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Kirchner recupera votos, pero no poder
Columna de Carlos Pagni publicada en La Nación
28 de mayo de 2009
La campaña electoral ingresa hoy en su último mes y habrá fuegos artificiales de todo tipo. Sobre todo, judiciales. Por eso conviene no perder de vista lo que, en verdad, se discute. La competencia del 28 de junio está referida al control del Congreso. Por lo tanto, el oficialismo la tiene perdida. Los resultados que ya se pueden dar por seguros anticipan que los Kirchner deberán resignar el quórum en la Cámara de Diputados. En el Senado, en cambio, la situación es más incierta: depende de lo que suceda en distritos como Corrientes o Mendoza.
Néstor Krichner abordó estas dificultades objetivas reduciendo el significado de la elección al desenlace de la batalla bonaerense. Sería mejor no comprar ese buzón. Más aún: sería mejor que él no lo compre. Porque la sobrestimación de una eventual victoria del esposo de la Presidenta en la provincia podría inducir a una mala lectura del mapa general de poder que saldrá de las urnas. Según las últimas encuestas, ese triunfo está para Kirchner más cerca que antes. Encuestadores como Julio Aurelio, Analía del Franco o Hugo Haime coinciden en que, desde que se presentaron las listas, el 9 de mayo, el ex presidente se ha recuperado. Esos estudios, que mostraban a comienzos de este mes una leve diferencia a favor de Francisco de Narváez, indican que la intención de voto por Kirchner, proyectada la masa de indecisos, estaría alrededor del 37%. La candidatura de De Narváez rondaría el 35% y la de Margarita Stolbizer tendría un piso del 25%.
¿Cuáles son los factores que están beneficiando a Kirchner? El más importante es que su altísimo nivel de imagen negativa no se traduce en una polarización electoral. Los análisis cualitativos ( focus group ) contratados por Mauricio Macri y De Narváez indican que, para un sector muy amplio del electorado, la figura de Kirchner produce una irritación y un enojo similares a los que provocaba la de Carlos Menem a partir de 1997. La inesperada bonhomía que adorna al candidato desde hace dos semanas está dirigida a neutralizar ese rechazo.
La gran ventaja del Gobierno es que, hasta ahora, esa negatividad no alcanza a desatar una gran contradicción entre el candidato más recusado -Kirchner- y quien estaría más cerca de derrotarlo -De Narváez-. Es decir, no se está imponiendo el criterio del "voto útil", que adoptan quienes se resignan a no elegir a su candidato favorito con tal de que pierda aquel al que destestan.
¿Por qué sucede esto? En principio, porque el Acuerdo Cívico y Social (ACS) logra retener más adhesiones que las sospechadas. La apoteosis de Alfonsín, la reincorporación de Julio Cobos a la UCR, el éxito en unificar una oferta electoral no peronista y la gravitación de los intendentes radicales sobre sus zonas de influencia, sostienen a Stolbizer y la convierten en quien más indecisos captura. Para Kirchner esta consistencia del ACS es crucial, ya que le impide a De Narváez descontar en el interior de la provincia la ventaja que él saca en el conurbano.
De Narváez colabora con la fortaleza de Stolbizer. Su principal problema es hoy el excesivo tinte peronista de la lista que encabeza. Allí los únicos famosos remiten al PJ: Solá, Rucci, Amadeo, Atanasof. Es como si se quisiera corroborar la tesis de Stolbizer y de Ricardo Alfonsín: Kirchner y De Narváez están librando una interna del PJ.
Oficialismo aplicado
En este aspecto hay que reconocer que el oficialismo estuvo más aplicado. El esposo de la Presidenta puso un énfasis extraordinario en llevar en su boleta a las figuras mejor vistas de su entorno: Scioli, Massa y Héctor Recalde, el candidato más articulado que podía ofrecerle Hugo Moyano. El desatino jurídico y moral de las candidaturas "testimoniales" es una consecuencia de ese afán de Kirchner por dotar de competitividad a su equipo.
La lista de De Narváez es el resultado de una transacción entre facciones y carece de sorpresas. Habría que dar la razón a Macri cuando dice: "No sé por qué, cuando todos quieren ser «lo nuevo», Francisco, que es nuevo, busca convertirse en un bicho del aparato peronista". Quizá se deba a la obsesión por contar con una estructura de fiscalización. Pero ahora Jaime Durán Barba, el king maker ecuatoriano que asesora a Macri y a De Narváez, recomendó un giro: exagerar el matiz Pro y ocultar al ala PJ de la oferta. Por eso en adelante se asistirá a una sobrectuación de Macri y Gabriela Michetti en el proselitismo bonaerense, ocultando a Felipe Solá (aunque la aparición de Fernando Jesús Narváez obliga al original, Francisco, a recordar que "mi lista es la de Solá").
Para cubrir un santo, el macrismo debe desvestir a otro. La incursión de Macri y Michetti en el conurbano abre un riesgo en la Capital Federal, donde la vicejefa de Gobierno encabeza las preferencias, pero no con aquella holgura que había imaginado su jefe cuando insistió tanto en postularla.
Hay un motivo más que bloquea la polarización de la campaña bonaerense: De Narváez, que debe enfrentar al político más gravitante del país, no es percibido como un candidato de dimensión nacional. Su carrera apunta hacia la gobernación bonaerense y su argumento principal, la inseguridad, tiene un inevitable tono provincial. No debería sorprender que en los próximos días los mensajes del macrismo corrijan ese sesgo con ataques más nítidos a la Casa Rosada.
La perspectiva de imponerse por pocos votos y con una dependencia exagerada del conurbano, determina desde ahora el modo en que Kirchner mira las elecciones de 2011. El 35% de los votos bonaerenses -por convenir una cifra- significan poco en la escala universal del electorado. Pero pueden ser cruciales en el duelo peronista. Y el ex presidente apunta a ese objetivo: hacer gravitar el caudal que obtenga el próximo 28 en una interna cerrada por la candidatura presidencial de su partido. Para comprender la jugada hay que prestar atención a un detalle: el "otro modelo" al que hay que oponerse ya no es el de los fatídicos años ´90: son los que se fueron en el helicóptero de De la Rúa. Ya no conviene ofender a los peronistas.
En definitiva, así como Kirchner intenta hoy reducir el país a la provincia, en adelante procurará encerrar a la política en el aparato del PJ. Hay físicas inexorables: lo mismo intentó hacer Menem en 2003, cuando su estrella ante la opinión pública había declinado hasta obligarlo a retirarse del ballottage.