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Murió la millonaria que inspiró "Mi secreto me condena"
"Sunny", quien había heredado U$S 75 millones, pasó 28 años en coma. Su marido fue acusado de intentar matarla. El caso fue llevado al cine por Jeremy Irons y Glen Close
8 de diciembre de 2008
Su vida dio origen a una película.
Después de casi tres décadas en coma, la millonaria Martha "Sunny" Sharp Crawford von Bülow, de 76 años, murió el sábado.
Según sus familiares en su casa Mary Manning, mientras que su vocera, Maureen Connelly, aseguró que fue en un sanatorio en Nueva York.
El 21 de diciembre de hace 28 años la habían encontrado inconsciente sobre el piso de mármol del baño de su mansión en Newport, en Rhode Island, Estados Unidos.
Nunca más volvió a salir de ese estado vegetativo, al que llegó por causas que aún se desconocen.
Su segundo marido, el abogado británico de origen danés, Claus von Bülow, de 86 años y con quien se casó en 1966, fue acusado de intentar asesinarla para quedarse con su fortuna de 75 millones de dólares.
Ella la había heredado a los cuatro años cuando murió su padre, George W. Crawford por el complejo industrial eléctrico: Columbia Gas, Lone Star Gas del Norte y Gas Natural.
En el primer juicio, entre febrero y abril de 1982, Claus fue declarado culpable y condenado a 30 años de prisión. Fue el primer juicio transmitido en televisión. Pero en un segundo juicio, en 1985, Claus fue absuelto.
Pese a la sentencia, algunos diarios y programas de televisión estadounidenses todavía ponen en duda su inocencia.
En "Mi secreto me condena", la película de Barbet Schroeder de 1990, se siguen las peripecias de la investigación del llamado "Caso Von Bulow", por el cual se acusaba a Claus Von Bulow de haber envenenado, lenta y pacientemente, con insulina a su esposa -la multimillonaria Sunny Von Bulow- hasta dejarla en coma, en 1980.
La originalidad del filme -sostiene Diego Lerer, de Clarín- reside en dejar abierta la resolución (al final no quedaba del todo claro si la había envenenado o no, o qué había pasado realmente) y en centrarse en el papel de la exitosa apelación de Claus -realizada por el prestigioso abogado Alan Dershowitz-, quien fue liberado de los cargos pese a que todo parecía indicar que era culpable. Otro de los puntos fuertes del filme -que reforzaba la idea de la ambigüedad del caso- era la actuación, que resultó ganadora del Oscar, de Jeremy Irons, en el rol del intrigante Claus. ¿Culpable? ¿Inocente? ¿Quién lo sabe? Sólo él.
Annie-Laurie y Alexander von Auersperg, los hijos del primer matrimonio de "Sunny" con el príncipe austríaco Alfred von Auesperg, estaban convencidos de que su padrastro quería matar a su madre. Lo acusaron de haberle inyectado insulina en dos ocasiones para agravar su hipoglucemia.
Durante los juicios, la empleada de Sunny, María Schrallhammer, aseguró que cuando la amante de Claus se enfermó en 1979, él tardó en llevarla al médico y encontró una bolsa con una aguja hipodérmica incrustada con insulina y una botella, también con insulina, y que después esa bolsa la vio Alexander. La única prueba contundente del caso.
La defensa, en cambio, dijo que Sunny estaba en coma porque había ingerido 100 aspirinas, drogas y dulces, entre ellos una "bomba de azúcar", 12 huevos frescos y botellas de alcohol.
Así, el tribunal estableció que la defensa tenía derecho a poner en duda la veracidad de la empleada. Y que los von Auerspergs podría contratar a un detective privado para confirmar lo que decía ella. Para la apelación, Claus eligió a Alan M. Dershowitz, un profesor de la Universidad de Harvard. Se lo financió Sir Paul Getty, su antiguo jefe.
Sunny pasó los 28 años en coma irreversible en el Hospital Presbiteriano de Nueva York y después en un hogar para ancianos en Manhattan, a un costo de más de $ 500,000 por año. Era atendida por un equipo de enfermeras. Y, según el diario estadounidense, The New York Times, en algunas ocasiones por guardias de seguridad privada. Con la muerte de Sunny, Claus se casará con su amante, la actriz Alexandra Islas.
El caso se convirtió en un fenómeno mediático en la década del ochenta y ni los guionistas tampoco pudieron resistirse.