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Passarella salvó su puesto
El cabezazo de Radamel Falcao García le permitió, no sólo salvar a River, sino también mantener al Kaiser en su puesto, en medio de insultos y críticas de los hinchas
27 de septiembre de 2007
El presidente de River, José María Aguilar, y el entrenador, Daniel Passarella, caminaron la noche del jueves por la cuerda floja y faltó muy poco para que la
crisis en el club se agravara un poco más y el enojo de los hinchas se hiciera sentir nuevamente.
Es que Botafogo ganaba 2-1 y tenía ventaja numérica, porque el elenco de Núñez jugaba con nueve hombres, además de superar futbolísticamente a un local que parecía derrumbado.
En esos momentos comenzaron los insultos para el "Kaiser", Aguilar y la dirigencia, pero Radamel Falcao García apareció para darle la clasificación al "millonario" y calmar (al menos por algunos días) los enojos del simpatizante "millonario".
Cuando algunos dirigentes oficialistas y toda la oposición se preparaban para pedir nuevamente la renuncia del técnico, ya que no iban a esperar una caída en el superclásico, apareció el coraje de un equipo disminuido para lograr la ventaja necesaria y así avanzar a los cuartos de final.
Durante el partido con el Botafogo, los hinchas se dedicaron a alentar al equipo, pero cuando lo expulsaron a Federico Lussenhoff, a los 12 del complemento, comenzaron las reprobaciones para Aguilar y Passarella.
La situación se complicó cuando el elenco brasileño marcó el 2-1 parcial y enseguida se fue expulsado Oscar Ahumada, porque a partir de ese momento pidieron por la renuncia de la dirigencia, de Aguilar y del propio Passarella.
"Passarella botón, vos sos hincha de Boca la p... que te parió", fue uno de los primeros cánticos que retumbaron en el Monumental.
Posteriormente se escuchó el ya clásico "que se vayan todos, que no quede ni uno solo" y luego llegó el "hay que gritar, hay que gritar, porque esta noche se va Aguilar".
Luego, los ánimos se calmaron porque Andrés Ríos marcó el 3-2 que dejaba a River a un gol de la clasificación, mientras los simpatizantes esperaban el milagro, que llegó en el final cuando Radamel Falcao García puso la cabeza para el 4-2 definitivo.
A partir de ese momento, todos se olvidaron de Aguilar, de Passarella y de los demás dirigentes para gritar y festejar con todo un triunfo que cayó como agua bendita en Núñez.