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El paco se cobró la vida de una embarazada de 14 años
Su hermano es un adicto, al igual que la pareja de la chica. Sospechan que estaban drogados cuando la balearon. La desesperación de su madre y un Estado ausente
23 de octubre de 2009
Catalina Núñez apenas tenía 14 años, pero estaba feliz de ser mamá. Ocho meses atrás había nacido su hija, Agustina, y ya esperaba un segundo bebé, aún no anunciado a su familia. Estaba embarazada de cuatro meses. Tanto le gustaba estar con su nena que dormía todas las noches junto a ella, en su cama matrimonial. Pero ayer a la madrugada todo se acabó, en medio de un drama provocado por el paco: un tiro le dio en la cabeza y la mató, en su casa de La Cañada, en Quilmes Oeste. Su beba se salvó de milagro, aunque terminó salpicada con su sangre.

Los únicos que estaban en la casa de Otamendi al 400 cuando la mataron eran su hermano Gabriel, de 15 años, y la pareja de Catalina, Jonathan, de 21. Los dos son adictos al paco. En un principio, ambos dijeron que alguien había intentado asaltarlos y que a la chica le dispararon cuando se asomó a la puerta a ver qué pasaba. Pero todo era mentira.

A los peritos de la Policía Científica algo no les cerraba: la cama estaba llena de sangre y había marcas de una mano ensangrentada en una pared, pero no eran de la medida de Catalina. Antes del mediodía, la Policía detuvo a su hermano y su pareja, sospechados de ser los autores del crimen.

Según dijeron fuentes de la investigación a Clarín, los dos jóvenes estaban en la casa y habrían empezado a discutir con Catalina, que ya estaba en la cama. Se cree que los dos estaban drogados y que ese habría sido el origen de la pelea. Luego su pareja tomó un revólver para asustarla y accidentalmente se le habría escapado el tiro que le dio en la cabeza.

Los dos jóvenes habrían inventado después la versión del asalto y Jonathan habría sido quien dejó la huella de sangre en la pared para simular el falso robo.

Según contó una tía de la víctima, Blanca Aguirre, fue un sobrino suyo el que denunció a los adolescentes ante la Policía. "El vio cuando el hermano de Catalina iba al jardín a desenterrar algo. Era el arma, que después quiso ocultar en un tanque de agua. Lo entregó porque estamos cansados de que ande en la droga y de que eso lo lleve a robar. A mi hermana le vendió desde el lavarropas hasta el televisor y la garrafa", explicó.

Tras las detenciones, el hermano de Catalina se quebró. "Dijo que en realidad su cuñado le había disparado y que lo había amenazado para que no dijera nada. Pero después terminó contando lo que pasó", contó una fuente del caso.

Para la madre de Catalina, Laura Aguirre, la tragedia tiene una sola explicación. "A mi hija la mató la droga, el paco que consumían su hermano y su marido. Yo me cansé de pedir ayuda para que lo internaran a mi hijo en una granja, en algún lado. Y ahora él es un cómplice del asesinato de Catalina. Estoy destruida. Nadie me ayudó", aseguró a Clarín la mujer, viuda desde hace dos años, que trabaja cuidando chicos y ancianos. Al momento del crimen estaba cuidando a una abuela en su casa.

Laura también comentó que fue a la comisaría y al juzgado de menores varias veces para denunciar a su hijo, pero dijo que siempre lo dejaron libre con el argumento de que era menor. "Yo misma lo denuncié porque me desmanteló la casa, me sacó plata y les robaba a los vecinos. Yo no podía sola hacer nada, porque trabajo todo el día, apenas vengo a casa a tomar unos mates. Cuando fui al juzgado me dijeron que hay 4.000 chicos en estas condiciones y que no lo podían internar. Yo quería una granja donde aprendiera un oficio. Pedía una mano, pero nadie me escuchó y todos me dieron la espalda, aunque nunca imaginé una tragedia así", destacó.

Ayer, mientras la familia preparaba el velatorio de Catalina en una cochería de Quilmes, el momento más difícil para todos fue cuando su hija se despertó de la siesta y empezó a llorar reclamando la teta de su mamá. Fueron sus tres tías las que se turnaron para alimentarla.