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Dakar: una experiencia para “locos” y aventureros
La carrera más dura del planeta vista por dentro. Asteriscos.Tv se metió en la “cocina” de un mundo de fanáticos y de aventura. Personajes y sueños. ¿2011 en Egipto?
14 de enero de 2010
Por Roberto Aguirre Blanco, enviado especial al Dakar
Correr durante siete u ocho horas por día, “comer” polvo, tomar valor en medio de la nada, correr riesgos de muerte, para luego desarmar su vehículo, limpiarlo, bañarse, dormir en una carpa sobre la tierra misma y volver a empezar al día siguiente, es una aventura de locos.
Eso es el Rally Dakar. Esa es una parte de la historia cotidiana que Asteriscos.Tv pudo conocer en el mismo corazón de la organización de este evento mundial durante 24 horas en la etapa que tocó el miércoles la provincia de San Juan.
Esta prueba recorre miles de kilómetros desde hace 31 años, cruzando desiertos, subiendo dunas y montañas, y recorriendo ciudades y poblados con un reglamento atípico que decide el recorrido horas antes de cada etapa.
“Esto está hecho para que la gente lo disfrute sentado en el living de su casa cómodamente mientras ve televisión”. La esencia de esta aventura donde cientos de competidores ponen en riesgo su vida para generar pasión en amantes del mundo motor que prefieren una actitud más pasiva y lejana al peligro.
Sin embargo, en las ediciones 2009 y 2010, desarrolladas en estas latitudes, sumó el fervor de miles de espectadores que se volcaron a distintos puntos del recorrido con la pasión que sólo pueden hacerlo los argentinos.
“Estamos pensando en el 2011 quizás volver a África (“haciendo un recorrido que cubra casi por completo Egipto), pero en realidad hoy estamos cincuenta y cincuenta, y todavía hay chances de regresar a Sudamérica”, dijo a Asteriscos.Tv uno de los organizadores del Rally Dakar, que también reveló que muchos pilotos europeos tienen ganas de volver a los desiertos africanos “porque hay más riesgos y peligros de muerte”.
A este nivel de “locura y pasión” se mueve esta prueba apasionante para los sudamericanos, que pueden verla pasar por algunos minutos, como le sucedió a este enviado que se ubicó al borde de un río seco en la precordillera de los Andes con el fin de disfrutar el paso de motos, cuatriciclos, coches e imponentes camiones.
En el marco de esta modernidad bajo el sol abrazador de más de 45 grados, los periodistas e invitados corrían para ver desde un balcón natural el paso de los vehículos que levantaban una inmensa polvareda y casi se podían 'tocar con las manos'.
Segundos después, estos “invitados especiales” volvían sobre sus pasos para refugiarse en una inmensa carpa con aire acondicionado y disfrutar de una copa de champán y comer centolla y caviar: esto también es el Dakar.
Una experiencia “religiosa” fue luego visitar el autódromo El Zonda de San Juan, donde funcionó el vivac –parque cerrado y campamento de vehículos, pilotos, y mecánicos– donde los protagonistas del Dakar desnudan su esencia y su afán de ser cada día “más locos” para alimentar la aventura y el show.
Allí, Asteriscos.Tv pudo comprobar recorriendo el campamento distintas fotografías que hacen a una cotidianeidad de la competencia que verdaderamente conmueve.
Recorriendo cada uno de los improvisados boxes se pudo ver a un piloto de un equipo oficial tirado en una camilla mientras era masajeado por una imponente profesional que descontracturaba un cuerpo dolorido por la exigente prueba.
Enfrente, a pocos metros, un solitario motociclista se quitaba sus botas de competencia y mostraba sus pies heridos por los golpes de las piedras de la dura prueba e intentaba curarse sin más ayuda que el mismo.
La mayoría de los pilotos a esta altura de la competencia tienen la cara de cansancio como la máscara más común, mientras intentan mitigar dolores y estrés de la prueba tomando litros de agua y cantidades innumerables de bebida energizante.
Como otra pintura de esta prueba, algunos pilotos apenas llegan al final buscan el aire fresco que puede haber a la sombra de la carrocería de los camiones y no tienen reparo de acostarse sobre el mismo piso.
Mientas en otro extremo del campamento el equipo oficial Volkswagen, con más de 25 mecánicos y asistentes, le sacaba lustre y brillo a la carrocería de los autos líderes.
Al lado, un motociclista chileno hacía esfuerzos por intentar lavar en un pequeño tacho su ya desvencijado buzo antiflama que pide a gritos jubilación.
En esta tierra de todos también se puede ver cómo los pilotos se bañan al aire libre y algunos caminan en paños menores, sin importar la presencia de damas, como si estuvieran en el patio de su casa.
El Dakar es esta locura: risas, lágrimas y discusiones, periodistas en tiendas de campaña como si estuviesen en un frente de guerra, mientras algunos mecánicos festejan un cumpleaños con una torta simbólica y un destornillador parado como si fuera una vela.
A las 19, cuando cae el sol, como una ceremonia todos corren debajo de las carpas y cenan, exquisita comida, que resulta el broche de oro de una jornada extensa y agobiante.
Toda esta logística que funciona como una maquinaria de reloj es provista por Sodexo Argentina, responsable de la alimentación y producción del servicio organizativo del evento.
Con una fruta en la mano y una lata de energizante en la otra, los pilotos buscan sus pequeñas carpas para empezar a descansar, porque a las cuatro de la mañana estarán nuevamente de pie para retomar la aventura.
El experimento Dakar, “de locos y solitarios, que buscan llegar al final”.