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Estrenos de verano: Helen Mirren brilla para relanzar a la familia Real británica
"La reina", dirigida por Stephen Frears, tiene en la venerada actriz inglesa su mejor arma. Sólo ella rescata un filme que presenta a una edulcorada Corona británica
21 de febrero de 2007
Por Sebastián Martínez
Que Helen Mirren es una actriz extraordinaria no es ninguna novedad. Lo saben quienes descubrieron su potencial allá por 1989 en “El cocinero, el ladrón, su mujer y su amante”, o en la impecable serie policial “Prime Suspect” que de tanto en tanto se repite por el cable, o incluso en la victoriana “Gosford Park” que dirigió Robert Altman en 2001. Sin embargo, pareciera que tuvo que esperar a cumplir los 61 años para que finalmente el mundo se arrodille a sus pies y acepte unánimemente su talento.
Por eso, todas las probabilidades (y las agencias de apuestas) indican que, en pocos días más, la veremos caminando las alfombras rojas de Los Angeles para recibir el Oscar al mejor protagónico femenino. Y no será inmerecido. Su actuación en “La reina” no sólo es lo mejor de la película, sino que es prácticamente lo único bueno de este nuevo filme de Stephen Frears, conocido por “Relaciones peligrosas”, “Alta fidelidad”, “Mrs. Henderson presenta” y tantos otros productos del cine inglés.
Conviene ser muy cauteloso a la hora de evaluar este filme que retrata la vida de la reina Isabel II y su entorno durante los siete días posteriores a la muerte de Lady Diana Spencer, en aquel definitivo túnel parisino por el que escapaba de los paparazzi, junto a su novio Dodi Al Fayed. El momento fue traumático para mucha gente alrededor del mundo e incluso en la alejada periferia argentina, la noticia dio pávulo a los medios durante varios días y nos convirtió a todos, durante algún tiempo, en especialistas en monarquía británica.
Ya recordamos cuál era el panorama. Carlos y Diana se habían separado hace tiempo. Él había marchado junto a su sempiterna amante, Camila Parker Bowles, y Lady Di comenzaba una relación con el magnate Al Fayed. Detrás parecía quedar el manifiesto encono de Isabel por su ex nuera, el escándalo de infidelidades y el acostumbrado despiste de los principitos Harry y William.
Pero ese accidente a la vera del Sena reactualizó todo el debate, en momentos en que Tony Blair asumía el gobierno británico y llevaba al laborismo nuevamente al poder. En ese contexto, comienza “La reina”. En el momento en que la monarca recibe la noticia de la muerte de Diana Spencer y todo el Reino Unido empieza a bullir de tristeza y resentimiento.
El dato histórico es que la familia Real no emitió una sola declaración sobre la muerte de Lady Di durante casi una semana, ni hizo gestos de estar acongojada mientras miles de ramos de flores se acumulaban frente al Palacio de Buckingham. La reina Isabel recién se tomó un momento para hablar del tema, cuando los medios y la opinión pública ya proponían crucificar a toda la nobleza en Trafalgar Square. Entonces sí, la reina habló por televisión y se autorizó para Diana un funeral con la pompa que se dedica sólo a los muertos de alcurnia real.
El filme de Stephen Frears intenta contar esa historia, mezclarla con archivos de televisión, y explicarla desde otro punto de vista. El dudoso resultado de esa apuesta es un lavado de cara de la familia Real, una suerte de relanzamiento mundial de la monarquía más criticada de Europa, una dosis de edulcorante para mejorar la imagen de una de las familias más insultadas del mundo.
El retrato que hace Frears de la reina Isabel II, en la piel venerada de Helen Mirren, la muestra como un ser humano complejo (como seguramente lo es), preocupada por sus nietos, con un alto sentido de la dignidad y su deber para con la Corona. Una mujer vulnerable, agobiada por el peso de la historia, valiente y compenetrada con el sentir de su pueblo.
El príncipe Carlos (Alex Jennings) es aquí un sujeto dubitativo, pero al mismo tiempo un modernizador y un hombre que defendía la memoria de su maltratada ex esposa. El esposo de la monarca, es decir príncipe consorte Philip (James Cromwell), luce aquí como un tradicionalista, pero también como un tierno abuelo y un comprometido cónyuge. Y ni hablar del primer ministro Tony Blair (Michael Sheen), que parece directamente un audaz y campechano padre de familia, que defiende pública y privadamente los más elevados valores de la historia británica.
Cuando uno termina de ver el filme queda la sensación de que compartir un fin de semana en las más encumbradas autoridades de Inglaterra debe ser una experiencia gratificante y relajada. El sentido común y el imaginario social nos dicen otra cosa. Ni la reina, ni su familia, ni el primer ministro parecen ser tan agradables en los diarios y los noticieros que nos traen imágenes desde Londres. Sus mezquindades, sus rencillas, su atávico apego a las tradiciones medievales y su hipocresía no forman parte de esta película.
Pero no nos olvidemos que está ella. Esta película la protagoniza Helen Mirren, en una actuación que da miedo de tan buena. Y sólo eso hace que valga la pena darse una vuelta por el cine para ver “La reina”.