por la caída de la rentabilidad, un mensaje que para los especialistas tiene la marca en el orillo del reclamo de subsidios.
Latigazos y mieles
Entre las empresas está claro que no todas sufren por igual el latigazo de los precios, ni todas disfrutan las mieles del crecimiento de la misma forma.
“En términos generales puede decirse que el incremento inflacionario perjudica más a las empresas pequeñas que a las grandes, pero en un escenario de crecimiento económico, y consiguiente aumento de la facturación empresaria, estas últimas están en mejores condiciones de aprovechar economías de escala y reducir la carga de costos fijos”, dice el economista y ex secretario de Producción del Gobierno de la Ciudad de Bs.As., Gustavo Svarzman.
Dante Sica, titular de Abeceb.com recuerda que en los últimos años no todas las empresas pudieron recomponer sus precios en la misma magnitud.
“Previo a la devaluación los precios mayoristas y minoristas siempre iban de la mano, pero a partir del nuevo tipo de cambio la brecha empezó a estirarse a favor de los mayoristas. La producción de bienes siempre estuvo más cerca de la recuperación de precios siguiendo la curva de los minoristas, sobre todo hasta el 2006. A partir de allí aparecieron los controles y los precios regulados a cambio de subsidios y ya no todos pudieron trasladar los costos a precios. El sector más afectado resultó ser el de alimentación y bebidas, y el resto enfrentó controles parciales, que permitían compensar la caída de la rentabilidad de algunos productos con otros”, asegura el ex secretario de Industria de la Nación.
Según el Observatorio Pyme entre el 2003 y el 2007 el precio de venta promedio del principal producto de las Pymes industriales aumentó 15,9%, mientras que en el mismo lapso, los costos directos de producción por unidad se incrementaron 43,6%.
“Si en un contexto de fuerte dinamismo de la demanda interna esta situación es aceptable, puede dejar de serlo en un contexto futuro con un nivel de actividad más normal", advierte Svarzman.
Con estas perspectivas, en un marco de puja distributiva y crecientes dificultades para competir con producción extranjera, los especialistas descuentan una ofensiva empresaria en procura de apoyo estatal.
La mano inteligente del Estado
Es probable que la administración de Cristina Kirshner decida incrementar el volumen de recursos directos a las pequeñas y medianas empresas, pero está por verse el alcance de este reparto.
Gustavo Svarzman no descarta que “se abra algún espacio para atender reclamos puntuales de sectores en crisis o que se vean afectados por políticas específicas, como el de lácteos u otros rubros vinculados al agro. Más allá de ello podría renovarse el apoyo a sectores con características específicas como Software o industrias intensivas en conocimiento y en líneas generales avanzar hacia instrumentos más horizontales, generalizados y neutrales”.
Por su parte un economista que dice haber aprendido los gestos y mensajes del poder político desde un sillón de asesor de una secretaría de Estado, asegura que “los tiempos de Papá Noel repartiendo subsidios alegremente están definitivamente en retirada”.
Algunas versiones que circulan en el mundo empresario hablan de que la actual administración económica se dispone a debatir acerca de la necesidad de una estrategia de inteligencia estatal para los tiempos que vienen.
¿Qué quiere decir esto?
En principio estaría hablando de hilar más fino en materia de políticas activas. O si se prefiere: hacer más selectiva la distribución de subsidios y promociones, reduciendo al mismo tiempo la dispersión que se advierte en la oferta de programas. Paréntesis: ¿acaso la posible recategorización de la Sepyme está vinculada a esta propuesta?.
Desde hace algún tiempo muchos economistas vienen planteando que no todos los sectores o empresas son “a la larga” económicamente viables, más allá de la coyuntura. No se trata de adherentes a la visión darwinista de los 90, que afirmaba que las Pymes estaban condenadas a desaparecer, pero se preguntan acerca de la conveniencia y los costos de mantener empresas ineficientes en una economía más o menos abierta.
Fuentes empresarias, que dijeron desconocer si esta línea de pensamiento tiene sus representantes en el equipo de Martín Lousteau, destacaron que allí la idea pasa por introducirle cambios a la política de subsidios.
En medio del hermetismo oficial, tal vez valga la pena tener en cuenta la opinión de Javier González Fraga, como se sabe un hombre cercano al actual ministro de Economía: “con los subsidios hoy se benefician los que más tienen, que están recalentando algunos mercados y empujando el proceso inflacionario al pagar tarifas subsidiadas o con los controles de exportaciones de carnes y lácteos, que permiten que un lomo que debería costar 60 pesos en el mercado interno cueste 20 y que quesos duros que deberían costar 70 pesos el kilo cuesten menos de la mitad”.
El ex presidente del Banco Central hizo esta reflexión hace unos días ante los asociados de la Unión Industrial de Santa Fe, ocasión en la que dijo, además, que “hay que pensar en financiar menos el consumo y más la inversión, porque si sólo se financia el consumo en detrimento de la inversión, se fomenta un exceso de demanda”.
Encontrarle la vuelta al financiamiento de la inversión es en efecto el desafío capaz de condicionar el crecimiento y la lucha contra la inflación.
De allí lo importante de hacer foco en instrumentos de fomento a la inversión en Pymes, que han dado buenos resultados en otros países y que en la Argentina cuestan implementar.
Chile, que desde hace años dispone del “Régimen de Reinversión de Utilidades”, incorporó en los últimos días un nuevo programa con ese fin: el Estatuto Pyme, a través del cual estas empresas podrán descontar de su Impuesto a la Renta el 8% de la inversión física.