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Juan Carr: "Hay 10 millones de pobres y la inseguridad da terror"
El fundador de Red Solidaria sostuvo que la gran deuda es el hambre y que la "imagen más triste es ver a alguien comer de la basura". Habló sobre la gran inseguridad
28 de diciembre de 2009
Para Juan Carr, la obsesión es terminar con la pobreza.

"La imagen más triste es ver que alguien tiene la cabeza adentro de un tacho de basura y en ese mismo lugar come algo; eso es tremendo", dice, y algo en él ensombrece. Pero si algo tiene el fundador de la Red Solidaria, creada hace casi 15 años, es fuerza.

Carr dice que "durante generaciones se aceptó que los pobres estaban, ahora a todo el mundo le parece indigno. En eso hay una enorme madurez", en diálogo con lanacion.com.

También habla de la preocupación social del momento: la inseguridad. Reconoce que vive "aterrorizado" y teme por la vida de su mujer y sus cinco hijos, pero le escapa a las recetas mágicas para enfrentar el tema.

Entonces vuelve, como trazando un círculo en el que todo cierra, a la pobreza. La comida, la educación y el abrazo son, para él, las formas de tener seguridad para todos.

-¿Qué le evoca el Bicentenario?

-El número 200 suena a varias vidas humanas y la Argentina tuvo tal vez dos o tres si la pensamos como un ser. Para mí es positivo, significa que seguimos avanzando, que seguimos creciendo. El número 200 tiene sabiduría, tiene olor a bosque, a fecundidad. Por supuesto que muchas cosas las tenemos que madurar, pero para los que queremos transformar la realidad, el 200 es un valor interesantísimo para celebrar y seguir creando.

-¿Somos una sociedad madura?

-Tengo una mirada positiva. ¿En qué maduró? Desgraciadamente maduramos mucho con el dolor; hemos tenido tragedia de sobra, tenemos dolor de sobra, dolores fuertes, heridas más o menos cicatrizadas. La sangre y el dolor hacen crecer, madurar. Durante generaciones se aceptó que los pobres estaban, ahora a todo el mundo le parece indigno. En eso hay una enorme madurez.

-¿Cree que la exclusión está tratada con seriedad en la agenda política?

-Hablo con afecto de los políticos porque son de mi generación. Los conozco a todos. Están en una gran confusión, nadie lo puede negar. Si salimos del grito de la tribuna y pedimos conformar una agenda de temas todos están de acuerdo, pero entrando en el día a día vuelven a la confusión. Pero los quiero tratar bien porque tenemos frustraciones similares. Igual, creo que la agenda de la comunidad y la agenda política se van acercando.

-¿Una imagen triste de la Argentina actual?

-En lo urbano: el que tiene la cabeza adentro de un tacho de basura, saca la cabeza y en ese mismo lugar come algo; eso es tremendo. En lo rural: posiblemente, ver un rancho que vas a fumigar porque tiene vinchuca y sabemos que, en realidad, hay que cambiar el rancho y hacer una vivienda digna, no eliminar la vinchuca. Esas son dos de las imágenes que me duelen en el alma.

-¿Una imagen positiva?

-Una chica que fue trasplantada hace pocas semanas: es dada de alta y dice: "Quiero agradecer a la familia del donante, que murió pero me dio vida". Eso es revolucionario.

-¿La Argentina es solidaria?

-Nosotros estamos tapados de solidaridad como Red Solidaria, pero es todavía muy emocional y dura dos o tres días, en función de una catástrofe.

-¿Están firmes las instituciones?

-La generación de los más jóvenes tienen incorporadísimo que el modelo es democrático. Los que estamos más grandes todavía tenemos un montón de dudas y sustos: hay un poco de lío en la realidad y uno ya piensa en defender la democracia. Y en realidad hay una generación o casi dos que nacieron en la vida democrática y lo tienen incorporado. Me parece que la forma de vivir democrática está asumida, macerada, madurada. Lo que no quiere decir que no haya autoritarismos dentro del sistema democrático. ¿Las instituciones? Bueno, la Argentina es una interna. Poner cinco argentinos en una mesa a lograr un acuerdo es casi imposible. Hoy la Argentina está fragmentada y las instituciones sufren esa fragmentación. Todos creen en el discurso que valora las instituciones, pero en la práctica no nos podemos poner de acuerdo con nada. Sólo lo logramos en el dolor.

-Habla de una sociedad fragmentada: ¿Considera que está crispada, también?

-Está de moda usar esa palabra. Creo que la crispación es muy urbana, muy porteña y muy de dirigencias. En los últimos conflictos veíamos que se decían de todo las primeras líneas y las segundas o terceras líneas se tomaban un vino o un mate. Lo decimos todo el tiempo: un día como hoy 14 millones de argentinos fueron a trabajar, honestamente; un día como hoy millones de chicos fueron a buscar el valor de la educación; ocho millones de pobres, una multitud, son pacíficos y esperan una oportunidad. A mí me conmueven. La crispación es dirigencial, es comunicacional, circunstancial, pero hay una armonía en estos millones y millones.

-¿Cómo ve a este Gobierno?

-Arranco por ser políticamente incorrecto: a cualquier gobierno que cumplió más de cuatro años en la Argentina lo correcto es criticarlo: en nuestros 200 años de historia queda bien criticar. Yo tengo una sola vida, si tuviera varias quizá me la pasaría criticando y hay 2,3 millones de hambrientos, 8 millones de pobres. No tengo mucho tiempo para la crítica. Digo esto: no soy opositor a ningún gobierno democrático, porque conocí los años en los que no había democracia. Este gobierno lo votó el pueblo, mi gente.

-¿Cómo ve la inseguridad?

-La palabra seguridad a mi me da vértigo, porque siempre habla de "mí" seguridad respecto de "la de otros". Yo quiero que 40 millones de argentinos estén seguros. Tengo un miedo auténtico y real: estoy aterrorizado. Tengo mujer, 5 hijos, los amo y estoy aterrorizado. Lo que pasa es que no encontramos la fórmula: el péndulo se sacude para un lado y los delincuentes tienen que tener un trato casi digno de un rey y el péndulo da la vuelta y la otra teoría es que tienen que ser sometidos a una especie de tortura que termine en la pena de muerte. No podemos salir de este péndulo y el 90% de la gente quiere sentido común: el que delinque tiene que ir preso y no hay por eso que matarlo. Todos sabemos lo que hay que hacer. ¿Nace un niño en la pobreza? Afecto, educación, abrazo. ¿Alguien delinque?, que vaya preso.

-¿Qué autocríticas tiene para con las ONG?

-Hasta hace 20 o 30 años, el que hablaba de pobreza era un tipo peligroso; hace 10 años, exótico; ahora, al revés: es paquetísimo, casi te da un enorme prestigio dedicarte a lo social. Eso es bueno, porque valoran tu trabajo, pero al mismo tiempo aparece una relación nueva: un montón de gente cree que hace cosas geniales por el prójimo, que son admirables. Te dan premios todo el tiempo y sufrimos un poco esta confusión. Todavía, tenemos millones de pobres, 5200 personas necesitan trasplantes, 12 personas mueren por día de chagas, 11 mueren en accidentes de tránsito. Al mundo de las organizaciones todavía nos falta trabajar la humildad.

-¿Se imagina un país sin villas?

-Nosotros, en la Universidad de Buenos Aires, en el Centro de Lucha Contra el Hambre, tenemos un programa de hambre cero en 2020 en la Argentina. Si cada día 575 argentinos salen de la indigencia, en 2020 no hay más hambre. Hago historia: en la década del 70 había 7% de pobres y 4% de desocupados; con esos números bajísimos, a esa generación le pareció indigno y quiso cambiar la realidad. Ahora tenemos números un poco peores y una enorme inmovilidad.

-¿Tiene alguna preferencia partidaria?

-Soy una mezcla: admiro a [Karl] Marx porque pensó en la comunidad; a Adam Smith, que se le ocurrió, desde el capitalismo, la idea de generar riqueza; a [Hipólito] Yrigoyen, por su ética y a [Juan] Perón por su mirada social. En esos cuatro debe estar lo que yo sueño como aporte. Pero no soy un militante clásico?no lo soy.