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¿Las calles de Buenos Aires pobladas de masones?
La historia de la masonería en Argentina incluye a gran cantidad de héroes de la Independencia que algunos intentan negar. San Martín y La logia Lautaro
15 de agosto de 2009
Por Roberto Aguirre Blanco
“Las calles de Buenos Aires tienen ese no sé qué”, resalta el tango, y algo de cierto hay en esa afirmación que abre debates y preguntas sobre nuestra propia historia.
Más allá de una realidad palpable, la elección del nombre de las calles porteñas ha tenido en su historia de dos siglos decisiones muy polémicas por parte de sus intendentes y responsables políticos.
El entramado de una ciudad de más de 202 kilómetros cuadrados incluye calles con nombres de dictadores, golpistas, libertadores de la Independencia, políticos de rica historia y otros de oscuro padecimiento para sus propios pobladores, celebridades, poetas y artistas, entre otros.
Sin embargo, detrás de muchos también hay otra historia mucho más oculta y tiene que ver con participación de muchos en supuestas logias masónicas muy comunes en el Siglo XIX, y que formaron parte de los aires revolucionarios y de lucha independentista de América del sur.
El debate queda abierto por cierto peso propio de la Iglesia que aborreció estas prácticas masónicas, en boga en ese tiempo, y por supuesto defendía a rajatabla la presencia de los Reyes Católicos de España, como Fernando VII, “hijo directo de nuestro señor Jesucristo”.
Los historiadores siguen el debate aún hoy sobre la existencia o no de una masonería en la estructura de la Logia Lautaro que se fundó en buenos Aires en 1812 por integrantes de la lucha por la Independencia y que tenía como cabezas más visibles a José de San Martín y Carlos María de Alvear.
Según algunos historiadores, la Logia Lautaro nunca fue inscripta en los grandes libros de los centros masones británicos y “si no está allí es que nunca existió como tal”, según investigó el historiador Patricio Maguire, archivos en los cuales “tampoco figura el nombre de San Martín”.
Sin embargo, Rodolfo Terragno, autor del libro “San Martín y Maitland”, en una conferencia reciente sobre el tema deslizó que sobre este punto “existe una historia con muchas lagunas”, habiendo él mismo investigado sobre la posible participación de el Libertador en grupos masones.
“Esta historia empieza con la invasión francesa de la península ibérica, con Inglaterra preocupada por detener el avance de Napoleón en Europa, pero también queriendo evitar su traspaso a América. En ese contexto crece la importancia de una organización supranacional como la masonería", explicó Terragno,
En tanto, el general José Matías Zapiola, un militar que llegó de Europa junto a San Martín para luchar por la independencia, integrante de los americanos iniciados en la masonería en Inglaterra en 1808, fue uno confidente en sus últimos años de Bartolomé Mitre, primer historiador del Padre de la Patria.
Con mucha habilidad Mitre logró que el anciano militar revelara algunos “secretos” y pusiera algunos nombres y apellidos de criollos integrantes de la Logia Lautaro.
Así reveló que se iniciaron en este rito el canónico Valentín Gómez, Gervasio Posadas, Juan Larrea, Nicolás Rodríguez Peña, Hipólito Vieytes, Monteagudo, Agrelo, Azcuénaga, el padre Amenabar, Tomás Guido, Perdriel, los militares Murgiondo, Zufriátegui, Manuel Dorrego, Antonio y Juan Ramón Balcarce, entre otros.
Este grupo, según también relata el historiador Pacho O’Donnell en su libro “Historias Argentinas”, respondían mayoritariamente a Carlos de Alvear, en una especie de interna creada en la Logia con José de San Martín.
Al Libertador de Chile y Perú respondían, el mismo Zapiola, Julián Alvarez, Alvarez Jonte, Toribio Luzuriaga, Vicente López, Manuel Moreno, Ugarteche y Lezica.
Nombres con historia, que en la actualidad son referentes de calles para los porteños en barrios como Barracas, Monserrat, Balvanera, Palermo, Recoleta, Belgrano y Villa Urquiza, entre otros.
Ante el debate abierto sobre la certeza masónica o no de la logia Lautaro, un estudioso del tema, Emilio Corbière, afirmó tras su investigación que “San Martín fue iniciado en la Logia Integridad de Cádiz y allí recibió el tercer grado de la masonería simbólica”.
Luego, “en 1808, en Londres, junto a Alvear, y otros militares americanos como O’Higgins de Chile, Rocafuerte de Ecuador y el mismo Simón Bolívar, crearon otras logias de caballeros masónicos”.
“Cuando San Martín fue designado por decreto (1 de agosto de 1816) jefe del Ejército de Los Andes, casi simultáneamente fundaba la Logia de ese emprendimiento y asumía el cargo de Venerable Maestro”, asegura Corbiére en su libro “Masonería, Política y sociedades Secretas”, editado por Sudamericana.
Los restos de San Martín fueron repatriados, tras arduas negociaciones, tres décadas después de su muerte ocurrida en 1850 y se encuentran en un mausoleo fuera del perímetro de la Catedral Metropolitana, aunque desde su interior no lo parezca, producto de la “excomulgación” que recibían los masones por parte de las autoridades eclesiásticas.
Hay investigadores que intentan romper con esta versión y reafirman el “fuerte compromiso católico” de San Martín y suman el dato que cuando llegaron los restos del Libertador a Buenos Aires, “los masones no participan del homenaje porque no lo consideran parte de ellos”.
En esta afirmación, sin dudas, hay un fuerte componente político para “purificar” la imagen del prócer que siempre fue muy fiel a sus pensamientos y creencias.