La 16 Conferencia Industrial de la UIA reflejó el comienzo de un renovado romance entre los industriales y el gobierno, bendecido por la CGT.

La visita de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, su elocuente y sólido discurso, y el gesto imprevisto de quedarse a compartir el almuerzo con los dirigentes empresarios cautivó a los hombres de empresa y reflejó la oxigenada sintonía entre la Casa Rosada y los popes fabriles.

El tema inflación, talón de Aquiles del "modelo", ni fue mencionado por los principales empresarios -salvo Cristiano Rattazzi de FIAT-, y tampoco hubo alusión alguna en los discursos de cierre a reclamos de larga data, como la ley de riesgos del trabajo.

La insistencia en apuntar a un pacto social ganó terreno en la mayoría de los discursos, y fue bendecida por Moyano, casi tan requerido como Cristina.

La disparada del costo de vida, al final, terminará siendo funcional al gobierno, que se beneficia con más recaudación, y también a los dueños de los medios de producción, porque están en condiciones de remarcar lo necesario -recomponer márgenes le dicen- ante un consumo alentado por la emisión monetaria.

Apenas Rattazzi se acordó del tema precios, cuando advirtió que el Gobierno debe resolver "la plaga de la inflación".

Cristina aludió a "Cristiano" en un par de pasajes de su discurso, siempre con buen tono, y en ningún momento le reprochó sus críticas, al contrario, la Presidenta, de riguroso negro en medio del luto por la muerte de Néstor Kirchner, pareció dispuesta a convencer aún a los críticos y se tomó las palabras del mandamás de FIAT como un aporte constructivo.

Cristina ni siquiera mencionó la palabra "inflación" en un discurso que duró casi una hora.

¿Será que en la Casa Rosada piensan en que, si no se habla del tema, tal vez la gente se termine olvidando de que en la Argentina la inflación hace estragos en los bolsillos y está posibilitando encarar un ajuste que, no por ser más sofisticado, crea día tras días miles de pobres?