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Estreno de la semana: concierto para Daniel Day Lewis y orquesta
"Petróleo sangriento" es un filme concebido para el lucimiento personal del actor de "Mi pie izquierdo", quien despliega su talento hasta eclipsar a todos los demás
20 de febrero de 2008
Hay ocasiones en que uno va, por decir algo, al Teatro Colón para escuchar a la orquesta sinfónica. En esas oportunidades, uno espera que el conjunto de músicos, bajo alguna batuta más o menos precisa, no desentone a la hora de ejecutar las partituras, respetando la armonía del conjunto.
Pero hay otras ocasiones en que uno va con la intención de deleitarse con el talento de un solista prestigioso. Si uno concurre para escuchar, digamos, a Martha Argerich, va a estar mucho más atento a lo que sucede con el piano, que a lo que están haciendo los cornos o los oboes allí detrás. Y es por eso, que las piezas elegidas, digamos algún concierto para piano y orquesta, son concebido para el lucimiento personal del solista.
Para no prolongar esta digresión inicial, digamos que en el cine puede ocurrir lo mismo. Hay filmes en los que cada uno de los engranajes cobra relevancia en el conjunto global de una película y hay otras películas pergeñadas de tal modo que lo único que recordamos cuando concluyen es la performance de su protagonista.
El director Paul Thomas Anderson hizo una interesante película coral allá por 1999, que se llamó “Magnolia”, en las que era difícil decir si nos había impactado más el trabajo de Tom Cruise, de Julianne Moore, de Philip Seymour Hoffman, de William H. Macy, o de la banda de sonido. Allí no había protagonismos excluyentes y el filme se imponía por sobre los nombres propios.
Años más tarde, el propio Anderson hizo otro gran filme que en la Argentina se estrenó como “Embriagado de amor”, en la que supo sacarle el jugo al habitualmente excesivo comediante Adam Sandler y a la generalmente dramática Emily Watson. Nuevamente, lo que quedaba en la retina del espectador no eran las actuaciones de las estrellas sino cierta rareza del argumento y una agradable e inquietante sensación general.
Ahora llegamos a 2008 y lo que Anderson nos propone es “Petróleo sangriento”, un trabajo que tiene tan maravillado a Hollywood que la Academia decidió nominarlo para ocho categorías diferentes con vistas a la ceremonia de los Oscar. ¿Es para tanto? La respuesta es sí y, al mismo tiempo, no.
“Petróleo sangriento” es un gran concierto para Daniel Day Lewis y orquesta. Toda la película gira en torno a su personaje de Daniel Plainview, un buscador de petróleo de comienzos del siglo XX, que cimienta su carrera de magnate de los hidrocarburos hundiéndose en las tierras yermas de la Norteamérica profunda, para salir completamente empetrolado, cada día más rico y cada día más desequilibrado.
Decir que la película trata sobre los pioneros de la exploración petrolera sería simplificar el filme hasta el absurdo. Trata también sobre la soledad, sobre el silencio, sobre padres e hijos, sobre los aprovechadores, sobre la fe religiosa, sobre los demonios que acechan a los hombres ambiciosos y sobre la locura, entre muchas otras cosas.
Intentar un resumen de las dos horas y media largas que dura “Petróleo sangriento” es una tarea absurda. Pero se puede esbozar una aproximación. La historia comienza con Daniel Plainview buscando oro y encontrando petróleo. Luego de adoptar al hijo de un operario muerto dentro de la tierra, Plainview comienza a desarrollar su carrera como magnate de los hidrocarburos. Junto a su hijo adoptivo recorren el país buscando petróleo, hasta que hallan un verdadero océano de oro negro, que pueden comprar a precios viles en un pueblo del Oeste americano.
Allí Plainview conocerá a Eli, un joven que dice tener revelaciones divinas y que se propone fundar una rentable iglesia evangélica, sustentada sobre la credulidad de sus fieles. Él será su némesis. No viene al caso avanzar mucho más sobre el argumento. Sí, quizás, mencionar que los accidentes laborales en la explotación petrolera eran moneda corriente un siglo atrás. Quizás también aclarar que la avaricia, la intensidad de las relaciones paterno-filiales y la venganza serán los motores del argumento.
Lo que sí es necesario decir es que la figura de Daniel Day Lewis se alza por encima de todo eso hasta apropiarse de la película. Y cuando ese monstruo de la caracterización se hace dueño de la pantalla, lo demás queda en un segundo plano: la historia, los otros personajes, el trasfondo histórico. Que un actor de talento ejerza tamaña fuerza gravitatoria no siempre es bueno para un filme. En este caso, lo es a medias. Lo que no podrá negarse es que su actuación quedará para el recuerdo.