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Cobos, protagonista inesperado
Por Joaquín Morales Solá para LA NACION
17 de junio de 2008
Hoy podría producirse una de las crisis más serias de un sistema institucional: la pérdida de confianza del Poder Ejecutivo en el vicepresidente de la Nación. Julio Cobos deberá resolver en la tarde de hoy si convoca por su cuenta a una reunión especial del Senado para tratar el aumento en las retenciones de la soja, tal como se lo pidieron los bloques opositores en la tarde del viernes. Esa convocatoria del vicepresidente era improbable hasta que se conoció su carta pública, anteayer, en la que reclamó una activa participación del Congreso para resolver el conflicto.
La gestión de Cobos era también rechazada por el peronismo hasta anoche, cuando el estallido de las cacerolas en el país doblegó a muchos dirigentes del propio partido oficial. “Las cosas han cambiado”, dijeron al final del día de ayer muy altas fuentes oficiales. Mientras otros exponentes destacados del oficialismo creían que la presidenta Cristina Kirchner reaccionaría positivamente hoy ante el fenómeno social de ayer, algunos conocedores de Néstor Kirchner aseguraban que éste redoblaría la apuesta. "En ese caso, el tiempo de descuento para el Gobierno habrá comenzado", dijeron empinados legisladores del oficialismo.
La irrupción masiva y nacional de las cacerolas sacó anoche al conflicto rural del centro de la escena y convirtió la situación en una crisis política mayúscula. "La gente está pidiendo diálogo, pero también está a un paso de pedir que se vayan", sentenció un peronista con largo conocimiento de las reacciones sociales.
Antes, varios senadores peronistas habían afirmado que el bloque oficialista de la Cámara alta sólo se enteró de la carta de Cobos cuando éste la hizo pública. El entorno más cercano del matrimonio presidencial también se sorprendió cuando le llegó la noticia de ese pronunciamiento del vicepresidente, en el que deslizó una velada crítica tanto a los dirigentes rurales como a la conducción oficial del conflicto.
La historia debe reconstruirse. En una nota formal a Cobos, todos los líderes opositores del Senado le reclamaron, en la tarde del viernes pasado, que él convocara por su cuenta para hoy a una reunión especial del cuerpo. La oposición no quiso pedirla, porque según el reglamento ese trámite debe hacerse con 48 horas hábiles de anticipación. El feriado de ayer hubiera llevado la reunión para el jueves o el viernes. Cobos tiene facultades, en cambio, para convocarla por su cuenta.
La nota opositora que ingresó al despacho vicepresidencial llevaba la firma del presidente del bloque radical, Ernesto Sanz; del socialista Rubén Giustiniani; de María Eugenia Estenssoro, de la Coalición Cívica; de Liliana Negre de Alonso, una "adolfista" de San Luis, y de Carlos Rossi, un "juecista" de Córdoba. Son todos los exponentes de la oposición al kirchnerismo. "Cobos no hará nada", se resignaron los firmantes en esas horas del viernes.
Sin embargo, el domingo el vicepresidente pidió públicamente la intervención del Congreso para resolver el conflicto. Ahora, las alternativas de Cobos son dos. Una significaría la convocatoria a esa sesión especial reclamada por la oposición. "Sería una indisciplina absoluta, una manera burda de cortarse solo. Los Kirchner lo echarán al día siguiente", adelantaron fuentes kirchneristas del Senado. Anoche algunos peronistas habían cambiado de opinión, pero se resistían a dejarle a Cobos la iniciativa.
La otra alternativa del vicepresidente consistiría en no hacer nada. En tal caso, la opacidad de su gestión se profundizaría aún más. "Quedaría simplemente como un charlatán, que dice lindas palabras en público pero que le tiembla la mano cuando debe ir a los hechos", anticipó un exponente opositor. La incógnita se resolverá esta tarde, a las 16.30, cuando Cobos deberá presidir una reunión de la Comisión de Labor Parlamentaria, que integran los presidentes de todos los bloques.
El radical Sanz, adversario acérrimo de Cobos en Mendoza, no careció de picardía cuando ayer, rápido y categórico, apoyó al vicepresidente. En verdad, lo estaba empujando para que diera el salto definitivo del kirchnerismo.
Es probable que Cobos haya sido presionado por los radicales K para que se diferenciara de un gobierno con problemas de popularidad cada vez más catastróficos. De todos modos, debió existir también una decisión política propia del vicepresidente, porque él ha deslizado siempre que es consciente del delicado papel institucional que le toca jugar.
Es cierto, por otro lado, que los Kirchner no se llevaron bien con los vicepresidentes. Es una figura que evidentemente les estorba para el manejo concentrado del poder. El vicepresidente es, por otro lado, un funcionario con muy pocos menesteres constitucionales, pero que convoca expectativas sustanciales en momentos de intensa crisis política.
Son célebres las humillaciones a las que los Kirchner sometieron a Daniel Scioli como vicepresidente. Scioli capeó el temporal hasta que lo necesitaron para ganar arrolladoramente en la provincia de Buenos Aires. Scioli y Cobos son, de alguna manera, aliados y no pertenecen -ni pertenecieron nunca- al núcleo íntimo de confianza del matrimonio presidencial. No podían hacer de entrada, por lo tanto, el papel de sumisos empleados, que luego terminaron haciendo por presión de la máxima instancia política.
Cobos quemó las naves con el radicalismo, que lo expulsó de sus filas hace muy pocas semanas. Es posible que el vicepresidente esté rearmando los pergaminos para volver a su viejo partido o que, simplemente, haya decidido exponerse como una alternativa seria en medio de la crisis más profunda desde el derrumbe nacional de principios de siglo, agravada aún más a partir de anoche.