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Sostener el crecimiento y bajar la inflación
1 de enero de 2011
Tras retomar un muy buen ritmo de crecimiento económico durante el 2010, la Argentina enfrenta en el 2011 el desafío de mantener a raya la inflación sin desalentar el consumo, en un año clave por la elección presidencial.
El año pasado la economía habría crecido alrededor del 8,5 por ciento, un nivel alto si se considera que los países desarrollados todavía naufragan en las consecuencias de la debacle financiera provocada por la especulación en el mercado hipotecario.
La demanda de commodities por parte de los países asiáticos, las ventas automotrices a Brasil y la recuperación notable de la siderurgia explican buena parte de la rápida recuperación argentina tras el impacto de la crisis en el 2009.
El despegue del consumo, alentado por fuertes subsidios desde el Estado pero también por la tracción que realiza el sector agroexportador, en especial sobre el mercado inmobiliario y la industria de la construcción, permitió mantener un mercado interno
muy activo y que los sectores formadores de precios siguieran recomponiendo márgenes de rentabilidad a niveles en muchos casos exorbitantes.
Con un Producto Bruto creciendo al 9 por ciento, es desaconsejable una inflación del 25 por ciento anual como la del 2010.
El problema para este 2011 es que los niveles de precios vuelven a proyectarse hacia el 30 por ciento, pero con una economía que desaceleraría su ritmo de expansión.
En un escenario electoral que definirá el mapa político para el período 2012-2015, se espera además un fuerte aumento del gasto público, que puede generar distorsiones en la economía.
Ante ese riesgo, la presidenta Cristina Fernández viene impulsando un Pacto Social aún en pañales y que tendrá otro capítulo esta semana, cuando vuelvan a reunirse referentes de la CGT y de la UIA.
La elevada emisión de moneda, que se evidencia en el Programa Monetario presentado por el Banco Central para el 2011, generará también presiones sobre la inflación y puede obstaculizar el acuerdo entre empresas y sindicatos.
El mediano y largo plazo.
Estos desafíos coyunturales no deberían hacer perder de vista la meta que la Argentina viene debatiendo desde hace décadas pero cuya inestabilidad política impidió encaminar: cómo aprovechar las ventajas competitivas del país para que un ciclo prolongado de crecimiento le permita poner proa al desarrollo.
Desde las principales esferas empresarias coinciden en que se está ante una oportunidad extraordinaria, porque los altos precios de los commodities convierten a la Argentina en protagonista del crecimiento de la economía mundial.
Pero si se miran los números del comercio exterior, se observa un déficit de manufacturas industriales: se exportan más productos primarios como soja, trigo, maíz o carne sin demasiados valor agregado, y se importan cada vez más productos industriales.
Por ello, los principales grupos industriales consideran que llegó el momento de pensar el desarrollo con la mirada puesta en los próximos 20 años.
Allí, la alianza con el Brasil jugará un rol clave, sostienen los empresarios, que incluso se entusiasman con la posibilidad de que la Argentina pueda terminar siendo al gigante del Mercosur, lo mismo que Canadá a los Estados Unidos.
El mayor problema para los sectores industriales es China, que a partir de su política centralizada y planificada de largo plazo, distorsiona los precios relativos y perjudica a países como la Argentina en el intercambio de bienes industriales.
China, una dictadura comunista, maneja al antojo del partido gobernante el rol de la mano de obra, y está aprovechando las materias primas que le vende la Argentina para encaminar su desarrollo y exportar productos con valor agregado.
Por eso también se observa con preocupación en el empresariado argentino que China esté adquiriendo en la Argentina empresas ligadas a la exploración, producción y desarrollo de petróleo y gas, minerales y hasta de soja.
Canjear materias primas en muchos casos no renovables por manufacturas industriales chinas es uno de los escollos clave que presenta el objetivo de alcanzar el desarrollo para la Argentina.
Otro de los problemas está vinculado con la creciente marginalidad social, que el crecimiento económico aún no pudo siquiera contener.
Aún en franco crecimiento, la economía argentina no es capaz de generar las fuentes de trabajo en cantidad, y mucho menos en calidad necesaria, para retomar el camino de la movilidad social ascendente.
La "cultura del trabajo", ese concepto preciado por el cual el sujeto se va convenciendo de que el esfuerzo vale la pena para alcanzar un futuro mejor para sí y para su familia, está en retroceso en la Argentina.
Las políticas de subsidios sin exigir nada a cambio fueron acertadas cuando el país ardía, pero se han cristalizado y corren el riesgo de dar nacimiento a una "generación perdida", que casi no vio trabajar a sus padres y puede terminar quedándose sin un rumbo claro.