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"Piratas del Caribe 4": siempre nos quedará Jack Sparrow
El nuevo capítulo de la saga protagonizada por Johnny Depp aporta poco, pero su irresistible personaje central le alcanza para que valga la pena no abandonarla
18 de mayo de 2011
Por Sebastián Martínez
Hay quienes piensan que la saga de “Piratas del Caribe” es sencillamente un maravilloso entretenimiento fílmico basado en una de las atracciones de los parques de Disney. Bajo tal concepto, van al cine, se sientan y simplemente se dejan arrastrar por el torbellino de acción creado por la película.
Desde el otro lado, hay quienes creen que estas películas son una demostración más de la perversidad del gran aparato comercial de Hollywood y no siquiera se toman el trabajo de ir a mirarlas. Piensan que todo lo que hace el cine industrial es más o menos lo mismo y no merece ningún respeto intelectual.
Y estamos quienes pensamos que “Piratas del Caribe” es, además de una taquillera apuesta de Disney, una historia que tiene un contenido ideológico que es necesario divulgar. Porque desde el comienzo de la saga, la postura de estos filmes en el mundo (es decir, en el mundo real) viene diciendo mucho más sobre lo que sucede en el siglo XXI de lo que puede indicar una lectura superficial de las escenas de acción y las historias de amor.
De por sí, toda reivindicación de la piratería como práctica y como ética es una actitud políticamente incorrecta. Pero si a esto le agregamos que la saga pone a las grandes corporaciones (La Compañía de las Indias Occidentales) como los verdaderos villanos y al Estado (en la figura del gobernador interpretado por Johnatan Price) como “títere” de los intereses comerciales, empezaremos a notar que “Piratas del Caribe” no es sólo una fábula pasatista (y divertida) sobre los corsarios del mar. Es también una crítica social.
Quizás lo más encomiable de esta saga es haber logrado una crítica ácida sobre el estado del mundo y haberlo hecho bajo un formato que es irresistible para las grandes masas.
Una vez hecha esta defensa de “Piratas del Caribe”, hay que reconocer una cosa. La saga no es pareja. El capítulo debut era extraordinario. La segunda historia era un poco inferior, pero permitía un gran lucimiento de Johnny Depp en el papel del capitán Jack Sparrow. La tercera es quizás el punto más bajo: mucha acción, mucha pirotecnia y poco contenido. Así y todo, era disfrutable.
¿Qué aporta este cuarto capítulo llamado “Navegando aguas misteriosas” al asunto, más allá de ingresos a las arcas de Disney, el productor Jerry Bruckheimer y las estrellas del elenco? No demasiado, hay que confesar. Y, sin embargo, es una película que vale la pena mirar.
En cierto modo, este cuarto capítulo está más centrado en Jack Sparrow que los anteriores. Esto es bueno porque nos permite presenciar una de las mayores creaciones de Depp durante más minutos, pero al mismo tiempo diluye un poco su potencia.
La otra gran incorporación del filme es Penélope Cruz, que se hace cargo del protagónico femenino, que antes le correspondía a Keira Knightley. La verdad, lo de Cruz no es demasiado convincente. Pero tampoco Knightley se lucía en las anteriores y, pese a todo, las películas funcionan igual. Además se suma un nuevo villano, el pirata Barba Negra, que quedó a cargo del siempre sólido Ian McShane.
La trama gira en torno a la tensión entre el personaje de Cruz y el de Depp, que son viejos amantes de otras épocas, mientras se desarrolla la búsquedad de la mítica Fuente de la Juventud. Pero esto, ya se sabe con esta saga, es apenas un hilo conductor para que aparezcan viejos conocidos como Geoffrey Rush y Keith Richards, para aportar su granito de arena.
Sin el efecto sorpresa de las primeras apariciones de la saga y con demasiado énfasis en los efectos y la acción, la irresistible historial de Sparrow aún sirve que, pese a todo, sea placentero encontrarse con este mundo de piratas.