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Estrenos de verano: el coleccionista de esencias
Con Dustin Hoffman y Alan Rickman en roles de reparto, "Perfume: la historia de un asesino" retoma un best-seller olvidado sobre crímenes y fragancias
31 de enero de 2007
Por Sebastián Martínez
Hubo un tiempo en que la sensación de inmediatez era menor. Una época en que los éxitos de la literatura, la televisión o los comics no se transformaban en un expediente sobre el escritorio de un ejecutivo de Hollywood en cuestión de semanas. Donde los tiempos en que el cine se relacionaba con las otras artes (o las otras industrias) eran más pausados.
Esto puede sonar extraño en tiempos de “Harry Potter” o de “El Código Da Vinci”, cuando las películas se filman prácticamente mientras los libros se escriben. Pero basta recordar que “El Señor de los Anillos” tardó más de cuarenta años en encontrar una versión fílmica aceptable para darse cuenta de lo que estamos hablando.
Todo esto para llegar a “El perfume”: la novela del alemán Patrick Süskind que fue un resonante best-seller allá por la década del 80, con más de 12 millones de ejemplares vendidos en todo el mundo. Si hoy se viviese un fenómeno semejante, los derechos cinematográficos de la novela sería adquiridos en menos de un mes. Pero hace 20 años las cosas eran distintas. Por eso es que recién hoy tenemos la adaptación fílmica de este clásico de 1985.
¿Qué fue lo que en su momento atrajo a millones de lectores y ahora al director Tom Tykwer (“Corre Lola corre”) cuando lleva a la pantalla la novela de Süskind? La historia de Jean-Baptiste Grenouille es, de por sí, un poderoso imán para lectores curiosos.
Se trata de la vida de un hombre que (en la Francia iluminista del siglo XVIII) posee, desde el mismo momento de su nacimiento, un don extraordinario: el olfato más poderoso que se haya visto sobre la faz del planeta. Esta hipertrofia del olfato (que actúa a veces como bendición y a veces como una pesada cruz) viene a la vida de Grenouille acompañada por su contracara: el muchacho carece de olor propio. Su cuerpo sencillamente no huele a nada.
Estas dos extrañas características guiarán, entonces, la vida de Grenouille. Por un lado son un salvoconducto para salir de su paupérrima condición social. Del orfanato, a una curtiembre, de allí al laboratorio de un perfumista parisino, de allí a la capital mundial de la producción de fragancias, y de allí a la leyenda. Pero éste es sólo un aspecto de la trama. No en vano, el filme se titula “Perfume: la historia de un asesino”.
Porque la verdadera obsesión de este hombre que no puede dejar de oler, será retener para siempre un aroma. Aquella fragancia que despidió una muchacha en una calle de París y que, cuando atravesó las fosas nasales de Grenouille, cambió radicalmente su vida. En su desesperada búsqueda de la eternización de esta fragancia, Grenouille se convertirá en un asesino serial. La película es el recorrido por su historia criminal.
El papel de Jean-Baptiste Grenouille está a cargo del británico Ben Whishaw, quien se las ingenia para componer dignamente a este complejo personaje, al mismo tiempo amoral y cándido, ignorante y ambicioso, oscuro y perseverante.
De todos modos, quienes hayan leído la novela (ahora reeditada) pueden llegar a levantar algunos cargos contra la caracterización. A este Grenouille le falta algo de repulsión, algo de ese rechazo que el personaje siente tan vívidamente en el libro contra la raza humana y que en la pantalla apenas es esbozado.
Alrededor del protagonista destacan dos luminarias. Dustin Hoffman interpreta al italiano Baldini, un perfumista caído en desgracia que resurge gracias a los talentos de Grenouille. El inglés Alan Rickman compone, por su parte, a un agudo burgués que se ve amenazado y horrorizado por los crímenes del joven olfativamente superdotado. A su vez, las aquí pelirrojas Rachel Hurd-Woods y Karoline Herfurth aportan la belleza que cautiva al hombre de los aromas.
El resultado de esta ecuación, la suma de estos talentos (Süskind + Tykwer + Whishaw + Hoffman + Rickman) no puede ser mala. Necesariamente, algo bueno debe salir de todo eso. El filme es eficaz, extrañamente eficaz, tal como era la novela original. Sin embargo, en toda traducción se pierde algo. Quienes no hayan leído la obra del escritor alemán, no lo notarán. Pero quienes se hayan apropiado de “El perfume” en su versión textual quizás sientan ganas de releer las páginas de ese libro olvidado.