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Día de la Primavera y 'redistribución del ingreso'
21 de septiembre de 2010
El Día de la Primavera, que durante décadas en la Argentina fue motivo de alegría y festejo para miles de estudiantes, dejó esta vez al desnudo la nueva realidad de un país donde cada vez más vastos sectores están inmersos en la marginalidad y actúan con códigos emparentados con la delincuencia.
¿Será que esas bandas de marginales distribuidas por los bosques de Palermo robando celulares, zapatillas y cuanto objeto de valor tenían los chicos que sólo habían ido a festejar, reflejan el nuevo modelo de 'redistribución del ingreso' que impera en el país?
Muchos de esos marginales roban un celular que después venden por 10 pesos para comprar 'paco' o, en el mejor de los casos, una 'birra'. Y la rueda sigue girando y se agrava cada vez más, sin que se acierte en una política para revertir una crisis que hace impacto en los jóvenes, el sector al que más se debería cuidar.
En este 2010, miles de estudiantes que fueron a Palermo debieron pasarla mal cuando tenían que pasarla bien, y eso es responsabilidad de los adultos, en especial de los poderes públicos cuya misión era garantizar su seguridad.
El alcohol -excesivo como nunca antes en un Día de la Primavera- cumplió también su parte en toda esta historia que dejó 60 heridos y más de una veintena de detenidos.
Pero lo que más asombró de lo visto en esta Primavera 2010 fue que, como nunca antes, quedó al desnudo el grado de degradación social en el que va decantando la Argentina.
Y lo que más duele es que son los jóvenes las grandes víctimas de un sistema que va descendiendo escalones día tras día.
Las polémicas políticas sociales parecen incapaces ya de contener el grado de conflictividad social que atraviesa a miles de chicos que, tal vez, lo único que hayan conocido desde que nacieron es la marginalidad.
La pregunta es qué pueden hacer los gobiernos y las organizaciones no gubernamentales de la sociedad civil para revertir un proceso de degradación que asusta y pinta como un camino sin retorno en una Argentina donde todos los indicadores están 'pum para arriba', pero los conflictos, la violencia y la degradación moral y social son moneda corriente.