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El hambre en Salta: otros dos bebés mueren por desnutrición
Esta vez se trata de dos bebés de la comunidad wichí, al norte de la provincia argentina. Ya suman cinco muertes en 15 días. El desgarrador testimonio de los papás
8 de febrero de 2011
Dos bebés de la comunidad wichí murieron el último fin de semana, y ya suman cinco en los últimos quince días las muertes ligadas a la desnutrición que sufren las comunidades aborígenes.
Marlene Arias, de seis meses, vivía en la misión Lapacho 2, en Tartagal, mientras que Eliseo Teófilo Martínez, de un años y seis meses, vivía en la comunidad wichí de la localidad de Embarcación, cerca de Orán, 270 kilómetros al norte de la capital salteña, según pudo saber el diario Clarín.
El viernes el gobernador Juan Manuel Urtubey había prometido desde Tartagal que cien agentes sanitarios atenderán a las comunidades aborígenes.
Es que por problemas vinculados a la desnutrición ya habían muerto Julián Darío Pérez (un año y medio), Leandro Arias (también un año y medio) y Rocío Soroco (3 años), todos cerca de en General Ballivián, en el norte salteño.
La beba comenzó el viernes con una fuerte tos, por lo que su madre Paula Díaz, una adolescente wichí de apenas 14 años, la llevó al Hospital Juan Domingo Perón. Ese día, la beba fue dada de alta. El sábado, ya en grave estado, fue llevada de urgencia al hospital, donde falleció al mediodía por un “paro cardiorrespiratorio, muerte súbita”.
A diferencia de los asentamientos aborígenes de Tartagal, el de la comunidad wichí en Embarcación se protege del espantoso calor con frondosos árboles. A la sombra de uno de ellos Nélida Sánchez (29) le da brillo con barniz a la pequeña cruz de madera de palo santo que Teófilo Martínez (31) hizo para llevar hoy al cementerio y colocarla en la tumba de su hijo, Eliseo Teófilo Martínez.
“El siempre tenía problemas de desnutrición . Nació prematuro y estaba controlado por los agentes sanitarios. Pero tenía meses que bajaba mucho de peso y ahora se estaba recuperando porque pesaba 6,7 kilos”, cuenta Nélida a Clarín con mucha pena.
Con el atardecer los mosquitos se vuelven insoportables. Junto a Nélida y Teófilo ya están sus hijos Mireya (12), Gisela (9), Josué (5) y María (2). Ellos escuchan. No emiten palabra, pero el dolor les nace en sus rostros al escuchar lo que le pasó a su hermanito menor.
“El lunes comenzó con mucha diarrea, pero se le paró. Ese día no había agua”, cuenta Nélida, y señala la canilla que está en el patio de tierra. “No tenemos plata para comprar agua en botella. Aquí pasamos esa necesidad porque el agua sale con arena. Y si llueve, se enturbia con barro. Eso sí, si queremos agua hay que juntarla en tachos a la medianoche, sino sonamos. El enfermero dice que hay que hidratar a los chicos cuando tengan diarrea. ¿Pero de dónde sacamos agua fresca?” Teófilo recién estaba dando sus primeros pasos con sus piecitos descalzos, como los tienen sus cuatro hermanitos. “El decía papá, mamá, y la llamaba mucho a Mireya.
Nunca pensé que se me iba a morir ”, dice Nélida. “Aquel día (por el viernes a la noche) pedí prestada una bicicleta y la llevé a mi esposa, con el bebé en sus brazos, sentada en el portaequipaje. No tenía con qué hablar al hospital de Embarcación para que manden una ambulancia”.
La comunidad wichí está lejos del casco urbano de Embarcación, casi tres kilómetros al sudeste, por un camino que con unas cuantas gotas de lluvia se torna intransitable. “Llegamos al hospital y los médicos iban y venían. Al rato, nos dicen que lo iban a llevar a Orán, por que mi hijo estaba grave . Dejé la bicicleta ahí no más, menos mal que no me la robaron, y nos fuimos con Nélida y el bebé”.
Al amanecer, Teófilo se cruzó con unas enfermeras que atendieron a su hijo durante la noche. “Está mejorcito”, le dijeron. Con esa novedad Teófilo preparó su regreso a Embarcación. “Cuando se fue, al ratito el bebé hizo un paro cardíaco y los médico lo salvaron. Pero a las una de la tarde me dicen que falleció”, recuerda Nélida, y contiene sus lágrimas.