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Estreno de la semana: robots, mucho despliegue visual y poco carisma
Resucitando una serie animada de los 80, "Transformers" muestra su abultado presupuesto en efectos especiales como principal virtud, pero no termina de convencer
18 de julio de 2007
Para quienes no lo recuerdan, digamos que existió, allá por la década del 80, una serie de dibujos animados que se llamaba “Transformers” y que, a su vez, fue ideada como novedoso método de promoción de un conjunto de juguetes de la marca Hasbros. El programa, repleto de robots que se transformaban en autos o en aviones o en tractores, tuvo en la Argentina su pequeña legión de infantes seguidores y llegó a alzarse con cierta fama.
Los más memoriosos recordarán que, por aquella época, también existió otra serie del mismo tono llamada “Robotech”, que le pasó el trapo a los “Transformers”, no sólo por su factura técnica superior, sino por su trama mucho más sutil, por sus personajes mucho más profundos y por sus episodios, mucho más entretenidos.
Pero eso es historia vieja y sirve únicamente como ramificación frente a la actualidad de la cartelera, que hoy nos vuelve a enfrentar a los camaleónicos “Transformers”, ahora devenidos en protagonistas de un largometraje de 144 minutos.
Los pergaminos previos de este filme confunden. Por un lado, su productor es Steven Spielberg, a quien se le podrán achacar miles de defectos, pero sigue siendo uno de los cerebros más inquietos y creativos de Hollywood. Por otra parte, su director es Michael Bay, quien nunca pudo terminar de redondear una película íntegramente satisfactoria: ni “Pearl Harbor”, ni “Armageddon”, ni “La roca”, ni “La isla” son productos que convenzan por completo. Algunas son mejores, otras decididamente malas, pero ninguna deslumbra.
Tampoco, por cierto, deslumbra “Transformers”. Pero antes de dictar sentencia, repasemos su argumento, que replica el conflicto básico de aquella serie ochentosa. Hay aquí dos tipos de robots: los Autobots y los Decepticons. Los primeros son buenos, casi sin dobleces. Los segundos, malísimos. Los Decepticons llegan a la Tierra a liberar a su líder, que permaneció milenios enterrado en el Ártico. Los Autobots llegan para evitar que eso suceda y, de paso, salvar a la Humanidad.
En medio de todo el entuerto tecnológico queda el adolescente Sam Witwicky (interpretado por el ascendente Shia LaBeouf), quien sin saberlo tiene en su poder la clave de todo el conflicto cósmico. Y alrededor de Sam Witwicky giran los personajes secundarios: Mikaela (la bonita, pero algo desabrida Megan Fox), el capitán Lennox (un inexpresivo Josh Duhamel) y el secretario de Defensa John Keller (el veterano Jon Voight, quien hizo dos o tres películas enormes y nunca más le acercaron un desafío decente). Hay otros, por supuesto, e incluso actúa John Turturro, pero nada que valga la pena mencionar.
Los efectos especiales que crean a estos demenciales robots, hay que reconocerlo, son excelentes. Tan buenos son que los productores se engolosinaron y nos regalan interminables persecuciones de “Transformers” que muestran todo el despliegue visual que lograron mediante la aplicación de la última tecnología, pero que, a la larga, aburren un poco.
En una entrevista reciente, Michael Bay confesaba que, después del estreno de “Transformers”, se le acercaban fanáticos que le decían: “Lo siento. Todavía me parecés un mal director, pero ahora te amamos”. La sensación de esos fanáticos no puede ser más genuina.
El ánimo que nos deja “Transformers” es que hubo mucho trabajo y mucho esfuerzo depositados en la adaptación cinematográfica del dibujo animado. Y, en definitiva, todo fue en vano. El filme, con todo su presupuesto y toda su promoción detrás, no llega a ser odioso, no llega ni siquiera a ser malo. Pero está lejos de transformarse en una pieza enteramente disfrutable.
En definitiva, es otra película de Michael Bay. La Providencia quiera que el día que se les ocurra hacer un largometraje basado en “Robotech”, los productores no piensen en él.