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Las últimas cuatro horas del “Che” Guevara en la Argentina
El líder de la Revolución cubana pisó por última vez estas tierras hace 47 años. Fueron cuatro horas donde vio a Frondizi y transitó la zona norte del Gran Buenos Aires
16 de junio de 2008
Por Roberto Aguirre Blanco

De Don Torcuato a Olivos sólo hay media hora de trayecto en automóvil. Esos fueron los primeros minutos del viaje relámpago que protagonizó Ernesto “Che” Guevara, ya ministro de Industria de Cuba, a la Argentina, la última vez que el líder de la revolución cubana pisó su país de nacimiento.

En la quinta de Olivos lo esperaba el presidente constitucional, Arturo Frondizi, quien mantenía una buena relación con el “Che” y por pedido del mandatario de Estados Unidos, John F. Kennedy, intentó interceder para evitar en ese año 1961, que la revolución de Cuba fuera captada por la Unión Soviética.

El viaje que sólo duró tres horas y media fue realizado en el mayor de los secretos de Estado para evitar un posible atentado a la vida del “Che” por parte de los servicios secretos de Estados Unidos y de las fuerzas armadas de la Argentina.

Según una recopilación que realizó el portal adnnoticias de la Zona Norte, la última mirada sobre la Argentina, el mítico “Che” Guevara lo hizo exclusivamente en esa región metropolitana del Gran Buenos Aires.

El acuerdo para la visita de Guevara a la quinta de Olivos para hablar con Frondizi se pactó en Punta del este, donde ambos estuvieron días antes participando de una asamblea internacional económica de países del continente.

La situación internacional ya era difícil, Estados Unidos había fracasado en el intento de invasión a la isla, y Cuba apuntaba sus contactos políticos hacía la URSS en la búsqueda del respaldo ante la agresión de la potencia vecina.

Según relató años después el ex presidente Frondizi, el entonces mandatario, cuando tuvo la confirmación que Guevara viajaría a Buenos Aires, llamó personalmente a la Casa Militar y le pidió a dos oficiales “absoluta reserva” por un viajero que llegaría la aeródromo de Don Torcuato y que lo “cuidaran con su vida”.

En ese momento no les adelantó quien sería el viajero pero les anticipó “que apenas lo vean sabrán de quien se trata”, y acto seguido, el presidente les pidió que lo llevaran “rápidamente a la quinta de Olivos”.

El 18 de agosto de 1961, desde Punta del Este partió Guevara en un endeble avión Pipper acompañado de el ex diputado Jorge Carrettoni, un hombre clave en el Consejo Federal de Inversiones, amigo de Frondizi, y fue la supuesta carta de seguridad que tomó el “Che” para hacer el viaje.

El avión llegó a Don Torcuato a las 10:20 y los dos militares se cuadraron ante Carrettoni y le dijeron que los iban a cuidar “con su vida”, pero grande fue la sorpresa cuando el ex legislador habilitó el descenso del visitante.

Los dos militares quedaron descolocados al reconocer al “Che” medio dormido con su traje de fajina verde y mirando con felicidad el horizonte de su país natal.

Los dos vehículos partieron rápido hacia Olivos, yendo por la ruta 2002 y luego la flamante Panamericana, para bajar por San Lorenzo y llegar a la Quinta presidencial.

La reunión duró casi 90 minutos y poco se pudo resolver, sólo que según cuentan los historiadores, el “Che” agradeció las “buenas intenciones” de Frondizi.

Según cuenta el libro biográfico “El Che Guevara”, de Hugo Gambini, el revolucionario se quedó solo en la quinta, almorzó un sabroso churrasco “bien jugoso” con ensalada, y luego partió tan veloz como llegó.

Frondizi ya estaba en la Casa de Gobierno intentando explicar a los militares sobre esta visita fugaz del “Che”, que ya había trascendido y despertó la ambición de grandeza de las fuerzas de seguridad que salieron en su búsqueda para asesinarlo.

El “Che” partió de la quinta pasado el mediodía, recorrió casi el mismo camino y al pasar por las cercanías del club de rugby, San Isidro Club, preguntó, según Gambini, “cómo iba el SIC”, en una demostración del fanatismo que tenía por el deporte que practicó en su juventud.

Guevara fue socio del SIC y jugó allí durante tres años hasta alcanzar la reserva, y una de sus últimas miradas sobre su pasado entrañable fue observar la sede del club de sus amores que pasó fugaz ante sus ojos.

Detrás, no muy lejos, avanzaban a toda velocidad los sicarios que equivocaron el camino y llegaron tarde a Don Torcuato. El avión con “El Che” ya volaba de regreso a Uruguay. La última visita era historia.