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¿Presión fiscal o sistema impositivo anárquico?
24 de agosto de 2006
La definición la soltó hace unos días un empresario en charla de café: lo que mata no es la presión fiscal sino la anarquía del sistema impositivo.

El peso de los impuestos sobre los costos de producción y la evasión impositiva, han sido siempre una de las mayores preocupaciones empresarias. Y los tributaristas explican que en mayor o menor medida el panorama se repite en todos los países, pero en la Argentina la situación presenta agravantes.

La presencia de impuestos superpuestos; retenciones y anticipos y ciertos gravámenes municipales, ciertamente complican a las empresas. Si a esto se agregan las distorsiones que datan de la época de la ‘emergencia económica‘, como el impuesto al cheque o la ausencia de ajuste por inflación en Ganancias, alcanza para que los empresarios pongan el grito e el cielo.

“Nuestro sistema impositivo es realmente absurdo. Cuando se pagan impuestos que son razonables, como el impuesto a las Ganancias realizadas, nada se puede objetar. Pero otro es el caso de Ganancia Mínima Presunta, porque se tiene que pagar así la empresa pierda dinero en su ejercicio. Otro caso es el impuesto a los débitos y créditos bancarios, que es una invitación a prescindir de los bancos y a pagar en negro. Además, en todos los países se fomentan las exportaciones, en cambio aquí no se premian ni subsidian y se deben pagar altos impuestos sobre cada dólar que se exporta”, afirma Leopoldo Orsay, presidente del Parque Industrial de Escobar, entidad que agrupa a 213 empresas de diversos rubros.

Quejas de este tenor son moneda corriente en cualquier conversación entre empresarios argentinos, porque, como dice Orsay, cuanto “más impuesto pague un industrial menos capital tiene para su compañía”.

De todos modos el sistema registra un creciente cumplimiento impositivo por parte de las empresas, que más allá del crecimiento económico, también se lo empieza a adjudicar a un cambio cultural en marcha.

Según AFIP el incumplimiento del IVA, que es el impuesto más fácil de medir en este sentido, se redujo en 11,5 puntos porcentuales en los últimos tres años, permitiendo la recuperación de 5.200 millones de pesos en materia de recaudación.

“Sin dudas que es un dato alentador y podemos inferir que las empresas le están dando mayor valor al pago de impuestos. De a poco están descubriendo que el impuesto tiene un sentido social”, dice Sergio Rufail, Subdirector general de servicios al contribuyente de la AFIP.

Presión fiscal y evasión

Algunos especialistas se preguntan si la reducción de la evasión en estos términos, coincidentemente con el aumento de costos de producción, como insumos y salarios, no está, por lo menos, poniendo en dudas la existencia de una gran presión impositiva en la economía local, como se dice desde hace tiempo.

De acuerdo al Presupuesto de este año, la presión tributaria total, esto es sumando tributos nacionales y provinciales, se ubica en torno al 26% del PBI, cuando en Brasil es del 36,5%, en Francia del 45% y en Suecia del 52%.

Pero el tema puede plantearse desde otra óptica. En un trabajo denominado ‘Presión Tributaria sobre el sector formal de la economía’, Fundación Fiel destaca que en realidad la presión real sobre este sector de contribuyentes es muy superior a ese indicador.

“El sector formal de la economía paga impuestos que representan un tercio más que la presión tributaria promedio, es decir casi un 40% de su valor agregado”.

De esta forma, asegura Fiel, una empresa argentina en ‘blanco’ tributa como si estuviera radicada en España; mientras que una firma que trabaje en la informalidad soporta una carga tributaria de un país con un producto varias veces menor, como Jamaica o Guatemala.

Dice Celina Boccazzi, directora de la consultora ConsuPyme, que el problema de la informalidad en las empresas tiene su origen en una cuestión cultural. “Cuando el empresario advierte que la empresa se le va de las manos, en vez de trabajar los costos y la política comercial, piensa en dejar de pagar impuestos. Y aquí es donde pueden hacer docencia los contadores, porque hay muchas pautas que permiten pagar el menor impuesto sin evadir, por ejemplo a través de una buena política de compras, de ventas y gastos”.

De todas formas habrá de convenirse que en la actualidad no es negocio evadir y que la mejora de la actividad económica de los últimos años ayudó a que muchas empresas regularizaran su situación.

Se suma a ello el carácter regresivo del sistema local, que grava bastante menos la renta y el patrimonio que los países desarrollados.

Un reciente comunicado de APYME (Asamblea de Pequeños y Medianos Empresarios) recuerda que “en el 2005 la recaudación del IVA sumó 36.833 millones de pesos y la de Ganancias, 28.045 millones. Ello indica la enorme desproporción de la incidencia de la presión fiscal entre contribuyentes. Similar consideración se puede extender a la presión que soportan las Pymes en relación con las grandes empresas, en especial con las monopólicas y oligopólicas”.

Pablo Tigani, titular de Hacer Group, se inclina por hacer un análisis más amplio de la realidad de las Pymes como contribuyentes.

“Si a la presión tributaria, supuestamente menor a la de otras naciones, le sumamos las altas tasas de interés, la falta de crédito, las enormes exigencias de los bancos en términos de garantía, la carencia de estímulos y apoyos, completamos un cuadro realmente desfavorable, donde los impuestos se hacen muy pesados”, dice Tigani.

La mochila

Celina Boccazzi asegura que “la política impositiva no es flexible y no es la más adecuada para las Pymes, pero no creo que desaliente la producción. En algunos países, como España, la tasa de Ganancias está por encima del 40% y acá es del 33%”.

Sin embargo la consultora advierte que algunos puntos ayudan poco y nada a la competitividad y desarrollo de estas empresas.

“Cuando una Pyme quiere exportar en forma independiente a otra empresa independiente, radicada en un país de baja o nula tributación, se ve obligada a presentar la DDJJ de Precios de Transferencia, que lleva altos costos de presentación, por las técnicas requeridas en el sistema”.

Por su parte Leopoldo Orsay afirma que “si la devolución del IVA da un crédito a favor del exportador, es muy difícil de compensar dado que las ventas por exportaciones no generan IVA y las compras en el manejo de la empresa obligan a pagar este impuesto. El resultado es un creciente crédito por IVA que figura en los Libros pero no se convierte en dinero”.

Por supuesto que las distorsiones también afectan la competitividad de las mas chicas.

Antonio Marchetta, presidente del Centro de Almaceneros de Paraná, dice que “el pequeño comerciante que quiera hacer bien las cosas, siempre está en desventaja frente a las grandes cadenas que tributan mediante convenios multilaterales en otras provincias, lo cual en algunos casos les permite pagar menos de la mitad en Ingresos Brutos, por ejemplo”.

Si de este impuesto se trata, las críticas de consultores y empresarios son coincidentes: se superpone con Ganancias y con el IVA, por la diferencia entre la compra y venta y no permite deducir gastos.

Por todo esto desde diversas cámaras de Pymes, se reclama una reforma tributaria integral y progresiva que contemple especialmente la situación de estas empresas. Mientras tanto, aplauden iniciativas como la amortización acelerada de las inversiones y la devolución inmediata del IVA, o la promesa de desgravar las ganancias reinvertidas en las empresas.

Para Pablo Tigani, una buena noticia de reforma fiscal sería la exoneración por tres años de impuestos nacionales, provinciales y municipales, para las empresas nacientes. ”El Estado invertiría en una actividad con alta tasa de retorno, contribuyendo a la supervivencia de las empresas en esos primeros años y ayudándolas a generar un flujo de ingresos constante y sustentable en el tiempo”.