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Marginalidad en los suburbios de Johannesburgo
La sudafricana "Tsotsi" llega cargada de premios, entre ellos un Oscar de 2006. El filme valida sus galardones sumando crítica social y una sólida historia humana
16 de enero de 2007
Es necesario puntualizar algo antes de empezar a analizar “Tsotsi”, para entender por qué una película de estas características ha llegado (con bastante retraso, es cierto) a las pantallas argentinas. Este filme sudafricano ganó el Oscar a la Mejor Película en Idioma Extranjero del año pasado y se transformó así en la primera producción de ese país en ser galardonada por la Academia de Hollywood.
Pero eso no es todo. Además del espaldarazo comercial que siempre significa la estatuilla dorada de la industria estadounidense, “Tsotsi” se ha llevado otros ocho premios internacionales y otras tantas nominaciones, en festivales de la talla del AFI, el de Toronto, el David di Donatello y los Golden Globes, entre otros.
Esto no quiere decir que el mentado Oscar, que fue festejado por el propio Nelson Mandela, no haya sido cuestionado en su momento por la crítica especializada. De hecho, la palestina “El paraíso ahora” competía en la misma categoría y son muchos los que piensan que hubiese merecido recibir el galardón final. Además, el filme francés “Caché” (“Escondido”) no pudo competir debido a trabas prácticamente burocráticas y era otro de los grandes favoritos para los Oscar 2006.
Lo cierto es que éste y otros premios quedaron finalmente en manos del director sudafricano Gavin Hood. Habrá que reconocerle, entonces, sus méritos a “Tsotsi” como película, más allá de las polémicas. En especial, tendremos que distinguir en este trabajo el delicado encastre de denuncia social y retrato humano que logra mediante un argumento sencillo y, finalmente, agridulce.
La película está ambientada en Johannesburgo y más precisamente en Soweto, una de las grandes barriadas que rodean la capital sudafricana, donde se hacinan las clases más desposeídas de la sociedad que fue sojuzgada por el apartheid.
Quizás a los norteamericanos y a los europeos puedan sorprenderlos estos inmensos conglomerados de precarias viviendas y pobreza visible. Pero a quienes vivimos en el Tercer Mundo, Soweto sólo nos recordará nuestras propias villas miserias urbanas o las favelas brasileñas o los superpoblados suburbios mexicanos.
En Soweto vive justamente David, interpretado por Presley Chweneyagae y conocido por todos como “Tsotsi”, que en el dialecto de los barrios bajos de Sudáfrica significa algo así como “matón”, “gangster” y hasta “asesino”.
Tsotsi es un joven marginal que lidera una banda de ladrones de poca monta compuesta por “Boston” (un frustrado profesor secundario en la piel de Mothusi Magano), “Aap” (un ratero de pocas luces encarnado por Kenneth Nkosi) y “Butcher” (un delincuente violento y ambicioso con la cara de Zenzo Ngqobe).
En uno de sus asaltos, Tsotsi comete el error de robar un auto sin prestar debida atención a lo que hay en el asiento trasero. Como resultado, no sólo se llevará un coche, sino también un bebé recién nacido, que complicará y modificará su violenta y unidireccional vida dedicada al delito.
Quizás el mayor acierto del director Gavin Hood sea no encasillar completamente a Tsotsi en la remanida figura del criminal de buen corazón, que se criminaliza por sólo efecto del desplazamiento social al que es sometido. Tsotsi está lejos de ser un chico bueno al que la sociedad ha hecho malo. El protagonista de esta película tiene su propia moral, un código que no excluye la brutalidad y algunas dosis de sadismo.
De todos modos, la trama del filme llevará a Tsotsi a evolucionar, lo ayudará a desnudar sus contradicciones, a explorar su pasado y a encontrar una vía de redención. En medio del paisaje pauperizado de los suburbios sudafricanos, Tsotsi sabrá ser a veces cruel y a veces tierno, a veces práctico y a veces ingenuo. Sin vindicar la delincuencia y muy lejos de condenarla moralmente.
Se puede leer así a “Tsotsi” como una suerte de versión sudafricana de “Ciudad de Dios”, aquel gran filme de Fernando Meirelles sobre la vida en las favelas cariocas, o de “Pizza, birra, faso”, de los argentinos Adrián Caetano y Bruno Stagnaro.
Se podrá discutir si aquí hay más o menos talento, pero salta a la vista que existe la misma voluntad de descubrir y denunciar las condiciones y las reglas en las que viven inmersos los sectores más postergados de las sociedades tercermundistas. “Tsotsi” logra, de este modo, aunar, en un solo filme, la crítica social y el desarrollo de una historia que vale la pena conocer.