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Homilía completa de Bergoglio
23 de marzo de 2008
Es la que brindó durante la Vigilia Pascual:
1. En las penumbras del Templo hemos seguido los hitos de un largo camino. Dios escoge a un pueblo y lo pone en camino. Comienza con Abram: “Deja tu tierra natal y la casa de tu padre y ve al país que yo te mostraré, y yo haré de ti una gran nación” (Gen 12:1-2). Abram partió, y fue padre de un pueblo que hizo historia en el camino, un pueblo caminante hacia la promesa. También nosotros recién hacíamos camino escuchando esta historia de andar a través de tierras y siglos, con los ojos fijos en el Cirio pascual, la Promesa definitiva hecha realidad, Cristo Vivo, vencedor de la muerte, resucitado. La vida en Dios no es quieta, es una vida en camino... y hasta el mismo Dios quiso ponerse en camino, en búsqueda del hombre... y se hizo hombre. En esta noche hemos recorrido los dos caminos: el del pueblo, el del hombre, a Dios y el de Dios al hombre, ambos caminos para dar lugar al encuentro. El ansia hacia Dios sembrada en nuestro corazón humano, esa ansia de Dios entregada como promesa a Abram y, por otra parte, el ansia del corazón de Dios, su amor desmesurado por nosotros, se encuentran hoy aquí, ante este cirio pascual, figura de Cristo Resucitado que resuelve en sí las búsquedas y las ansias, los deseos y los amores; Cristo Resucitado meta y triunfo de ambos caminos que se encuentran. Ésta es la noche del encuentro... del “Encuentro” con mayúscula.
2. Llama la atención cómo el Evangelio que acabamos de escuchar describe el Encuentro de Jesucristo Victorioso con las mujeres. Nadie está quieto... todos están en movimiento, en camino: se habla de que las mujeres fueron, de que la tierra tiembla fuertemente; el Ángel bajó del cielo, hizo rodar la piedra, los guardias tiemblan. Luego la invitación: Él irá a Galilea, que todos vayan a Galilea. Las mujeres, con esa mezcla de temor y de alegría -es decir, con el corazón en movimiento- se alejan rápidamente y corren a dar la noticia. Se encuentran con Jesús y se acercan a Él y le abrazan sus pies. Movimiento de las mujeres hacia Cristo, movimiento de Cristo hacia ellas. En este movimiento se da el encuentro.
3. El anuncio evangélico no queda relegado a una historia lejana que sucedió hace dos mil años... es una realidad que se sigue dando cada vez que nos ponemos en camino hacia Dios y nos dejamos encontrar por Él. El Evangelio plasma un hecho de encuentro, de encuentro victorioso entre Dios fiel, apasionado por su pueblo, y nosotros, pecadores, pero sedientos de amor y de búsqueda, que hemos aceptado ponernos en camino... ponernos en camino para encontrarlo... para dejarnos encontrar por Él. En ese instante, existencial y temporal, experimentamos lo de las mujeres: temor y alegría a la vez; experimentamos ese estupor del encuentro con Jesucristo que colma nuestros deseos pero que nunca dice “quédense”, sino “vayan”. El encuentro nos remansa, nos fortalece la identidad y nos reenvía; nos vuelve a poner en camino para que, de encuentro en encuentro, lleguemos al encuentro definitivo.
4. Señalaba recién que, en medio de las penumbras, nuestras miradas se centraban en el Cirio Pascual, Cristo, realidad y esperanza a la vez; realidad de un encuentro hoy y esperanza del gran encuentro final. Esto nos hace bien porque diariamente respiramos desencuentros; nos hemos acostumbrado a vivir en la cultura del desencuentro, en la que nuestras pasiones, nuestras desorientaciones, enemistades y conflictos nos enfrentan, nos deshermanan, nos aíslan, nos cristalizan en ese individualismo estéril que se nos propone como camino de vida todos los días. Las mujeres, esa mañana, eran víctimas de un doloroso desencuentro: le habían quitado a su Señor. Se hallaban en soledad delante de un sepulcro. Así nos quiere la propuesta cultural del paganismo actual en el mundo y en nuestra ciudad: solos, quietos, al final de un camino de ilusión que se transforma en sepulcro, muertos en nuestra frustración y egoísmo estériles. Hoy necesitamos que la fuerza de Dios nos conmueva, que haya un gran temblor de tierra, que un Ángel haga rodar la piedra en nuestro corazón, esa piedra que impide el camino, que haya relámpago y mucha luz. Hoy necesitamos que nos sacudan el alma, que nos digan que la idolatría del quietismo culturoso y posesivo no da vida. Hoy necesitamos que, después de ser sacudidos por tantas frustraciones, lo volvamos a encontrar a Él y nos diga “No teman”, pónganse de nuevo en camino, vuelvan a la Galilea del primer amor. Necesitamos reanudar la marcha que comenzó nuestro padre Abraham y que nos señala este Cirio Pascual. Hoy necesitamos encontrarnos con Él; que lo encontremos y Él nos encuentre. Hermanos, las “felices pascuas” que les deseo es que hoy algún Ángel haga rodar la piedra y nos dejemos encontrar con Él. Que así sea.