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En medio de la inundación, Macri tiene nueva novia
Es una bella millonaria heredera del imperio textil Awada. Vive en Barrio Parque, como Mauricio, va al mismo gimnasio y lo cautivó con sus piernas interminables
21 de febrero de 2010
Tras su separación de Malala Groba, el jefe de Gobierno porteño, Mauricio Macri, no perdió el tiempo y ya encontró nuevo amor.

Si se recorre el patrón estético de las mujeres que pasaron por la vida de Mauricio Macri no quedan dudas de que su target son las morochas de pelo largo y delgadas: Ivonne Bordeu, Marisa Mondino, Isabel Menditeguy –antes de hacerse fan del quirófano–, Malala Groba.

Incluso su compañera de fórmula en la Ciudad, Gabriela Michetti, también podría sumarse a ese grupo, aunque sólo sea para disfrute de aquellos que aún en el entorno PRO alentaron, en su momento, comentarios maliciosos para crear tensión entre ella y la ahora ex de Macri.

También, para felicidad del empresario político, todas ellas prefirieron sonreír para las fotos y cerrar la boca para los periodistas cuidando incluso de emitir comentarios en reuniones sociales mientras estuvieron en pareja y cuando dejaron de serlo.

Ivonne, su primera esposa y madre de sus tres hijos –Agustina, Jimena y Francisco–, armó su nueva vida fuera del ojo público.

Marisa Mondino conoció a Mauricio cuando a ella un comercial de cigarrillos la ubicó en el podio de las más deseadas y él era todavía más conocido por ser el “hijo mayor” de Franco macri. El romance no fue prolongado, pero ella jamás se refirió a él, ni bien ni mal.

Y aunque no eran tiempos de descontrol mediático en busca de cinco minutos de fama, nunca habría dicho nada porque la ex modelo se educó en un ambiente donde el bajo perfil formaba parte de la buena educación.

Igual escuela recibió Isabel Menditeguy, la relación más extensa después del divorcio de su primera esposa. Dueña de una sensualidad explosiva, cuando se unió a Mauricio se alejó definitivamente de su carrera de modelo publicitaria y creó alrededor de ella una barrera infranqueable que, a veces, la llevó a comportarse de manera adolescente cuando acompañaba a Macri a fiestas como las de COAS o Fundaleu o a lanzamientos de autos y escondía su cara con las manos para evitar los flashes incluso cuando iba al toilette.

Con el tiempo y con el ingreso de Macri a la política, se volvió un poco más abierta. Sólo un poco: nunca dio una entrevista, pero al menos se esforzaba por dibujar una sonrisa de Mona Lisa para las fotos.

A Malala Groba le tocó una época diferente de la de sus antecesoras: un Macri ya instalado en la política, con todo lo que ello implica. Incluso, vivió de cerca la campaña que lo llevó a ser Jefe de Gobierno porteño. Sin embargo, se comportó de manera similar a todas. Fue sobria al vestir, mantuvo un bajo perfil y no le importó parecer una mujer que responde con monosilábicos para evitar contestar algo que provocara un contratiempo al “Macri público”.

Con ese mismo estilo, durante el verano e instalada en la casa que Macri tiene en Manantiales, Malala despistó cualquier atisbo de duda sobre su verdadera situación sentimental. Era la segunda vez que ambos tomaban distancia para repensar la pareja pero, en enero último, la decisión estaba tomada. Como dijo a PERFIL un allegado del político: “La crisis de Malala y Mauricio no existe más porque tomaron la decisión de separarse”.

María Juliana Awada tiene 35. Es la menor de una familia que hace cincuenta años se dedica al rubro textil.

Tiene cinco hermanos: Daniel (54), fundador con su ex Patricia Fraccione de las marcas Cheeky, La Patisserie y Cómo quieres que te quiera; Zoraida (50) encargada del área de comercialización de Awada (la empresa familiar), Alejandro (49), el actor; y Leila (38), artista plástica.

Su padre, Abraham se hizo conocido cuando fue víctima de un secuestro, en agosto de 2001.

Juliana trabaja en diseño e imagen de la empresa familiar. Estuvo casada dos veces; la última, con el nieto de uno de los hombres más ricos de Bélgica, quien tiene inversiones agropecuarias en Argentina. Este empresario es el padre de su única hija.

Con la historia de amor entre ambos se podría escribir un guión de cine: él la conoció en un vuelo a París. Se le acercó y le dijo a Pomi Awada que se iba a casar con su hija. Varios meses después, se reencontraron y no se separaron por un año.

Mientras estuvieron juntos, Juliana conoció y se movió en el mundo de los “ricos de verdad”, gracias a las relaciones de su familia política.

Ella vive en Barrio Parque, como Mauricio. Va al mismo gimnasio y, muchas veces, coincidían en el mismo horario: él hace aparatos; ella, elíptico, y Malala, hacía yoga.

Dicen que se “encontraron” hace cuatro meses. Pero ella, como sus antecesoras, sólo hablará de moda. O con él, como lo hizo esta semana cuando almorzaron en el VIP del entrepiso del Museo Renault.