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"Caín", el libro polémico de Saramago contra Dios
Por la novela al Nobel de Literatura lo acusan de hacer una "operación publicitaria" y lo tratan de "diablo". El portugués sigue alimentando la polémica con sus obras
2 de noviembre de 2009
Son como perritos de Pavlov, reaccionan inmediatamente al estímulo", dice, en los medios portugueses, el Premio Nobel José Saramago. Está hablando de la Iglesia Católica. Está hablando de la reacción de la Iglesia Católica ante su nuevo libro, Caín, que hace unos días apareció en la Argentina. Está metido, Saramago, en una polémica de dimensiones en medio de la cual hasta le pidieron que renuciara a su ciudadanía portuguesa.
Es que en Caín, el Nobel parte del famoso fraticidio para postular que Dios -su personaje se escribe "dios", con minúscula, igual que todos los nombres de la novela- es responsable de esa muerte, por haber despreciado injustamente el sacrificio de Caín ("caín"). Y que además es sanguinario, caprichoso, sádico. Véase la descripción de Dios que hace apenas caín acaba de matar a un jactancioso -y burlón- abel: "Fue en ese momento exacto, es decir, retrasada en relación a los acontecimientos, cuando la voz del señor sonó, y no sólo sonó la voz, sino que apareció en persona. Tanto tiempo sin dar noticias, y ahora aquí está, vestido como cuando expulsó del jardín del edén a los infelices padres de estos dos." Y es caín quin reclama: "(...) el primer culpable eres tú, yo habría dado mi vida por su vida si tú no hubieses destruido la mía".
Tras el asesinato, como en la Biblia, dios condena a caín a vagar por el mundo pero lo protege de ser asesinado. Saramago lo pone, además, a viajar en el tiempo. Así, el caín del portugués será parte de algunos de los grandes episodios de la Biblia, como la destrucción de Sodoma, el (abortado) sacrificio de Isaac o el diluvio universal.
En fin que el libro no fue todo. Saramago presentó la novela en Penafiel, una ciudad del norte de Portugal, y allí declaró, según el diario Clarín, que la Biblia "es un manual de malas costumbres", que está lleno de escenas de violencia, incesto y horrores y que debería estar cuidadosamente escondido de las manos de los niños".
Entonces empezó la polémica. El portavoz de la Conferencia Episcopal Portuguesa, Manuel Marujao, calificó el libro de "operación publicitaria". "Un escritor de la dimensión de José Saramago debería tomar un camino más serio". "Podrá hacer críticas, pero entrar en un género de ofensas no le sienta bien a nadie, y menos a un Premio Nobel", dijo.
Saramago, claro, esperaba enojos, pero, por tratarse del Nuevo Testamento, los esperaba principalmente de los judíos. De quienes, además, en el texto dice cosas como: "Como siempre ha sucedido, a la mínima derrota los judíos pierden la voluntad de luchar, y, aunque en la actualidad ya no se usen manifestaciones de desánimo como las practicadas en el tiempo de josué, cuando se rasgaban las ropas que llevaban vestidas y se postraban en el suelo con el rostro en tierra y las cabezas cubiertas de polvo, la llantera verbal es inevitable".
En Portugal, el rabino Eliezer di Martino se lo tomó con calma. "El mundo judío no se va a escandalizar por los escritos de Saramago ni de nadie", dijo. Pero señaló: "Saramago desconoce la Biblia y su exégesis" y hace "lecturas superficiales de la Biblia".
No fueron sólo respuestas religiosas: el eurodiputado socialdemócrata Mario David dijo en su blog que tenía vergüenza de tener a Saramago como compatriota. Escribió, también, que Saramago hace años amenazó con renunciar a la nacionalidad portuguesa: "Hoy le pido que lo concrete. ¡Y deprisa!"
El malestar atravesó la sociedad portuguesa. La semana pasada hubo una manifestación de protesta contra él en Penafiel. Y los medios consignaron voces que calificaban a Saramago de "diablo".
"Vanidad y autopromoción", disparó el escritor Miguel Sousa Tavares. "Soy una persona que despierta anticuerpos en muchas otras personas pero no me importa", dijo Saramago.
Hace unos días, José Saramago debatió sobre el tema, en su casa, con el teólogo José Tolentino de Mendonça.
Paul Ricoeur, decía Tolentino, "lee el episodio de Abel y Caín como la construcción de la fraternidad", decía el teólogo. "El Génesis es una reflexión sobre la condición humana. ¿O qué son, al final, los mitos? Son reflexiones sobre la vida. Después de la Biblia, la fraternidad ya no depende de los lazos de sangre sino de una decisión ética". Eso, contesta Saramago "es forzar las historias. ¿Qué hubiese pasado si Dios aceptaba la ofrenda de Caín? ¿Por qué la rechazó?".
Es una novela, recuerdan algunas voces. Una novela, ficción, literatura, no un libro religioso.
Eso dice Saramago: "No escribí un libro sagrado". El teólogo le da una vuelta de tuerca: "En una sociedad secularizada, José Saramago es una especia de referencia sagrada. Un hombre que vende 200.000 ejemplares y tiene una cobertura global... Hoy lo sagrado tiene otras formas. Y en el fondo, su pretensión también es una pretensión sagrada".
El debate es largo y tocará hasta las hogueras de la Inquisición. Saramago ha conseguido despertar pasiones, provocar ideas, dividir aguas. Otra vez.