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"Lady BMW", chantajeada por un famoso gigoló europeo
Susanne Klatten, de 46 años, la heredera del emporio automovilístico BMW, fue infiel. Su ex amante era un gigoló que la chantajeó y le sacó 7 millones de euros
8 de noviembre de 2008
Helg Sgarbi tiene un don para las mujeres. Más exactamente, para las millonarias. Oficial del Ejército suizo, licenciado en Derecho, conserva a sus 43 años un aspecto juvenil y cultiva un encanto indefenso que conmueve a mujeres maduras y poderosas, según indica el portal del diario El País de España.

Mujeres como Susanne Klatten, de 46 años, heredera de la empresa automovilística BMW, cuyo patrimonio se estima en 8.000 millones de euros. Esta madre de familia, rubia, delgada y discreta, célebre por su timidez, ha declarado a la policía italiana que Sgarbi, "un hombre fascinante de ojos azules, alto y delgado", le pareció enseguida "muy triste y digno de que lo ayudaran".

Nada más conocerlo en el bar de un hotel de la ciudad austríaca de Innsbruck, sintió una "gran cercanía". Era el 17 de agosto de 2007 y, sin que ella lo supiera, acababa de caer en la trampa de una red de chantajistas.

Meses más tarde, Ernano Barretta, acaudalado gurú de una secta local de los Abruzos, en Italia, reconoció, en una conversación grabada por la policía, cuál fue "el mayor error" de su vida: Susanne Klatten, lady BMW, la mujer a la que habían pedido 50 millones de euros a cambio de no divulgar vídeos de su adulterio, no cedía. "¿Tienes idea de quién es? ¡Es demasiado poderosa! ¡La mujer más rica de Alemania!".

Desde que, hace una semana, salió a la luz el chantaje de Sgarbi y Barretta, la heredera de BMW y el gigante químico Altana es, además, la protagonista pública de una historia de infidelidad, engaños, extorsión y lavado de cerebro con cuyo argumento, de puro rocambolesco, costaría arreglar una ficción verosímil.

El gigoló Helg Sgarbi mantuvo relaciones íntimas con Klatten durante ocho semanas. Ahora se sabe que ella sólo fue el pez más gordo que picó el anzuelo de Barretta, del que Sgarbi era el cebo por convicción religiosa.

Ernano Barretta, ex mecánico, charlatán milagrero, es el gurú de la pequeña secta a la que son adeptos Sgarbi y su esposa, Gabriele (de 39 años). Barretta, de 63 años, tiene el refugio Valle Grande, un hotel en Pescosansonesco (Italia), donde sus discípulos trabajaban para él. Además de prestarle servicios sexuales a su capricho, los creyentes debían proporcionar a Barretta determinadas cantidades de dinero.

Cuando Sgarbi, abandonados ya su apellido de soltero y su trabajo en el banco Credit Suisse, no pudo satisfacer las demandas financieras, el líder le encargó la caza de millonarias para su extorsión.

La denuncia presentada por Klatten contra su ex amante Sgarbi destapó la trama urdida por el grupo sectario de Barretta entre Zúrich y la localidad italiana de Pescosansonesco para chantajear a mujeres maduras y millonarias.

Haber caído en ella le costó a Klatten más de siete millones de euros y, ahora, la publicación mundial de su torpeza. Apenas un año después de que un documental desvelara el pasado nazi de la fortuna familiar, su infidelidad asesta otro grave estacazo a la proverbial discreción de uno de los clanes industriales más poderosos del mundo, los Quandt, del que Klatten forma parte.

Todo empezó el 17 de agosto de 2007 en Innsbruck. El galán Sgarbi abordó a Susanne Klatten. La reconoció por alguna de las escasas fotos que existen de ella en Internet.

Empezó así la inopinada amistad entre Susanne Klatten, casada y madre de tres hijos, modelo de discreción y sobriedad, y el sectario cazafortunas Helg Sgarbi. Unos días más tarde se reunieron en la habitación 629 del Holiday Inn de Múnich-Schwabing. Nada de lujos asiáticos: el precio medio para dos personas en este hotel de cuatro estrellas, sin minibar ni suplemento confort, es de 109 euros. Desde la habitación contigua, Barretta grababa con una cámara oculta el apasionado encuentro sexual.

Esta excursión al adulterio de clase media fue sufragada, sin duda, por Sgarbi. Klatten no sospechaba que, ya desde el primer día, el delincuente había reservado la habitación 630 para que su compinche Barretta manejara desde allí la cámara de vídeo.

Fueron ocho semanas de "relación sentimental", en palabras de Klatten. Una serie de citas en el Holiday Inn, todas grabadas; una excursión alpina que les proporcionó "días inolvidables" y una salida a Francia.

El galán no tuvo que esforzarse demasiado para obtener la simpatía de Klatten, que demostró un natural generoso para su patrimonio, estimado en 8.000 millones de euros.

Cierto día, Sgarbi narró la más grave de sus lastimosas historias. Le contó a su amante que había atropellado a un niño en Estados Unidos. Para mayor desgracia, era el hijo de un mafioso. Le hacía falta mucho dinero para evitar que le asesinaran como venganza.

La mujer accedió a prestárselo y le citó el 11 de septiembre de 2007, de nuevo en el Holiday Inn de Múnich, pero esta vez en el garaje, donde sólo pasaron de mano en mano siete millones de euros. Barretta se entusiasmó cuando Sgarbi le entregó aquel "metro cúbico" de billetes de 500 euros.

El 9 de octubre, Susanne Klatten decidió acabar con los encuentros. Así se lo dijo a Sgarbi. Pero éste le envió un mes después un DVD con "imágenes explícitas" de sus citas. Pedía 49 millones de euros y amenazaba con distribuir grabaciones comprometedoras en las empresas, fundaciones y organizaciones en las que ella tiene parte.

Si bien es de suponer que alguien tan rico como Klatten siempre cuenta con que puedan quererlo por su dinero, el chantaje enfureció a la empresaria. Klatten quedó en enero pasado con Sgarbi para entregarle el dinero y, antes de que llegara al lugar convenido, el donjuán estaba en manos de la policía austriaca. Diez meses después, medio mundo conoce los detalles de la historia.

La acaudalada Susanne Klatten, nacida Quandt en 1962, está casada con Jan Klatten y, tras la muerte de su padre en 1982, controla el 50,1% de Altana y el 12,5% de BMW; junto con su madre y su hermano Stefan, entre los tres son dueños del 47% del grupo automovilístico. El jueves pasado, Klatten anunció su intención de hacerse con el resto de Altana por 910.000 millones de euros. Sólo los dividendos de estos dos grupos empresariales añaden cada año cientos de millones de euros a su patrimonio. El año pasado, Altana pagó 2.400 millones de euros a su propietaria.