Con un escenario de recuperación económica en marcha, frenar la inflación aparece como el gran desafío para la administración de Cristina Kirchner en 2010, cuando la Argentina podría crecer por encima del 4 por ciento.

El retorno a un crecimiento del Producto Bruto promete generar más empleo, pero también puede profundizar los conflictos sociales entre los sectores más postergados, cuyos bolsillos flacos se vieron afectados con fuerza por la suba del costo de vida en el 2009.

A contramano de lo que se esperaba, la desaceleración económica de este año no se tradujo en un enfriamiento de la inflación -por ejemplo, la carne aumentó 20 por ciento en diciembre-, y esto anticipa un dolor de cabeza para el equipo
timoneado por Amado Boudou.

Por eso, desde Economía ya hicieron trascender que irán muy fuerte el año próximo sobre los "formadores de precios", aquellos sectores industriales que fijan los valores de rubros sensibles como alimentos y bebidas.

Así, es de esperar que la estrategia del "garrote" instrumentada por el secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno, con suerte dispar, vuelva en toda su dimensión.

El viceministro de Economía, Roberto Feletti, adelantó que el Gobierno utilizará dos vías para evitar que la reactivación impacte en los precios: la política macroeconómica en la que converjan las tasas de interés y el tipo de cambio controlado, y observar el comportamiento de los formadores de precios.

"Pronosticamos una inflación IPC del 7 por ciento. Pero desde el punto de vista de las empresas, nos preocupa la actividad de los formadores de precios. Varias veces intervino la Secretaría de Comercio porque tenemos un mercado muy concentrado, y hay
empresas que en lugar de invertir para expandir la oferta, aprovechan para aumentar los precios", sostuvo Feletti.