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"Sherlock Holmes": elemental oportunidad desperdiciada
Con buenas intenciones, pero sin una historia sólida que la respalde, esta nueva llegada del detective londinense a la pantalla grande termina sin convencer ni atrapar
13 de enero de 2009
Por Sebastián Martínez
La verdad, no parece tan difícil hacer una buena película sobre Sherlock Holmes. Sobre todo si se dispone de un presupuesto de 90 millones de dólares. Y, sin embargo, la versión 2009 del eterno retorno del detective más famoso del mundo de la literatura no alcanza a cubrir las expectativas. Veamos todo lo que podría haber tenido a favor esta película.
Primero, obviamente, al personaje principal. Sherlock Holmes, creado por la pluma de Sir Arthur Conan Doyle, se ha transformado en una de las figuras predilectas del cine. De hecho, es el personaje con el récord de apariciones en la pantalla grande, con la friolera de 211 filmes dedicados a su inconfundible efigie. Se podrá decir cualquier cosa, pero nunca que Holmes no es un personaje rico y fructífero.
En segundo término, es bueno referirse al director de esta "Sherlock Holmes", el británico Guy Ritchie. La irrupción de este joven fue fenomenal, de la mano de esa gran película de enredos policiales llamada "Juegos, trampas y dos armas humeantes". En una línea muy parecida, se despacharía luego con la nada despreciable "Snatch: cerdos y diamantes". Pero eso fue allá por el 2000. Desde entonces, alterna bodrios imposibles (como "Insólito destino") con películas apenas regulares (como "Rock n Rolla"). Pero se sabe que, en algún punto oculto, Ritchie tiene algo de talento para dar.
El tercer punto que "Sherlock Holmes" podría haber tenido a favor es su protagonista. Robert Downey Jr. viene demostrando en el último par de años que está de regreso, que se puede confiar en él y que su genio sigue intacto luego de tantos años de excesos bien y malhabidos. Un Sherlock Holmes interpretado por Downey Jr. es algo que todo el mundo querría ver.
El resto del elenco pintaba, cuanto menos, solvente: desde Jude Law en el papel del Doctor Watson, hasta las chicas Rachel McAdams y Kelly Reilly, o el villano Mark Strong. No debería haber demasiadas fisuras por ese lado.
Y, por último, la reconstrucción del Londres victoriano no debería ser un problema para un filme con 90 millones de presupuesto y la teconología digital que actualmente está al alcance de los grandes estudios.
¿Por qué, entonces, si tiene casi todo a favor, "Sherlock Holmes" no alcanza a cumplir con las expectativas que teníamos depositadas en ella? Esencialmente por su historia, por su débil trama, por la falta de creatividad puesta de manifiesto por los guionistas para crear un argumento que estuviese a la altura del mítico personaje de Conan Doyle.
La cosa es más o menos así. Holmes y Watson evitan al comienzo del filme un sacrificio humano, que iba a ser perpetrado por un sujeto que ya venía asesinando mujeres hace un tiempo. El tipo es condenado a muerte, pero a los pocos días "resucita" y sume a Londres en el terror.
Hasta ahí todo bien. Pero luego empiezan a tallar las sociedades secretas (ya un poco remanidas en el cine de los últimos años), una especial preocupación por preparar la secuela y una resolución del caso que parece salida más de la imaginación de los guionistas de Scooby Doo que de Conan Doyle.
En definitiva, ni Ritchie, ni Downey Jr., ni Jude Law, ni el resto del elenco, ni los directores de arte y fotografía hicieron mal su trabajo. ¿Pero qué le costaba a los productores contratar a un equipo de guionistas eficiente que se pusiera a trabajar por lo menos un año en una historia convincente, intrigante e inteligente?
El defecto del argumento es tal que el Sherlock Holmes de Downey Jr. se luce en el boxeo y en el laboratorio, en su falta de higiene y en sus rabiosos celos por la novia de Watson, pero prácticamente no hace uso de sus distintivas facultades deductivas. Aquello que hizo famoso a Sherlock Holmes es lo que menos aparece en esta película. Esa fe en la razón tan propia de la modernidad, queda diluida entre tonterías. Y, la verdad, se la extraña.