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El Papa Francisco se dio un 'baño de pueblo' en su visita a Marsella
Ante más de 60 mil personas de distintos credos que lo vitorearon por su defensa de los inmigrantes y los pobres, el pontífice deslumbró a Europa
23 de septiembre de 2023
Ratificando su defensa de la dignidad de los migrantes que llegan a las costas europeas a bordo de endebles embarcaciones, el Papa Francisco deslumbró este sábado a Europa, al encabezar un gigantesco encuentro en el Velódromo de Marsella, donde se agolparon creyentes de todos los credos, familias enteras y laicos, como el presidente galo, Emmanuel Macron, junto a su esposa Brigitte. De esta forma el Papa cumplió su sueño en Marsella. Lo más impactante fue que en las gradas no sólo estaban los católicos. También lo observaban musulmanes, judíos, ortodoxos, familias francesas, armenios, españoles, portugueses migrantes y laicos franceses, detalla con maestría la crónica de María Laura Avignolo, la corresponsal de Clarín en Francia.
"Todos los que tuvieran un corazón de humanidad estaban en su misa del sábado en el Velódromo de Marsella. Un viejo sueño intenso, energético, con su compromiso personal por la dignidad de los migrantes y su derecho a ser rescatados del Mar Mediterráneo, integrados y acompañados", relata.
Quinientos años después de la última visita de un Papa a la ciudad fenicia, Francisco llegó con un mensaje para despertar conciencia y amor: salvar a los migrantes, dignificarlos, salvarles la vida en el mar.
En el espectacular Velodrome, adaptado para el Mundial de Rugby y luego para recibir a los peregrinos, 61.000 personas llegaron y llenaron el moderno estadio. Tuvieron que cubrir el césped para que los jugadores de rugby no vieran afectado su campo de juego.
Desde su silla de ruedas, Francisco se iluminó. El pontífice no había preparado esta visita de "cuasi Estado". Su idea era transmitir el mensaje al mundo para devolver la dignidad a los migrantes, abrir a Europa, que el Norte se abra al sur. Un “stop” en un puerto multicultural, milenario y de todas las razas, que lo veneró. No quería una visita de Estado a Francia. Lo había precisado, para incomodidad del gobierno de Emmanuel Macron.
"El Papa volvió a demostrar que es más popular fuera que dentro de su curia. Su mensaje es más cercano a la que gente que el de los cardenales que lo combaten a él y a su estilo", describe Avignolo. Y narra que Marsella es "distinta, colorida, emocional. Se parece más a Buenos Aires que a cualquier otra ciudad de Francia".
Francisco se sentía en casa. Allí estaban sus interlocutores y sus defendidos: los argelinos, los marroquíes, los portugueses, loe españoles, los de Comoros, los tunecinos, los humanitarios, los rescatistas, los niños, las familias.Todos los colores y lenguas. Ellos eran Marsella. Eran sus “hermanos”.
"El Velódromo estaba repleto. Transgeneracional y transreligioso, todas las razas, todas las religiones. Hasta los musulmanes rezaron en árabe. La imagen del Papa, la catedral y la Marsellesa de recepción. Aplausos, lágrimas de emoción. Cantos y un Papa feliz, que bendecía a los bebitos", cuenta.
Si hasta fanáticos del Olimpic de Marsella lo homenajearon con un “tifo” de su figura y la virgen María de la catedral de Notre Dame de la Garde.
Macron llegó a la misa junto a la primera dama. Pero él no puede participar en la ceremonia, a causa de la laicidad a la francesa. Sólo puede ser un testigo, no un creyente. “Bonjour, Marsella, Bonjour la France”, dijo el Papa en francés, finalmente. "La paz sea con ustedes”, saludó al inicio del oficio religioso. Estaba finalmente aceptando que esta era una visita a Francia, no solo a Marsella.
En la misa eligió una mitra, una casulla, y un palio azul y el blanco, su vínculo con el Mediterráneo. "Merci", decía un grupo de gente, en coreografia, en una de las tribunas. El ambiente recordaba esos viajes exitosos de Juan Pablo II por el mundo.
En su homilía dedicada a María, el Papa Francisco fue directo. "Pienso en las muchas emociones que ha vivido Francia. Necesitamos redescubrir el gusto por la fraternidad”, pidió el Papa Francisco durante su homilía. Habló del “grito de los pobres” y de la situación de los migrantes en el mar Mediterráneo.
Lo escuchaba el presidente Macron, el ministro del interior Gerarld Darmanian, que se opone al ingreso de migrantes a Francia desde Lampedusa, y el presidente de la región Renaud Muselier.