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Estreno de la semana: humor británico para una familia disfuncional
Con las sólidas presencias del Rowan Atkinson, Maggie Smith y Kristin Scott Thomas, "Sálvese quien pueda" mezcla ironías, homicidios y conflictos familiares
1 de noviembre de 2006
Sólo en las Islas Británicas. No hay otro punto del orbe de dónde extraer la extraña combinación de humor, intriga y aguda observación de los caracteres humanos que ofrece "Sálvese quien pueda", tal como desafortunadamente se tradujo "Keeping Mum" (que en España se estrenó como "Secretos de familia" y que debería llamarse algo así como "Conservando a mamá").
Tampoco es para exagerar. No es que "Sálvese quien pueda" sea una comedia divertida de un modo apabullante o una sátira profunda sobre el ser inglés o una lección de guión atrapante. Pero hay algo en su desarrollo, en la sutileza en que sus personajes despliegan sus conflictos, en la sobriedad con que se suceden las situaciones cómicas, que hace que el conjunto valga la pena.
Por supuesto, el cine británico está plagado de actores entrenados en las lides del teatro y que saben cómo bordear lo caricaturesco sin despistar. Este filme dirigido por Niall Johnson no es la excepción. El tridente que sustenta la película está conformado por el hilarante Rowan Atkinson (universalmente conocido como Mr. Bean), la veterana Maggie Smith (la profesora Minerva McGonagall de la saga de Harry Potter) y Kristin Scott Thomas (quien ha sabido destacarse en filmes como "Cuatro bodas y un funeral", "El paciente inglés" o "Gosford Park").
Pero el aporte de los roles secundarios no es menor. Patrick Swayze sabe componer un profesor de golf estadounidense que expresa todo lo que los británicos piensan, en el fondo, de sus "parientes" al otro lado del océano. La cautivante Tamsin Egerton aporta su belleza natural a la película. Y la anciana Liz Smith encarna a una mujer tan chusma e insoportable como irresistible.
Los conflictos que atraviesan "Sálvese quien pueda" pueden parecer sencillos, pero no lo son. Si los vemos desde el punto de vista del personaje de Scott Thomas (como hace mayormente la película) pueden ser descriptos de este modo: mi familia es un desastre y estoy a punto de abandonarlo todo antes de que se derrumbe.
Si entramos un poco más en el detalle lo que vemos será lo siguiente. El Reverendo Walter Goodfellow (Atkinson) es el beatífico e indolente párroco protestante de un minúsculo pueblo de la campiña inglesa, más preocupado por redactar el sermón perfecto que por el caos en que se ha transformado su familia. Gloria (Scott Thomas), su esposa, es mucho más consciente de la disfuncionalidad de su familia, pero sueña con dejarlo todo atrás y escapar con su profesor de golf. Holly (Egerton), su hija, es una desinhibida adolescente que cambia tan rápidamente de novio que nadie puede recordar sus nombres. Finalmente, Petey (Toby Parkes), el benjamín del grupo, vive atormentado por los matones del colegio.
Cuando todo parece estar a punto de implotar, aparece en escena Grace (Maggie Smith), la nueva ama de llaves, que carga con un pasado inconfesable y que comenzará a encarrilar las cosas con métodos muchas veces repletos de sabiduría y, en otras oportunidades, simplemente criminales.
En las manos equivocadas, una comedia con estos ingredientes podría convertirse en una superficial sucesión de gags más o menos artificiosos y de mayor o mejor gusto. El cine británico, heredero de la mayor tradición dramatúrgica universal, sabe convertir esta propuesta en 103 minutos agradables, cada tanto divertidos y hasta algunas veces aleccionador.
En el marco de una cinematografía que ha convertido la comedia en el culto al humor efectista o a la sensiblería sin redención, este trabajo de Niall Johnson no llega a ser una ráfaga de aire fresco, pero sí un leve soplo que muestra otras posibilidades en la industria del entretenimiento.