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Coronavirus: en Villa Azul crecen los contagios y hay angustia enorme
Comenzó a producirse un temible crecimiento geométrico en los casos. En el Hospital Iriarte de Quilmes ya hay personal médico infectado. La gente se queja de que no le hacen los test
27 de mayo de 2020
La megacrisis por la pandemia de coronavirus empieza a mostrar su lado más temible en las barriadas populares de la Argentina.
Primero fueron las villas 31 de Retiro y la 1-11-14 del Bajo Flores. Ahora la situación se empezó a descontrolar en el territorio más temido, las zonas más pobres del conurbano, como Villa Azul, en el límite entre Quilmes y Avellaneda.

Javier tiene 20 años, tres hijos y otro en camino. Su novia Soledad, embarazada, dio positivo en Covid-19 y se la llevaron al hospital, con lo puesto. No supo más de ella. Un día antes, junto a otros vecinos, habían cortado el Acceso Sudeste para pedir que se hicieran testeos de coronavirus. Ya habían empezado los casos.
Soledad está internada en el Hospital Iriarte de Quilmes, el mismo donde hace 10 días dieron positivo de Covid-19 el director ejecutivo y el director asociado.

La definición de caso en barrios populares del Ministerio de Salud de la Nación indica que es contacto estrecho "toda persona que comparta habitación, baño o cocina con casos confirmados de COVID-19". En esa situación hay miles de personas en Villa Azul, y cientos de miles en en el postergadísimo conurbano.

Javier, entonces, se considera contacto estrecho de su novia, pero después de que se llevaran a Soledad al hospital fue a pedir que le hicieran el hisopado y le dijeron que no, porque no tenía síntomas, cuenta Rosario Marina en una crónica escrita para La Nación que hiela la sangre. "Hay que mentir para que te hagan el test", le dice Javier a su mamá. "La Sole no tuvo ningún síntoma. Yo vine y no me querían hacer nada. Le mentí que todos teníamos tos para que me lo hicieran, pero menos a ella que no tengo el documento", cuenta y señala a su hija de siete años que tose sentada en el piso. Tiene otra hija de tres y un bebé de uno que lleva en brazos.
- Hijo yo te vi en la tele y me puse mal, me agarró un ataque -le dice María, su mamá, a Javier. - Fue re feo -le cuenta él-. La Sole me dice: "Me voy a hacer el testeo". Vuelve, pasó al otro día y me dice: "Voy a retirar el testeo". Viene llorando y me dice: "Me salió positivo".

"Bueno, quedate tranquila, ahora vamos a quedarnos encerrados", le digo. "No, me tienen que trasladar", me dice. "Andá a preguntar a ver si te dejan hacer el aislamiento en casa", le digo. Después no vino más. Preguntaba y nadie sabía nada, que ya la trasladaron pero que me vaya a mi casa a cuidar a los chicos, me decían.

Los vecinos lo ayudan desde que supieron que su novia había dado positivo. Incluso, para su sorpresa, lo está ayudando un chico con el que él se había peleado. "Me dijo que me iba a demostrar que él era mejor que yo. Y lo es", dice Javier sonriendo a través del barbijo.

Al menos por los próximos 15 días, Villa Azul está cercada con vallas de todos tipos y colores, llena de policías en trajes amarillos y negros de astronauta, de funcionarios con barbijo, de operadores de salud vestidos con trajes blancos y antiparras , otros sólo con tapabocas y planillas, y vecinos caminando las calles o subidos a los techos, pidiendo comida, agua y testeos. Según datos del Ministerio de Salud de la provincia de Buenos Aires, los hisopados seguirán cada mañana en este barrio, y también durante toda la semana en otros de La Matanza, Almirante Brown, San Isidro, Lomas de Zamora y Tres de Febrero, en búsqueda de más casos.

Un hombre que sólo dice su nombre -Gonzalo-, vestido con un traje blanco que le cubre todo el cuerpo, no quiere decir ni siquiera su cargo, lo único que explica es que ya al mediodía están cortando los hisopados, que arrancaron temprano. "No estoy autorizado a dar esa información", dice, y se va.

Un grupo de promotoras de salud salen de la villa. Explican, apuradas, cómo es el operativo: a cada familia se le preguntan los síntomas. "Le preguntamos si tiene fiebre, pérdida de olfato, de gusto. La gente piensa que si tiene fiebre ya tiene coronavirus. Pero puede ser que tenga otros síntomas, sin fiebre", dice una de ellas, que no quiso dar su nombre. Esos datos los anota en una planilla. En caso de que la respuesta a la pregunta sobre los síntomas sea positiva, acompañan a la persona a una carpa que está ubicada afuera del CAPS (Centro de Atención Primaria de Salud), en la entrada del barrio. Ahí, con un hisopo largo, se les toma una muestra de la garganta y otra de la nariz. Cuando termina el test, le dicen al paciente que se vaya a la casa y espere el llamado con los resultados.

Las condiciones de Villa Azul

Este es un barrio de dos municipios: una parte pertenece a Avellaneda, la otra a Quilmes. En Avellaneda hay viviendas sociales que son de material. Pero en el lado de Quilmes, la gran mayoría de las casas están construidas con materiales no sólidos, y en muchas el material no es ni siquiera madera o chapa, sino telgopor.

Según el Censo en Barrios Populares de la provincia de Buenos Aires, realizado en noviembre de 2018, en Villa Azul viven más de 3 mil habitantes, un promedio de casi 4 personas por casa, donde la gran mayoría usa garrafa para cocinar. Hoy el gobierno estaba entregando garrafas sociales a las familias que ya no pueden cargarlas en ningún lado, por el cerco de vallas que tienen desde el domingo a la noche.

El 67% de las personas no tiene otra cobertura médica más que la pública, y casi la mitad de su población tienen un basural a una cuadra. Pero Villa Azul no es una excepción en su distrito: Quilmes tiene 65 barrios populares en los que viven 41.899 familias. "Si bien hay una extensión limitada pero amplia de la red de agua, no hay presión y no llega a las casas. Cuando hace dos meses comenzamos a trabajar diciendo que se necesitaban políticas situadas, hablábamos de eso", dice María Maneiro, del Instituto Gino Germani, que releva casos de coronavirus en los barrios de la Región Sanitaria VI.

Gabriela Rodríguez vive en Villa Azul, tiene un kiosco y se está quedando sin nada que vender. "Dicen que vamos a estar dos meses así", le dice un vecino, y ella piensa: "Me quedo sin mercadería y no comemos ninguno". En su familia son cuatro, pero está preocupada por su comadre Soledad, embarazada, con pérdidas, con coronavirus, y sola en el hospital.

Los vecinos que tienen familiares con coronavirus ya recibieron un bolsón con comida y lavandina, pero hay otros que todavía no recibieron nada

La mamá de Gabriela llamó a un hospital donde la encontraron, y lograron hacer una llamada entre Soledad y una médica. La grabaron y se la mandaron. Esa fue la única manera que se pudieron comunicar. Y fue una sola vez. Lo que sabe Gabriela es que su amiga todavía no tuvo el bebé. El caso cero del barrio, dice Silvia, llegó por celular. "Un muchacho salió a trabajar en la pizzería y dijo: ´Me salió positivo covid, estoy aislado en mi casa´.

Ahí empezamos a hacer corte en el acceso para que venga a testear a las familias", cuenta. Avisó en un grupo de Whatsapp. Lo hizo, quizás, sabiendo que ya muchos de sus vecinos se podrían considerar contacto estrecho. Y eso aumentaba el peligro de contagio.