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Premio consuelo: Francia venció a Italia por eliminatorias
Ganó 3 a 1 en un partidazo jugado en París. Fue un encuentro de ida y vuelta donde los galos lograron imponerse a los italianos con goles de Govou (2) y Henry
6 de septiembre de 2006
En París, Francia jugó mucho mejor y venció a Italia por 3-1.
Empujado por su público desde el primer momento, el equipo de Raymond Domenech se puso en ventaja.
Gallas se quedó en campo rival luego de un tiro de esquina y tomó un rebote. Encaró por la izquierda y envió un centro. Sydney Govou recibió la pelota y de primera la mandó a guardar. Remate de volea, fuerte y cruzado al palo derecho de Buffon. La sed de venganza de toda una nación comenzaba a saciarse.
Italia se vio obligado a adelantarse en el campo, pero abusaba del pelotazo cruzado y no llevaba peligro al arco de Coupet. La defensa no estaba tan sólida como en la final y sufría. Fabio Cannavaro, la figura del campeón no era el mismo.
El nivel de todo el fondo visitante pareció estar por debajo. Y eso lo logró el muy buen partido de los delanteros franceses, que tampoco estaban igual. Presionaban al rival desde campo italiano y se asociaban para llevar peligro a Buffon.
Pero la clave del partido pasaba por el mediocampo francés. Patrick Vieira y Willy Sagnol robaban, pisaban y tocaban. Manejaban el juego como querían y les daba la oportunidad a los delanteros que vayan en búsqueda del segundo gol.
Y a los 17 llegó. Malouda remató desde afuera del área, pero el arquero de la Juventus dio rebote y le dejó la chance servida a Tierry Henry. El goleador del Arsenal inglés acostumbrado a no fallar, no se puso para nada nervioso y la colocó al palo del arquero. Exquisita definición de uno de los mejores jugadores del mundo. Sí, se desvió en un defensor, pero no por eso deja de ser un toque de calidad que sirvió para poner el segundo.
El segundo golpe contra el equipo de Roberto Donadoni despertó el orgullo italiano. Apenas dos minutos después tuvo la chance por pelota parada, especialidad del campeón y no la desaprovechó. Andrea Pirlo envió un estupendo centro, esos ideales para que entre algún compañero y la empuje a la red. Y ese compañero que llegó fue Alberto Gilardino. El delantero del Milan se anticipó a la defensa francesa y le dio la dirección necesaria para que el cabezazo se meta en el palo derecho del arquero.
Si bien no había merecido marcar, descontaba y todavía soñaba con llegar al empate. Como también lo hizo el día de la consagración mundial. Y comenzó a adueñarse del balón y a buscar el resultado. Pero abusaba del pelotazo cruzado a nadie, mientras que Francia se había replegado. El partido comenzó a perder explosión. Ninguno de los dos equipos buscaba por las puntas y perdían en imprecisión. Una chance de Sagnol para Francia y otra de Gilardino tras centro de Grosso, aumentaron las figuras de los arqueros.
Se iba un primer tiempo emocionante. Cuarenta y cinco minutos que bien podrían ser de una final de un Mundial o de una Eurocopa. Ya sin Zindine Zidane dentro de las canchas, Ribery, Henry, Vieira y compañía no defraudaron y elevaron el nivel del fútbol francés, por encima del visto en Alemania. Italia, al igual que en la primera fecha del grupo B, ante Lituania, no parecía ser el campeón, el que en la lógica debería ser el mejor equipo del planeta.