La presidenta Cristina Fernández está muy preocupada por los que algunos medios independientes aún logran difundir sobre la realidad argentina, pero no tiene empacho en dejar que el sistema de propaganda que pagan los contribuyentes, como lo es la TV Pública, difunda ampliamente los delirios mesiánicos de Mario Eduardo Firmenich, el último líder de Montoneros cuyo rol durante los 70 y en plena dictadura, aún está en revisión. En un extenso video que la descontrolada TV Pública difunde en distintos momentos, se ve a un barbudo Firmenich, ya en el exilio, lanzado críticas a Perón y a su modelo, realizando frías descripciones de la tortura padecida por sus militantes y trazando un diagnóstico delirante sobre la coyuntura.

El video está siendo difundido por Incaa TV desde hace un par de meses varias veces por semana, y se titula "Resistir" y el canal del Estado lo promociona así: “A partir de una entrevista al líder montonero Mario Firmenich se construye un testimonio que permite vislumbrar una Argentina silenciada por los abusos de poder. Una película indispensable de la resistencia que logra revivir las utopías perdidas”.

Firmenich lanza duras críticas a Perón, y en especial a la forma en que el líder justicialista los echó de la Plaza de Mayo tras condenar su violencia y llamalos "imberbes". “Finalmente llegó la muerte del general Perón”, dice Firmenich y asegura que no quedó nadie para defender la posición tercerista de Perón.

“No estamos pidiendo no morir en combate”, dice Firmenich, quien para cuando se filmó ese video en 1978 ya había huido del país.

En el video, difundido con aval de la presidenta Cristina Fernández, el líder montonero considera que la lucha armada “es la forma más alta de defensa de los derechos humanos”, y hasta pide que, “como en cualquier guerra (sic)”, se respeten las reglas de juego. “Nuestros militantes, nuestros soldados, eligen la lucha (y) asumen perfectamente los riesgos de la muerte como un hecho natural”, agrega con total cinismo. Quizá por eso estaba en ese mismo momento organizando, desde el exterior, el regreso de varias decenas de militantes que habían logrado ponerse a salvo de la represión fuera del país, en lo que se llamó la Contraofensiva y que no fue sino otra de las operaciones suicidas con las que venía hacía tiempo contribuyendo con el “enemigo” al aniquilamiento de su propia organización.

Una responsabilidad que la Justicia argentina no ha investigado aún, pese a un intento –frustrado– en el año 2003. La Contraofensiva dejó un saldo de entre 70 y 80 muertos, la mayoría de los “soldados” enviados por Firmenich al país en precarias condiciones de seguridad.