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Por Federico Baraldo
¿Es verdad que existen las emergencias?
Conviene detenerse a observar la magnitud de los temas que nos llegan e interesan. Cualquiera de las emergencias que nos pueden ocurrir tiene el carácter de novedad no deseada y provoca un inevitable grado de stress
14 de agosto de 2007
¿ES VERDAD QUE EXISTEN LAS EMERGENCIAS?

Parece una pregunta obvia. Sin duda lo es, pues alimentamos nuestra capacidad de incorporar información - que más de una vez nos desborda - con la multitud de noticias que nos comunican los medios a toda hora, en todo momento y prácticamente en cualquier lugar.

Pero, siempre hay un pero, conviene detenerse a observar aunque sea en forma elemental, la magnitud de los temas que nos llegan e interesan. Por lo general, establecemos un sistema automático de selección adecuado a la personalidad o necesidades de cada uno. Tratamos de profundizar, asumimos inquietudes eventuales y participamos del marco que nos proponen concientes de que nuestra capacidad de respuesta o intervención es prácticamente nula. Ejemplos concretos: los escándalos políticos, que por supuesto afectan a millones de ciudadanos, pero quedan en manos de muy contados actores.

Más allá de estos tristes casos, existen múltiples ocasiones en que el individuo común se ve involucrado en situaciones críticos. Marginaremos los cotidianos y comunes que nos afectan, pues ya están incorporados al diario vivir y pueden ir desde la falta de agua caliente hasta el paro de transportes públicos, pasando por todos los que quiera recordar, incluidos los derivados de las relaciones familiares o usuales. Podremos así dirigirnos a la conmoción que producen determinadas actitudes que interrumpen la rutina, en particular en los ámbitos empresarios.

Una empresa, cualquiera sea su dimensión y objetivo, debe establecer y respetar determinados códigos de organización si pretende perdurar. Algunas pautas son elementales y otras adquieren ciertos visos de sofisticación, pero todas concurren a facilitar las tareas, aprovechar mejor los esfuerzos individuales en beneficio del conjunto y mantener rutinas obligatorias para evitar el desorden.

Todo ésto y más vive - aunque cueste admitirlo - sometido a sistemas de riesgo permanente. Cuando estos riesgos se convierten en realidad, la emergencia se manifiesta con toda su fuerza. Puede tener su origen en áreas industriales, comerciales, financieras o institucionales. Puede tratarse de incidentes de menor cuantía o de accidentes que afectan la integridad humana. Pueden provenir de hechos delictivos e incluso de la desatención de indicaciones precisas.

La lista de posibilidades podría resultar muy extensa y cada actividad tiene sus escenarios posibles. Lo cierto es que cualquiera de ellas tiene el carácter de novedad no deseada y provoca un inevitable grado de stress. ¿Qué se puede hacer? Hay dos pasos o fases elementales. El primero es eminentemente preparatorio e incluye desde el diseño de los posibles escenarios que pueden darse en cada organización hasta el entrenamiento adecuado para quienes deben aqfrontar las emergencias, así como la creación del conocimiento adecuado para controlarlas. Este procedimiento debe ir acompañado por un programa de inducción a la totalidad de los integrantes de la empresa.

El segundo paso consiste en la operación ante la detonación de una emergencia. Es aconsejable tratarla siempre como si hubiera alcanzado el grado de crisis y aplicar el máximo de energía posible para resolverla.
Uno de los bienos más escasos en estas ocasiones es el tiempo. Resulta imprescindible administrarlo y proceder con la rapidez nacesaria para controlar el daño y evitar que se extienda.

Parece interesante obervar que las indicaciones precedentes responden a los planes de contingencia que se elaboran para casos de incendio o hechos similares. Es exactamente así, con la no escasa diferencia de que apuntan a las emergencias en relación con el impacto que producen cuando trascienden a los medios de comunicación. Nadie en su sano juicio supondrá que las noticias negativas se controlan o extinguen con agua, arena o espumas químicas, pero la capacidad de reacción y la actitud a adoptar ante exige la misma dedicación

Por supuesto, hay mucho más comentar, pero no es posible desarrollarlo íntegramente en esta ocasión. Basta con llamar la atención sobre las posibilidades de control disponibles. Hay muy buenas herramientas para lograrlo.