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Cristina se hartó y cortó por lo sano
18 de marzo de 2008
Harta de las peleas que protagonizaban Alberto Abad y Ricardo Echegaray, la presidenta Cristina Kirchner decidió cortar por lo sano y meter mano en una de las áreas más sensibles del gobierno, nada más y nada menos que la responsable de recaudar, combatir la evasión, y controlar la entrada y salida de mercaderías.
La decisión de Cristina de "aceptar" ambas renuncias fue también una salida salomónica para una crisis de largo aliento.
Es que Abad era un funcionario heredado de la gestión de Eduardo Duhalde que se respaldaba en su exitosa campaña recaudatoria y de buen diálogo con Cristina, mientras que Echegaray era un hombre nombrado por Néstor Kirchner, que venía de la Patagonia.
Cristina, en una clara señal de autoridad, les pidió la renuncia a ambos y puso al frente de la AFIP a Carlos Fernández, un técnico que se venía desempeñando en la Jefatura de Gabinete.
Así, la presidenta volvió a confiar en Alberto Fernández a la hora de nombrar a un funcionario.
De paso, tendrá la posibilidad de moldear a su gusto el funcionamiento de un organismo que maneja miles de millones de dólares y que tiene pendiente aún una profunda reforma en materia de supervisión del comercio exterior y, en el mediano plazo, una
reforma impositiva.
La relación entre Abad y Echegaray había llegado a su punto de ebullición en enero último y se agudizó en los últimos días a partir del anuncio de cambios en el sistema de control informático "María".
Abad había logrado instalar una virtual "conducción paralela" a la de Echegaray en la Aduana, mediante el reemplazo de funcionarios.
El jefe de la Aduana buscó hacer valer sus lazos con Néstor Kirchner, pero la jugada no le salió y ambos se tuvieron que ir a su casa.
El mensaje de Cristina también fue claro para el resto de los funcionarios: "Basta de peleas, a trabajar".