Por José Calero

A Martín Palermo -el goleador más grande que pude ver en una cancha de fútbol- nunca se lo debe dar por terminado.

Forma parte de aquellos mitos vivientes que componen el orgullo futbolístico nacional.

El abrazo con Diego Maradona en ese segundo gol ante Grecia -el más celebrado hasta ahora en este Mundial de Sudáfrica- refleja que la Selección argentina también va recreando su gloria y que las expectativas de 40 millones de argentinos crecen a medida que el equipo conducido por Lionel Messi parece irse asentando.

Estaba en la cancha junto a mi padre en aquella noche ante Perú en la que, bajo una lluvia torrencial, parecía que nuestro mundo futbolístico se venía abajo y la Argentina se quedaba afuera de Sudáfrica.

Ni lo vi a Palermo hacer el gol del triunfo en medio de la locura desatada en el Monumental, pero intuía que había sido él, una vez más, el que nos había sacado las papas del fuego...

Jamás hubiese pensado que los propios barras de River corearían esa noche el "Palermo, Palermooo..." que ya es marca registrada en todas las canchas.

Aquella vez Diego también se tiró de panza a la pileta, porque el campo de juego era un gran charco.

Este martes lo intentó, enloquecido porque el arco parece cerrado para Messi a pesar de que el ya a esta altura mejor jugador del Mundial se cansa de pegar tiros en los postes y de que los arqueros se la saquen de cualquier manera.

"El optimista del gol" tuvo un premio merecido en el partido ante Grecia y por eso el pueblo se lo reconoció en las calles de toda la Argentina...

Ayer, con sencillez, un chico hincha de River lo explicó clarito: "Grito por Palermo porque hace goles para la Selección".

La mística de la albiceleste va creciendo. El equipo se consolida. La rueda de la historia parece girar en este Mundial en sentido hacia la Argentina...

Y si la rueda de la historia comienza a andar a favor de la Selección de Diego, será difícil para los rivales poder detenerla...