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Por Martín Simonetta
Volvieron las zapatillas Flecha. ¿Cuándo regresa el Falcon?
El director ejecutivo de la Fundación Atlas1853 advierte que el "regreso de los muertos vivos" es producto de vivir en una "economía devaluada"
6 de mayo de 2006
Como un déjà vu, regresan a la vida argentina las legendarias zapatillas Flecha, íconos –junto al eterno Ford Falcon y los camioncitos Duravit- de la industria nacional, iniciándose su producción durante el mes en curso con la reapertura de la planta de Tucumán.
Muchos festejan su vuelta con un entusiasmo similar al que acompañó a la declaración del default de la deuda pública en enero del 2002. Otros nos preguntamos si debemos celebrar este eterno retorno de los productos que acompañaron nuestra infancia o si, por el contrario, deberíamos anhelar que los jóvenes argentinos pudieran elegir –como los de los países desarrollados- entre las marcas locales y marcas globales como Nike, Reebok, Avia, Puma, por mencionar sólo algunas.
Del mismo modo, si sería positivo que los chicos argentinos pudieran acceder fácilmente a los mejores juguetes del mundo o deban resignarse a jugar con los mismos modelos “industria nacional” con que jugaron sus padres. También si es mejor que sólo unos pocos adultos adquieran caros vehículos producidos en el Mercosur o que una gran mayoría pueda comprar los elaborados globalmente.
Esta especie de regreso de los muertos vivos es la consecuencia casi inevitable de vivir en una economía devaluada que –tras la salida de la convertibilidad- hizo inalcanzables para la mayoría de los argentinos el acceso a productos del mercado global así como encareció a la mayor parte de los bienes transables.
Para dar una idea del impacto de la gran devaluación sobre los precios locales, cabe mencionar el estudio de The Economist según el cual Buenos Aires pasó de ser la ciudad número 21 más cara del planeta en la década de 1990 a ser la número 130, junto a Bombay (India), Sofía (Bulgaria) y Teherán (Irán), en el 2005.
El caso de Flecha es un ejemplo un tanto bizarro de una economía crecientemente cerrada por la pérdida de poder adquisitivo de sus ciudadanos, pero no es el único: también podemos mencionar las resurrecciones de otras marcas como Fulbence; Hitachi o Lumilagro que nos recuerdan de forma plena el auge de la industria sustitutiva de importaciones en nuestro país.
En este contexto, Argentina experimenta un proceso de des-especialización sin precedentes. Exportaciones primarizadas y sustitución de importaciones podrían, sin duda, definir los pilares del modelo post-convertibilidad.
Productores explotan a consumidores
Tras la gran devaluación argentina existieron ganadores (muchos de ellos la impulsaron abiertamente) y perdedores. En esta situación, uno de los motores de la economía ha sido la sustitución de importaciones, es decir la producción local de lo que antes se importaba. Por lo general esta producción sustitutiva de importaciones no es competitiva internacionalmente ya que, de serlo, no hubiera necesitado –en este caso- una pérdida del poder adquisitivo de la población para nacer o resurgir.
Bajo el ala del dólar alto, los sectores no eficientes internacionalmente que más crecieron fueron, entre otros, el textil, calzados, electrodomésticos, juguetes, etc. Además de la ventaja artificial que otorga una economía devaluada, debemos señalar que el sector calzados en la Argentina es uno de los más aislados de la competencia internacional, a través de impuestos de importación e instrumentos de “defensa de la competencia desleal”
Es fundamental dejar en claro que el mal llamado “proteccionismo” protege sólo a los productores que logran convencer a los gobiernos de que se les otorgue un privilegio a costa de que los millones de consumidores dispersos paguen precios mayores y se vean restringidos en su capacidad de elección.
La reaparición de Flecha no sería negativa si se diera, por ejemplo, en el mercado asiático, o en otro abierto a la competencia global, pues significaría que millones de personas han votado con su dinero y han elegido a esta marca argentina por su calidad y precio. Pero hoy, en Argentina, es un síntoma más de la peligrosa tendencia aislacionista y de desintegración global que experimenta la economía de nuestro país. ¿Volverá el Falcon? ¿Cuándo?