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Cristina, sin nada de la suerte de Néstor
20 de octubre de 2008
Todo el escenario favorable que tuvo Néstor Kirchner para gobernar con bonanza económica durante cuatro años y medio, parece haberse terminado casi desde el mismo día en que su esposa, Cristina Fernández, se sentó en el Sillón de Rivadavia.

Como si el destino hubiese decidido que todo lo dado a uno se lo quitaría al otro, mientras Néstor gobernó en una etapa en que los precios de los commodities argentinos estaban por las nubes, Cristina afronta ahora un escenario de declive total de precios, donde la soja cayó casi a la mitad del valor que tenía hace apenas unos meses.

Cuando Néstor se veía favorecido por la política de la Reserva Federal de rebajar las tasas de interés a niveles cercanos a cero, ahora el costo del crédito se dispara al ritmo de una inédita crisis financiera mundial.

Durante el Gobierno del patagónico se crearon millones de puestos de trabajo, de la mano del prolongado rebote tras la debacle del 2001.

Ahora, crisis financiera mediante, la administración de Cristina debe lidiar con suspensiones en distintos sectores de la economía, que amagan convertirse en despidos rápidamente.

Ni siquiera el Congreso, que aprobó en forma disciplinada cada uno de los proyectos que requirió el kirchnerismo desde el 2003 en adelante, ahora responde a pie juntillas. En cambio, plantea objeciones a muchas de las iniciativas impulsadas desde el Poder Ejecutivo.

Algo similar ocurre con las provincias, donde varios gobernadores oficialistas empiezan a objetar la forma en que se redistribuye la Coparticipación.

Ejemplos abundan sobre cómo el gobierno de Cristina debe afrontar un escenario de adversidad, mientras su esposo atravesó un momento de bonanza.

Por si faltaran problemas, hasta Venezuela, que sirvió de sostén financiero al gobierno de Néstor, ahora afronta un problema mayúsculo, con la formidable caída en la cotización del barril de crudo, que en apenas unos meses se desbarrancó a menos de la mitad y licúa sus ingresos como país petrolero.

Ante este cuadro de situación, el gobierno de Cristina adoptó la decisión de desensillar hasta que aclare, y tratar de proteger al mercado interno y evitar la destrucción de fuentes de trabajo.

Por ello la Presidenta le pidió a los empresarios que cuiden las fuentes de trabajo y resistan el mal momento sin despedir gente.

Los empresarios se mostraron receptivos ante el pedido presidencial, pero a cambio quieren protección a través de todos las herramientas que brindan los acuerdos suscriptos en el marco de la Organización Mundial de Comercio.

Por eso, Cristina le pidió a la jefa de la Aduana, Silvina Tirabassi, estar más alerta que nunca para detectar el ingreso de mercadería subfacturada y aplicar a rajatabla los mecanismos para frenar importaciones, atendiendo los pedidos de sectores clave
como textil, calzado, juguetes y otros.

La Presidenta le dijo a los empresarios que si bien hay vocación de mantener el superávit fiscal, el Gobierno no dejará de hacer obra pública, pero priorizará aquella que permita generar mano de obra intensiva.

En su reunión con los hombres de negocios, Cristina les pidió mantener los niveles de precios, y se comprometió a seguir haciendo gestiones para que la CGT postergue sus reclamos de aumentos de sueldos, como lo hizo con éxito ante Hugo Moyano.

En estas horas aciagas, en la última semana subieron las acciones de Martín Redrado en el entorno presidencial.

El jefe del Banco Central acertó por ahora en su estrategia para contener el dólar sin una sangría mayúscula de reservas.

Economistas ultrakirchneristas sugerían imitar a Brasil y dejar que el dólar se disparara a alrededor de 3,50 pesos, para luego bajarlo de golpe a 3,40 y estabilizarlo ahí.

Redrado apeló a una artillería gradual combinada con suba de tasas, y por ahora congeló la divisa a 3,23, un nivel que no presiona tanto sobre la inflación, otra de las preocupaciones de la Casa Rosada, aunque disgusta a la UIA, que ya salió a reclamar una devaluación mayor.

Brasil siguió el camino contrario a la Argentina y le fue mal. Hay preocupación en el gobierno de Lula Da Silva por la feroz fuga de divisas de las últimas semanas y la corrida especulativa contra el mercado brasileño, que sorprendió a propios y extraños.

Por si faltara poco, existen sospechas sobre el manejo que Brasil hizo del dólar, y desde sectores políticos denuncian que se buscó favorecer a corporaciones de fuerte peso exportador.

Pero el principal drama de esta hora es que Estados Unidos, principal aspiradora de fondos desde los países asiáticos -los mayores compradores de los commodities de la Argentina-, ya entró en recesión, y eso terminará de cambiar la historia.