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Rodeado de cartoneros y prostitutas, Bergoglio condenó la "esclavitud"
El cardenal volvió a hablar de "volquetes existenciales" y denunció que hay personas que "sobran" en la Ciudad. Denunció la existencia de prostíbulos con menores
5 de septiembre de 2009
En los prostíbulos hay menores de edad que fueron raptadas y son sometidas", recordó el cardenal Jorge Bergoglio, ante unas 300 personas.
Lo dijo en plena plaza Constitución, corazón del barrio con mayor concentración de proxenetas.
"Aquí hay chicos que esta noche no duermen para trabajar como cartoneros, sin ninguna garantía", agregó. Se lo dijo a ellos mismos y a sus padres, antes de comulgar y salir a hacerse el día festoneando cordones de veredas.
Ésta es la segunda misa que, a pedido de la cooperativa La Alameda y el Movimiento de Trabajadores Excluidos, monseñor Bergoglio dedica a los cartoneros y a las víctimas de la trata de personas, explotadas en los talleres textiles clandestinos y en los prostíbulos. La primera fue el 1° de julio de 2008 en la Iglesia de los Emigrantes de La Boca. Ayer, como entonces, el arzobispo de Buenos Aires reiteró que en esta ciudad "hay esclavos".
A instancias del padre Lorenzo Toto Vedia, del decanato Barracas-La Boca-Constitución, desde las 13 la plaza se convirtió en un confesionario a cielo abierto, con imágenes de la Virgen cuidándole la espalda a la estatua de Alberdi. Con el sacerdote colaboraron, recibiendo intenciones, las hermanas oblatas, y curas de las pastorales de Villas y de Migraciones.
Vecinas y vecinos del barrio –entre ellos, varios de los que vienen alertando sobre la venta de droga y las adolescentes en situación de prostitución– se entreveraron con los cartoneros, identificados por las cintas reflectantes en su ropa, las mochilas raídas, las manos gastadas. Hubo más pasacalles que rosarios, más carteles que cruces: "Sin esclavos ni excluidos"; "Basta a la trata, el narcotráfico y la prostitución"; "Trabajo infantil: de esto no se habla"; "Trabajo con derechos".
Se deslizaban en silencio los mates mientras Bergoglio les hablaba de ellos mismos. "En esta ciudad de Buenos Aires –lo digo con mucho dolor– están los que caben en este sistema, y los que sobran, para los que no hay trabajo, ni pan, ni dignidad". "Material de descarte", resumió el arzobispo: "Estamos llenos de 'volquetes existenciales', de hombres y mujeres que son despreciados".
El religioso definió en pocas palabras el tema principal de su homilía. "A estos hombres y mujeres, chicos y chicas, que 'no caben', se los trata como mercadería. Son objeto de trata". Aludió a la charla que un rato antes había mantenido con hombres y mujeres que fueron víctimas: "No estoy inventando cosas porque estuve escuchando lo que me han contado: los talleres clandestinos, sometimiento de menores en la prostitución, tráfico de drogas... Todo ese mundo de la coima que cubre y hace lícito que esto sea posible".
Con voz firme, Bergoglio instó a "gritar con fuerza y sin miedo: no a la esclavitud", y a echar en cara "a todo aquel que inventa esa infernal máquina de exclusión". Un aplauso apretado remató su homilía.
Las ofrendas al Señor fueron los frutos cotidianos: una bolsa de arpillera rebosante de cajas de cartón plegadas, "lo que juntamos de día y de noche para dar de comer a nuestros hijos"; una bolsa confeccionada por costureras y costureros bolivianos que escaparon de talleres clandestinos; una prenda fabricada por la cooperativa La Alameda.
Un grupo de chicas ofreció cadenas, como símbolo por haber salido de las redes de trata. Dejaron también una red de hilo, con fotos de Marita Verón, Andrea López y otras víctimas de los tratantes.
Sin prejuicios –allí eran todos iguales– todos se dieron la paz. Los costureros volvieron a sus tijeras. Los cartoneros cargaron a sus hijos y partieron en busca de sus carros. Las otras mujeres que juntan el peso en la calle ubicaron con la vista a sus fiolos y fueron a tomar posición en umbrales y esquinas.