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Estreno de la semana: la ciencia ficción como una de las bellas artes
"Niños del hombre", protagonizada por Clive Owen, es una oscura fantasía sobre un futuro cercano, en el cual el ser humano ha perdido la capacidad de reproducirse
13 de diciembre de 2006
Por Sebastián Martínez
La década del 70 tuvo a “La naranja mecánica”, de Stanley Kubrik. Los oscuros 80 recibieron la bendición de “Blade Runner”, de Ridley Scott, y “Brazil”, de Terry Gilliam. Algo tardíamente el último decenio del siglo XX presenció el surgimiento de la primera “The Matrix”, de los hermanos Andy y Larry Wachowski. Todos estos cineastas plantearon en sus respectivos momentos una idea sombría del futuro, una fantasía pesimista que siempre nos dice más del presente que del porvenir.
Pues bien, ese subgénero de la ciencia ficción que los especialistas en clasificaciones denominan “distopía futurista”, tiene ahora un nuevo postulante al cetro de la presente generación de películas. “Niños del hombre”, dirigida por el mexicano Alfonso Cuarón (“Y tu mamá también”, “Harry Potter y el prisionero de Azkabán”), pero netamente británica, ha llegado a las pantallas del mundo para reclamar su lugar en esta elogiada tradición de filmes oscuros y descorazonadores. Y, habrá que admitirlo, las credenciales que muestra son más que respetables.
Por tratarse de un tipo de cinematografía donde el énfasis está puesto en la trama, conviene comenzar a deconstruir “Niños del hombre” por ese flanco. El filme está situado en el año 2027, un horizonte lo suficientemente cercano para alarmar. Porque el panorama que Cuarón imagina para dentro de veinte años no puede ser más desalentador.
El mundo está sumido en el caos, por doquier estallan luchas internas, prácticamente todo el mundo se ha vuelto separatista, los grupos terroristas actúan cotidianamente, hay extrema pobreza, hay niveles impensados de xenofobia y la violencia desemboca en muerte casi constantemente.
Pero eso no es nada. El verdadero problema que enfrenta la Humanidad es mucho más grave. La totalidad de las mujeres del planeta se han vuelto estériles. En los últimos 18 años no ha nacido ser humano alguno sobre la faz de la Tierra y la especie va derrapando, lentamente, hacia su extinción.
En ese contexto caótico y apocalíptico, las autoridades de las islas británicas aún logran mantener cierto precario orden mediante la aplicación de un brutal régimen totalitario y militarizado, en el que todo inmigrante es considerado ilegal y tiene sólo dos destinos: la deportación o el campo de concentración.
Y eso es sólo el marco en el que transcurre la historia de “Niños del hombre”. Porque el nudo de la trama echa a rodar, en realidad, cuando el protagonista Theo Faron (interpretado por Clive Owen), un antiguo activista devenido cínico burócrata, es convocado por su ex pareja, la terrorista Julian Taylor (la siempre eficaz Julianne Moore). ¿Qué le pide la terrorista a su ex novio? En principio, que consiga documentos para que una joven inmigrante pueda salir de Inglaterra.
Pero, con el correr de los minutos, veremos por qué es tan importante que esta chica (Claire-Hope Ashitey), perseguida por el Estado británico y refugiada por las organizaciones terroristas, abandone el país y se ponga a disposición del denominado Proyecto Humano. Algunos ya lo intuirán. Aquí no diremos mucho más y abandonaremos la sinopsis argumental para permitir que los giros dramáticos se vayan presentando por sí mismos.
Sólo agregaremos un detalle, porque siempre es reconfortante mencionarlo. El eterno Michael Caine vuelve a lucirse en su personificación de un hippie retirado de la vida urbana, que cuida de su esposa autista en medio de un bosque.
En lo que sí podemos ahondar es en la propuesta estética que Cuarón y su director de fotografía, Emmanuel Lubezki, han pergeñado para esta obra de inusual delicadeza para tratarse de una película de ciencia ficción. Hay que entender algo: el mundo de 2027 que nos presenta “Niños del hombre” es muy similar al actual. O, quizás, es como si ciertas zonas de la historia reciente se hubiesen expandido hasta tomar todo el orbe. Como si todo el mundo fuese la Bagdad de la ocupación militar, o el Kosovo de la guerra balcánica.
Es que ése es el leiv motiv que subyace a toda la película. Más que una fantasía sobre el futuro, lo que “Niños del hombre” quiere mostrarnos es una amplificación de los actuales males del mundo. Y vaya si lo logra. Lo logra con sutileza, con fotogramas que oscilan entre el documentalismo bélico y las pinturas del británico William Turner. Lo logra concentrándose en el detalle, pero no para vanagloriarse técnicamente, sino para reforzar la verosimilitud y oscuridad de una historia que interesa. Lo logra y así se asoma a esa lista de películas que han hecho historia rompiendo los límites de la ciencia ficción.