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Un sistema tributario poco amigable
5 de enero de 2005
Pasa el tiempo, pasan los gobiernos y los ministros de Economía, y el tema de la presión impositiva, junto con el acceso al crédito, sigue siendo el gran obstáculo para las pequeñas y medianas empresas.
Aunque no menos cierto es que las Pymes han encontrado la fórmula para conciliar aquellos dos puntos críticos, al financiarse con el no pago o la cancelación atrasada de impuestos.
En momentos de un sólido superávit fiscal, con las acciones de la producción y las pymes en alza, cabe plantearse si no habrá llegado el momento de pensar un sistema tributario más simple y amigable para las mas chicas.
Celina Bocazzi, tributarista y directora de la consultora Consupyme, afirma que “la principal característica del sistema tributario argentino es su complejidad.
Para atender una Pyme, en materia tributaria, es necesario especializarse, cuando en la mayoría de los países desarrollados existen sistemas simplificados para esas empresas”. Según la especialista el esquema argentino tiene más enmiendas que cuerpo orgánico, algo que hace imposible que un contador esté permanentemente actualizado en la legislación vigente.
En lo global está fuera de discusión que el sistema tributario local es regresivo y que países desarrollados como Japón y EEUU, gravan mucho más la renta o las ganancias que la Argentina.
Se discute en cambio si en realidad se trata de una presión fiscal insostenible, como muchas veces se la define o son las deficiencias en la gestión, lo que impide el crecimiento de las empresas.
Y hay un par de cosas que están más claras: para muchas firmas la evasión constituye una mejora desleal de la competitividad o sea una ventaja frente a sus pares que pagan los impuestos religiosamente.
Y segundo: así como para el Estado la recaudación fiscal es una variable hipersensible, para el contribuyente el pago de impuestos impacta en su ‘víscera más sensible’, lo que lleva a recordar el viejo axioma de que ‘a nadie le gusta pagar impuestos’.
Pagar para qué
Hace unos meses en las jornadas de IdeaPyme, Alberto Abad, director de la AFIP, dijo que “hay que terminar con aquello de que si pago, vivo tranquilo pero me siento estafado; si no pago vivo intranquilo y siento temor a ser castigado y por lo tanto pago menos y soy un evasor justificado por la injusticia”.
Claro que si de justificar se trata desde la vereda empresaria se pueden escuchar otros argumentos: desde el clásico ‘pagar equivale a enriquecer funcionarios corruptos, hasta el más sutil de que el impuesto no vuelve al pueblo’.
Marcelo Fernández, presidente de la CGE, dice que “la evasión no es resultado de la carga impositiva sino de una cultura que hay que procurar desterrar entre todos. La falta de credibilidad del destino de nuestros impuestos hizo que el cumplimiento de nuestras obligaciones fuera postergado, esperando una señal clara de nuestras autoridades”.
Para el dirigente, “los empresarios debemos cumplir con el Estado para exigir luego que el Estado cumpla con nosotros, a través de los servicios de salud, seguridad, empleo, etc”.
Abad recuerda que los países escandinavos, con Noruega a la cabeza, tienen una muy alta presión impositiva y los mejores indicadores de Desarrollo Humano del mundo. Pero lo cierto es que, por distintas razones, entre las que no debería faltar el estigma del Estado mínimo de los 90, la presión impositiva local no se compadece con las prestaciones que se esperan de aparato público general. Y desde ya que allí también juega el alto nivel de incumplimiento tributario.
Gen evasor y tributo maldito
Pasan los tanques de la DGI, pasan las amenazas de los funcionarios y los operativos antievasión en rutas y aduanas y la recaudación puede mejorar y hasta ser excelente, pero sigue habiendo evasión.
“Es que acaso los argentinos nacieron con un gen evasor”, se pregunta Julita Maristany, titular de la consultora BQA y presidente de la Comisión Pyme de la CAC (Cámara Argentina de Comercio).
“Aquí, pese a que es anticonstitucional, pagamos impuestos sobre impuestos. Pagamos impuestos distorsivos como Ingresos Brutos. El consumidor paga un IVA descomunal y todo ello contribuye a que evadir sea un muy buen negocio. De hecho hay una economía informal del orden del 45%”, dice Maristany.
El impuesto al cheque e Ingresos Brutos son considerados los tributos malditos del esquema vigente y se cree que junto con los municipales, son los que más inciden en la competitividad de las empresas. “Ingresos Brutos, con una alícuota que va del 3 al 4,5% según la jurisdicción, se superpone con Ganancias por los ingresos y con el IVA por la diferencia entre la compra y venta. Pero además tiene el agravante que no permite deducir ningún gasto”, asegura Bocazzi.
Un capítulo no menor es la presión de las cargas sociales, que a pesar de los esfuerzos del gobierno, ha venido favoreciendo el empleo en negro.
“La carga total sobre la nómina salarial mensual se ubica en torno al 52%, incluyendo beneficios como aguinaldo y vacaciones. Y sin incluir por supuesto la doble indemnización por despido, o los conflictos por horas extras y diferencias salariales”, afirma Boccazzi. Según la tributarista es importante que las Pymes hagan previsiones de futuros litigios laborales, porque “en caso de conflicto corren el riesgo de tener que cerrar o declararse en quiebra, una situación que bien podría derivar en una nueva industria del juicio”
La presión y los cambios
Según el Informe sobre Desarrollo del Banco Mundial, los ingresos tributarios promedio de los últimos años en la Argentina, se ubican en torno al 19% del PBI. Por debajo de esa presión se ubican países como Chile (18%) y Colombia, Perú y México (menos del 15%). Y por encima Holanda (43%); Noruega, Suecia e Israel (36%), España (28%), Alemania (27%) y Australia (23%).
“No tenemos un gran presión impositiva. El mayor grado de presión deriva de los plazos perentorios de la recaudación. Personalmente creo que los impuestos deberían ser tales que le permitan ganar al Estado y también a las Pymes”, asegura Boccazzi, quien propone un sistema simplificado para estas empresas.
En los últimos meses la AFIP avanzó en esa dirección con los cambios en materia de deducciones de ganancias, (prácticamente solo quedaron gastos vinculados a la operatoria); con la simplificación del monotributo, (una suerte de blanqueo para muchos microemprendedores), y con una experiencia piloto de ventanilla única en las provincias de Salta y Córdoba (que unifica todos los trámites).
Sin embargo, especialistas y empresarios coinciden que lo más importante que se debe hacer aun sigue pendiente.
Así, Bocazzi propone sacar Bienes Personales y sugiere revisar la alícuota de Ganancias. Y si bien está de acuerdo en que la tasa del IVA es muy elevada, dice que lo peor de este impuesto es que “rige sobre lo devengado, o sea antes de que el empresario cobre, por lo que siempre se lo está anticipando”, lo cual tiene un alto costo financiero para las Pymes.
“Los impuestos a los nuevos empleos y el IVA en provincias, con realidades diferentes, deberían tener un descenso paulatino para fomentar la toma de gente en las pymes y para que las inversiones no recaigan solo en las provincias que tienen mejores recursos”, asegura Marcelo Fernández
Maristany, por su parte, dice que hace falta un sistema concreto y real que permita al empresariado Pyme ponerse en regla con la AFIP y no con el RAFA, que es más de lo mismo.
“En España, a los emprendimientos empresarios que se inician les dan una suerte de CUIT provisorio por dos años, durante los cuales no pagan impuestos. No sólo lo hacen para promover la actividad emprendedora, sino también porque descubrieron que les resulta más caro controlar los microemprendimientos, que dejarlos que se desarrollen y que paguen impuestos en alguna etapa de la comercialización”, dice.
No es una mala idea para empezar a pensar un sistema tributario más amigable para las más chicas.