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Aumento tarifario preocupa más de lo pensado
25 de enero de 2007
No se sabe si es por efecto de las vacaciones o por el evidente interés de las grandes cámaras empresarias de hacer buen letra con el Gobierno, pero lo cierto es que el aumento de tarifas en gas y electricidad para los grandes consumidores, no causó el revuelo que podía haberse esperado.
También es cierto que la medida no tomó por sorpresa a nadie, porque todo el mundo sabía que el ajuste estaba pendiente y que tarde o temprano tenía que ocurrir.
La bronca, en todo caso, parece haberse concentrado en cámaras y federaciones intermedias y del interior y entre aquellas empresas que no pueden trasladar la variación de costos a sus precios.
En el fondo los empresarios saben que la actualización de tarifas se produce en momentos de crecimiento de las ventas, pero también en coincidencia con un importante aumento de los costos de producción.
En una palabra, para muchos, el aumento del gas y la electricidad es leña sobre el fuego. Con el agravante de que las empresas de varios sectores deberán absorber dichos aumentos, ya sea por los controles fijados por el Gobierno o por razones de competitividad.
Sinceramiento y presión sobre precios.
Jorge Hernández, secretario de la flamante Federación Económica de la Ciudad de Bs.As. (FECIBA) dice que los aumentos de tarifas, como los de sueldos, tenían que darse tarde o temprano, porque forma parte del reacomodamiento de precios que está pendiente desde la crisis.
“Es natural que así ocurra. El tema es si el mercado está preparado para esto, porque el impacto de los precios de las tarifas de los servicios públicos, es muy especial hoy en día. Pero a eso hay que agregarle las complicaciones del sector, como las dificultades para financiarse y los juicios laborales, que son una carga bastante pesada”, dice Hernández.
El empresario hace un enfoque integral de la problemática Pyme. No se trata sólo de ver el impacto de los aumentos de costos en las cuentas empresarias, sino también el escenario económico en el que se mueven estas empresas, en el que no todas son rosas.
Si bien la mayor parte de las firmas ha logrado recomponer sus márgenes de rentabilidad en los últimos años, hoy enfrentan dificultades para consolidar esa situación y en algunos casos, hasta amenazas a su propia sobrevivencia.
Raúl Lamacchia, presidente de Federación Económica de la Provincia de Buenos Aires (FEBA) dice que el ajuste del 15% en la energía eléctrica para industrias y grandes comercios es preocupante y está vinculado a la crisis energética que arrastra el país, producto de la falta de inversiones en el sector.
“La medida está poniendo presión sobre los precios, que sin dudas se forman en base a los costos, por lo que habrá traslado a precios. Creo que el ajuste también debió aplicarse a usuarios residenciales, con una diferenciación respecto al nivel de consumo de las familias”, dijo Lamacchia.
Pero si bien es cierto que no todas las Pymes están en condiciones de absorber el aumento de tarifas, también es cierto que muchas no tienen otro remedio.
Martín Becaas, titular de Tornillos Suipacha, afirma que durante el año pasado sólo pudo incrementar sus precios de venta en 5%, por lo cual debió hacerse cargo, entre otros, del 19% de aumento salarial. Ahora descuenta que deberá hacer los mismo con el aumento de la luz y no por un acuerdo de precios con la Secretaría de Comercio, sino para no seguir perdiendo porciones de mercado a mano de la producción china.
El empresario, que paga la tarifa eléctrica T2 (1000 pesos cada treinta días), asegura que “la rentabilidad de producir aquí está fuertemente cuestionada y cada vez se va mellando más, lo cual nos ha obligado a empezar a importar para mejorar un poco los márgenes”.
La firma produce entre 18 y 20 toneladas de tornillos por mes y durante todo el año pasado importó 15 toneladas, a precios por demás convenientes, dice.
Absorber o trasladar
La situación es más complicada en las llamadas empresas energía –intensivas, aquellas cuya producción depende fuertemente del componente energético.
El responsable a cargo de una fundición de materiales no ferrosos, del Gran Buenos Aires, cuyo propietario estaba de vacaciones, estimó que la incidencia de la electricidad en el establecimiento puede ubicarse entre el 10 y 12% de los costos totales de producción.
La fuente dijo no tener dudas de que peor que los aumentos sería la repetición de cortes en el suministro, pero aclaró que “en nuestro caso el aumento irá a parar de lleno a los precios de venta”.
En cambio, el gerente de una fábrica de vidrios, que le compra a Cammesa, el proveedor mayorista, asegura que en ese mercado “nunca faltaron aumentos de precios y de alguna forma se los llevó a nuestros precios”.
El empresario agregó que eso no le molesta tanto como el seguimiento -“tipo marca personal”- de Cammesa, sobre la firma: “nos llaman a cualquier hora del día para pedir explicaciones por desvíos en el consumo”, dice.
Por su parte, Mario Galissi presidente de la Asociación de Pequeñas y Medianas Empresas de Rafaela, dice que "las Pymes no pueden seguir absorbiendo aumentos de costos, por lo menos hasta que el gobierno nacional no se decida por llevar a cabo una reforma tributaria para el sector”.
El dirigente dice que la energía eléctrica “es para la industria como el gasoil para los camiones, o sea fundamental y la continuidad de aumentos perjudica mucho en una zona donde infinidad de Pymes están haciendo el esfuerzo de exportar”.
En tanto que la Unión Industrial de Santa Fe, manifestó su “profunda preocupación” por el aumento de tarifas retroactivo dispuesto por la empresa provincial de energía (EPE), que a diferencia de lo establecido por el gobierno nacional, prevé aumentos de hasta el 30% y alcanzará a usuarios residenciales.
En un comunicado dado a conocer la semana pasada, los industriales santafesinos aseguran que la decisión de la empresa provincial afectará la economía de las Pymes, “las mayores generadoras de puestos de trabajo en la provincia”, dice la central industrial santafesina.
Distribución del esfuerzo
El ajuste de las tarifas significa transitar lo que algunos llamarían el camino de la normalidad. Correspondía hacerlo y sin dudas privilegia los intereses de compañías que, vale la pena recordar, no perdieron plata en este tiempo, pero tampoco invirtieron lo que correspondía para garantizar la calidad del servicio.
Para ello el Gobierno eligió repartir el esfuerzo entre los grandes consumidores, pero en esa bolsa entraron desde las Grandes Empresas del país, con facturaciones por encima de los 60 millones de pesos anuales, hasta la vasta franja de Pymes con muy diferentes números y realidades.
Por ahora han quedado a salvo los consumos residenciales de Edesur y Edenor que, también debería recordarse, no todos corresponden a segmentos empobrecidos de la sociedad o a la devaluada clase media local.
En definitiva parece existir conciencia de que el Gobierno hizo bien en encarar el ajuste de tarifas, más allá de sus efectos, sobre todo si con ello se apunta a promover inversiones que mejoren la oferta de energía en el mediano y largo plazo.
Pero queda flotando la impresión de que pudo hilar más fino en la elección de los segmentos económicos que contribuirán a financiar esas inversiones.