Por José Calero

"Yo no tengo que demostrarle nada a nadie", aseguró Lionel Messi, en un intento por restarse la presión de 40 millones de argentinos sobre sus hombros.

Pero está equivocado: Messi tiene que demostrar y mucho en este Mundial. Debe mostrarle al mundo que el rótulo de mejor jugador del planeta no le queda grande y consagrarse definitivamente conduciendo a la Argentina a las instancias finales de la Copa del Mundo de Sudáfrica.

Lo menos que se espera de Lionel es que su extraordinario fútbol lleve a la Argentina a la final de la Copa del Mundo, y luego será el destino el que dirá si la Argentina merece su tercer Mundial.

Messi afrontará el Mundial 2010 con una doble responsabilidad cuando la Selección nacional salga al ruedo en busca de su tercera Copa, después de las obtenidas en
1978 y 1986.

Cargará sobre su espalda con la presión que significa lucir la camiseta número 10 en el conjunto albiceleste, sabiendo que millones de hinchas de la Selección esperan que conduzca al equipo hacia su primer título tras 24 años de amarguras.

Y además, tendrá que lidiar con la obligación -impuesta en forma unilateral por sus críticos- de salir a la cancha y dejar en claro que siente los colores de Argentina como cualquier otro, pese a que aún no rindió en la Selección del modo que suele
hacerlo en su club, el Barcelona español.

"Yo no tengo que demostrar nada a nadie, vengo a hacer las cosas bien para mí, para la Selección para mis compañeros. A estas alturas no tengo que demostrarle nada a nadie", dijo Messi.

Pero si pretende inscribir su nombre en el Olimpo del fútbol, deberá demostrar, y mucho, en este Mundial.